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Villena pertenece a la comarca del Alto Vinalopó y, por su ubicación estratégica -a 50 kilómetros de Alicante y a 100 tanto de Murcia como de Albacete-, es una ciudad perfecta para hacer parada y fonda, pero también para una pequeña escapada de un par de días. Una vez allí descubrirás que la ciudad alicantina tiene villeneros tan célebres como el pastelero Paco Torreblanca, el compositor Ruperto Chapí o el artista Antonyo Marest. Nosotros hemos recorrido sus calles para empaparnos de su esencia y para chivarte ocho paradas imprescindibles para empezar a conocerla. ¡Aunque estamos seguros de que añadirás otras tantas a la lista!
Es en una cresta de la sierra villenera donde surgió, allá por el siglo X, el castillo primigenio, el de Salvatierra, que se abandonó en el siglo XIV y que ya prácticamente ha desaparecido. Pero antes, en el siglo XII, los almohades edificaron la fortaleza de La Atalaya para frenar el avance cristiano, por lo que ambos convivieron durante dos centurias. El resto de su historia podrás conocerla en las visitas guiadas que organizan al castillo durante todo el año mientras paseas entre sus muros de cuatro metros de grosor en los que se perciben los impactos de artillería.
Cuando te adentres en el castillo, mira hacia arriba para ver sus bóvedas y arcos entrecruzados y también a sus paredes, para contemplar las pinturas de prisioneros de los siglos XVIII y XIX, cuando el castillo fue cárcel real. Desde sus terrazas y miradores, además, podrás fotografiar las impresionantes vistas al casco histórico y al valle del Vinalopó.
Una curiosidad: si vas a Villena durante sus famosas Fiestas del Medievo, que se celebran en marzo, presenciarás el Campeonato Nacional de combates medievales. ¡Un espectáculo para toda la familia!
Tras visitar el castillo, descubrimos el refugio artístico de Juan Monzón Gasca, un zaragozano que ha instalado su estudio de pintura y cerámica en dos casas antiguas del casco histórico de Villena que esconden cuevas en su interior. En el barrio del castillo hay 88 casas-cueva y esta es uno de los secretos mejor guardados de la ciudad alicantina, pero no sabemos por cuánto tiempo, porque en breve abrirá las puertas de su taller para que quien quiera pueda visitarlo. “Cuando conoces Villena es fácil enamorarse y quedarse. Aquí tengo mucha tranquilidad y para mí es un lujo”, explica a Guía Repsol este ingeniero y restaurador que siempre se ha dedicado al arte.
Próximamente estrenará su tienda online, donde venderá cerámica y azulejos, mientras que los retratos y pinturas los crea por encargo. El día de nuestra visita, Juan estaba terminando una placa cerámica para el barrio de San Antón, pero está inmerso también en otros proyectos de azulejería valenciana y recuperación de piezas tradicionales para lanzar una línea de inspiración española.
Este horno acaba de cumplir 50 años y lo gestionan la segunda y la tercera generación, capitaneadas por los hermanos José Francisco y Delfina Calatayud, hijos de los fundadores, Pepe y Delfina. Recientemente ha sido elegida una de las 80 mejores panaderías de España según la Ruta Española del Buen Pan, aunque, a juzgar por la variedad y la cantidad de panes que venden, no sería difícil adivinarlo.
Te recomendamos ir pronto, porque el ritmo de venta es vertiginoso desde primera hora de la mañana. En ‘Panadería Delfina’ trabaja un equipo de 17 personas, que se afanan en el obrador y en el mostrador de venta para atender diariamente a su fiel clientela. Si no quieres quedarte sin tu pan, resérvalo el día anterior.
Sus panes son de masa madre y los hornean tras unas 20 horas de fermentación. Emplean harinas de centeno, avena, quinoa, espelta o avena, aunque su producto estrella es el pan azul, elaborado con el té de la hoja de guisante. Los dulces también son lo suyo: venden sequillos, una pasta típica, pero también rollos de vino, de mistela o de katakí, un licor dulce villenero muy tradicional. Si eres de salado, apunta la coca de sardina con tomate o la de almuerzo villenero, con huevo frito, patatas al montón, pimiento blanco, sardina y longaniza. ¡Perfecta para recargar pilas y continuar nuestra ruta!
