Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
No todo es mar en este rincón de la provincia de Girona: la Costa Brava también tiene una cara B en forma de preciosos pueblos de interior con un patrimonio histórico y arquitectónico fascinante que suelen pasar desapercibidos para el gran turismo.
Si eres de esas personas que creen que el silencio es el lujo del siglo XXI, en Maçanet de Cabrenys te sentirás inmensamente rico. Este municipio se encuentra a la altura de la zona agreste y salvaje de la Costa Brava Norte, que tiene en Cadaqués su pueblo más emblemático. A media hora de la capital del Alt Empordà, Figueres, tras una carretera de curvas sinuosas rodeada de alcornoques que abastecieron en otro tiempo una próspera industria del corcho, llegaremos a este pueblito al que también se le conoce como El Valle Infinito.
Al pie de los Pirineos, rodeado por el Macizo de Salinas, Maçanet de Cabrenys parece detenido en el tiempo pero aún así bulle con la actividad de sus parroquianos que no escatiman en sonrisas con aquellos que llegan a su casa ansiosos de calzarse las botas de excursionista. Y es que Maçanet está rodeado de montañas y bosques y salpicado de itinerarios de todo tipo, como el que conduce al Santuario de Las Salinas o el que recorre la “Ruta del Exilio”, transitado al final de la Guerra Civil por miles de refugiados que huyeron por la montaña de Maçanet hacia Francia.
El pueblo es también muy conocido por su gran cantidad de fuentes como la del Abeurador, la de la Bauma o la de las Creus. Su centro neurálgico es la iglesia de Sant Martí, de finales del XII o principios del XIII, y de estilo románico tardío. En la plaza del Ayuntamiento encontrarás el Museo de la Pipa, ya que el pueblo cuenta con una centenaria tradición de artesanía de pipas de fumar hechas con madera de boj. En cuanto al silencio, no se trata de una referencia tangencial: el municipio cuenta con una guía que geolocaliza 25 espacios idílicos en plena naturaleza para disfrutar de forma proactiva del silencio con vistas espectaculares, junto a puntos de agua o rodeado de bosques. Eso sí que es desconexión.
Sant Llorenç de la Muga es otro tesoro poco conocido del Alt Empordà. Sus callejuelas conservan el encanto de una villa medieval que mantiene partes de la muralla y los viejos portales de acceso al pueblo. Acariciado por el río Muga, en Sant Llorenç encontrarás aquí y allá vestigios de su pasado de los siglos XIV y XV. En verano el pueblo se anima con veraneantes locales que encuentran en Sant Llorenç su paraíso de desconexión y que recuperan entre sus callejuelas empedradas aquellos idílicos veranos de paseos y baños en el río y excursiones en bicicleta.
A un kilómetro del pueblo la imponente Torre del Guaità, documentada en el año 1292 y excepcionalmente bien conservada, asiste impertérrita al paso del tiempo. Los lugareños afirman que desde allí se puede apreciar la curiosa forma de costilla que tiene el pueblo.
Si seguimos hacia el este y hacia el mar llegaremos a otro destino medieval pero de aires muy diferentes. Peralada posee una belleza monumental en sus calles y rincones insólitos y en su patrimonio arquitectónico que culmina en su castillo, famoso por alojar un prestigioso festival internacional de música. Los jardines fueron rediseñados en 1877 por el paisajista francés François Duvillers, lo que le da al conjunto un aire de château francés decimonónico digno de un capítulo de los Bridgerton.
Si quieres prolongar esa sensación de majestuosidad y elegancia, un buen plan es tomarse una copa de cava en el Wine Bar de la Bodega Peralada, con vistas a sus viñedos y a su espectacular edificio nuevo, diseñado por el prestigioso estudio RCR Arquitectos.
La variedad gastronómica de la zona es muy amplia. Nosotros te recomendamos dos opciones muy interesantes para recuperar fuerzas. El bistró Chez Louisette, un acogedor establecimiento lleno de encanto, está en el vecino pueblo de Garriguella y ofrece platos de cocina de mercado con abundancia de productos de proximidad. Y en Rabós, un poco más al norte, podrás cenar al fresco en el restaurante Analògic, ubicado en la antigua cooperativa del pueblo y con una aclamada oferta de platillos y vinos naturales de la zona.