¿Sabías que los villeneros lo llaman “La Bombonera”? Este emblemático teatro, que es un referente provincial, ya que funciona como epicentro cultural de la comarca del Alto Vinalopó y de todas las adyacentes, lleva el nombre del célebre compositor villenense Ruperto Chapí.
El hijo más ilustre de Villena ya tuvo otro teatro con su nombre (Teatro Circo Chapí), pero fue derribado en 1908 tras 23 años de funcionamiento por las insuficientes medidas de seguridad del edificio. El actual teatro data de 1925, aunque comenzó a construirse en 1914. Al tratarse de una obra muy ambiciosa, tuvieron que cambiar de arquitecto -de José María Manuel Cortina, representante del modernismo historicista, a los valencianos Garín Hermanos, que volvieron al lenguaje clasicista-. Como nos cuenta Paco Flor, director y programador del Teatro Chapí, las dos naves laterales formaban parte del casino, pero ahora son instalaciones del conservatorio de música y de diferentes asociaciones.
Cuando vayas, fíjate en las dos esculturas originales que presiden el vestíbulo del teatro: escenifican las dos zarzuelas más famosas de Chapí y fueron realizadas por Navarro Santafé, autor del icónico Oso y el Madroño de Madrid.
El Teatro Chapí, que tiene 864 localidades, impresiona por su belleza arquitectónica, con su patio de butacas hechas a medida y talladas con la clave de sol, y sus palcos y plateas. Ofrece programación variada durante diez meses al año -salvo en julio y agosto- y para todas las edades: ballets, óperas, zarzuelas o musicales. Antes de irte, visita el pequeño museo dedicado a Chapí, donde conservan elementos del músico: fotografías, partituras, una gramola de maleta, sellos y hasta un piano.
¡No te puedes ir de Villena sin ver su famoso Tesoro de más de 3.000 años de antigüedad! Aunque el museo municipal está en reformas, han habilitado una sala para exponerlo, por lo que se puede visitar.
¿No conoces su origen? En abril de 1963, cuando el cerro del Cabezo Redondo estaba siendo explotado como cantera de yeso, hubo un primer hallazgo -ahora llamado Tesorillo del Cabezo Redondo-, que pesaba 150 gramos. Seis meses después apareció el Tesoro con mayúsculas en un movimiento de tierras de una obra.
La primera pieza encontrada fue un brazalete de oro de casi medio kilo. Tal y como contaron en el NO-DO, cuando el albañil lo llevó al joyero para que se lo tasara, este se dio cuenta de que se trataba de una pieza muy antigua y se lo enseñó al arqueólogo municipal. Y así comienza la historia que ha dado fama y prestigio turístico a esta localidad, que cuenta desde entonces con este botín de gran relevancia, formado por 66 piezas de orfebrería, y que ha sido uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de Europa.
‘Auroch’ es una de las apuestas seguras de Villena: abrió en agosto de 2012, por lo que llevan más de una década deleitando a locales y turistas con sus platos en un local moderno y luminoso. Ana Isabel, Samuel y Raúl Martínez son los tres hermanos que están detrás de este proyecto gastronómico de cocina sencilla de base tradicional, pero con matices muy personales, que ha ido evolucionando con el paso de los años.
¿Recomendaciones? Pide la croqueta de cocido, las berenjenas fritas con miel de caña o el arroz caldoso con alubia pinta, pencas, nabos, manitas de cerdo y morcilla. Por si necesitas más ideas Raúl, jefe de cocina, nos confiesa que sus platos favoritos son el solomillo Wellington o la rustidera de pulpo, que siempre se ha hecho en Villena en los hornos de las panaderías. Y, de postre, aunque es difícil elegir, decántate por la tarta de limón o el milhojas de crema pastelera.
¿Por qué Auroch? “Como estamos cerca de la plaza de toros de Villena, quería buscar algo que tuviera que ver con el toreo. Auroch era una raza de toro salvaje de la Península Ibérica que se extinguió”, nos explica.
Raúl Martínez, a pesar de trabajar en sitios tan emblemáticos como ‘elBulli’ o el ‘Park Hyatt’ de París o con cocineros como Benito Gómez, en lo que era ‘Tragabuches’, o con Paco Morales en el ‘Hotel Ferrero’, decidió volver a casa para emprender su propio restaurante en Villena en un local de su familia. Su padre siempre se ha dedicado a la hostelería: primero como camarero del centenario ‘Hotel La Salvadora’ y, luego, con sus propios negocios, de salas de banquetes a caterings. Si quieres seguir descubriendo la gastronomía típica de Villena -¿quién no?-, prueba el zarangollo, el trigo picao o las gachamigas. ¡No te arrepentirás!
Esta bodega familiar, que era el sueño de infancia de Francisco Gómez, su propietario y fundador, comenzó a surgir en 1995, cuando compraron la finca La Serrata y las parcelas que están alrededor, aunque fue en 2004 cuando lanzaron sus primeros vinos. Ahora cuentan con 6.500 hectáreas: 250 son de viñedo y 300 de olivar, con el que también elaboran exquisitos aceites de oliva virgen extra de las variedades arbequina, picual, grossal, chiquita y cornicabra.
Pero volvamos a sus vinos. En blancos trabajan con la variedad autóctona de la zona, la aromática moscatel de Alejandría, con la que elaboran tanto vinos secos como dulces. También con sauvignon blanc. “En tintos, la reina es la monastrell. Con las cepas más viejas y con la uva sobremadurada, que se vendimia en noviembre, elaboramos el fondillón, nuestra joya de la corona”, nos explica Lola Sanchís, directora de Enoturismo de la bodega.
Cuando la visites te enseñarán la Ermita del Fondillón, un singular espacio en el que guardan las “madres” de este icónico vino y que te conquistará por su aroma dulzón y añejo. El fondillón, su producto más exclusivo, lo comercializan en botellas muy especiales, decoradas con cristales Swarovski o con estaño.
Otro de los escondites más mágicos de la bodega es su Sociedad de Nichos, un club privado de vinos con estatutos propios que crearon hace más de una década. Sus socios alquilan sus nichos -¡tienen 1.100!- para almacenar sus colecciones de vinos y también organizan catas o reuniones en sus salas.
Para conocer todo el proyecto en profundidad puedes reservar alguna de sus visitas guiadas a la bodega, que incluyen una cata de varios vinos y aceites de oliva, así como una degustación de embutidos que elaboran ellos con su propia ganadería. En ellas, además de enseñarte todos sus rincones, te explicarán cómo aplican los métodos de agricultura ecológica y biodinámica en todos sus procesos.
Entre bosques de pinos mediterráneos y paisaje de olivos o almendros encontramos este peculiar enclave en la falda de la Sierra de Salinas, ya en la frontera con la Región de Murcia, antes de llegar a Yecla. Aquí están enclavadas las 52 hectáreas de viñedos y la ‘Bodega Sierra Salinas’, que pertenece al grupo MG Wines.
La variedad principal que trabajan es la monastrell, pero también otras como petit verdot, cabernet sauvignon o garnacha tintorera. “Hay diferentes parcelas, algunas tienen cantos rodados, que hacen que la tierra drene mejor y retienen el calor, porque le dan un manto de temperatura, lo que aporta matices al viñedo que luego se reflejan en el vino, pero también otras con tierra más arcillosa”, nos explica María Miñano, directora de enoturismo de MG Wines y, además, presidenta de la Ruta del Vino de Alicante. Y no solo elaboran vinos como MO, Sierra Salinas 1237 o Umbría, sino también aceite de oliva ecológico de la variedad arbequina bajo la marca Sucada. En ‘Bodega Sierra Salinas’ también organizan visitas guiadas todos los días para pequeños grupos. Y, como tienen su propio departamento de enoturismo a la carta, adecúan las visitas a las necesidades o preferencias de cada cliente. ¡Te lo ponen en bandeja!
Estas son solo ocho ideas, pero hay otras tantas esperándote. Villena es uno de esos lugares de los que te marchas queriendo volver, tanto por la cantidad de cosas que has dejado por ver, como por lo que te cuentan los villeneros. Hay que ir a sus Fiestas de Moros y Cristianos en septiembre, en las que 11.000 festeros y festeras desfilan por sus calles, y a las del Medievo, en marzo, cuando su casco histórico revive el pasado medieval de una localidad llena de vida.