Nos vamos acercando al mar y el sonido de las gaviotas y el olor a salitre van reclamando su protagonismo. A seis kilómetros de la costa, Castelló d’Empúries deja claro al visitante con su gótica majestuosidad por qué fue durante cuatro siglos capital del condado de Empúries. Desde el Portal de la Gallarda, la única puerta que queda en pie de las ocho que tenía el recinto fortificado del municipio, puedes iniciar un paseo por el barrio medieval para enamorarte del glorioso pasado de Castelló.
Por una callejuela estrecha y emparrada que esparce una agradecida sensación de frescor, llegarás a la imponente Basílica de Santa María, un templo gótico con aires de catedral en su portal de mármol que conserva elementos de gran interés como las antiguas pilas bautismales del siglo XI o el gran retablo de la Virgen de la Candelera del siglo XV. Las calles que rodean la iglesia forman parte de la antigua judería y te conducirán a rincones como el Convento de Sant Domènec, fundado en 1317 y que hoy es un edificio secular que alberga el Ayuntamiento.
La urbanización o marina residencial Empuriabrava, ya tocando al mar, pertenece a Castelló d’Empúries y se encuentra en medio del Parque Natural dels Aiguamolls de l’Empordà. Lo atraviesan 35 km de canales navegables, lo que hacen de este enclave un destino como mínimo curioso. Vale la pena acercarse especialmente para comer en el restaurante El Magífic, un local gastronómico de reciente apertura liderado por Pol Mainat y en la que el joven chef Aniol Pararols consolida una propuesta gastronómica excelente.
Pararols construye en cada plato una superposición de sabores que acentúan de forma imaginativa la combinación de ingredientes de la zona con toques de cocina tailandesa e indonesia. Una experiencia que honra sobradamente el nombre del local.
Retomamos nuestro viaje hacia el sur y a la altura de la línea litoral que va de L’Estartit a Begur pero en su tramo interior llegamos al interior del Baix Empordà. Esta zona está ubicada en una planicie de campos de cultivo, salpicada de cipreses y olivos, y todos y cada uno de sus pueblitos poseen la belleza de un pasado medieval que parece ralentizar el tiempo. Pals y Peratallada son los dos enclaves más conocidos, ya que sus núcleos medievales perfectamente conservados ofrecen rincones de postal a cada paso. Sin embargo, también son los más masificados, así que te proponemos otras alternativas para empaparte de aires feudales sin el agobio de las multitudes.
El pequeño pueblo de Púbol cuenta con rincones de insólita belleza. Su plaza mayor, rodeada de edificios con preciosos portales y arcos, invita a sentarse y dejarse invadir por la calma. Seguramente su aire de perpetua serenidad conquistó a Dalí, quien compró el castillo del s. XI para regalárselo a Elena Dimitrievna Diakonova, Gala, que lo convirtió en su refugio personal. El castillo es la gran estrella de Púbol y su visita es un viaje inmersivo a la creatividad desbordante de Dalí. La construcción tiene tres plantas y está unido de forma indisoluble a la iglesia y aunque está documentado desde el siglo XI, la estructura dominante es la de la época de máximo esplendor del pueblo: los siglos XIV y principios del XV.
El jardín anexo, afrancesado y decadente, cuenta con un estanque en el que Gala solía bañarse escuchando a Wagner. Actualmente y hasta la primavera de 2025 se puede ver una exposición sobre la musa de Dalí y su relación con la moda con trajes de algunos los mejores diseñadores del siglo XX.
A diez minutos de Púbol una buena opción para recuperar fuerzas es hacer una parada técnica en Rupià. Allí está Dos Kiwis Brewing, una fábrica de cerveza artesana con mucho encanto regentada por una ampurdanesa y un neozelandés. Podrás degustar alguna de sus especialidades cerveceras y acompañarlas de platos sencillos y sabrosos elaborados con ingredientes de productores locales en las mesas al aire libre que rodean su pequeña cocina, llamada El Container.
Once minutos más al este encontrarás el pueblo de Ullastret, con conjunto medieval muy bien restaurado y declarado Monumento Histórico-Artístico. La muralla conserva diez de las torres originales, y tanto la iglesia románica de Sant Pere como la lonja gótica de los siglos XIII al XV te van a transportar al medievo a cada paso. A 2 km de la villa y encaramado al Puig de Sant Andreu puedes viajar aún más al pasado visitando el yacimiento íbero de Ullastret, el más grande y mejor conservado de Cataluña, que data del s. VI a.C.
Pocos kilómetros más al sur se encuentra la pequeña pedanía de Fonteta, famosa por su recuit, (una especie de requesón artesanal de gran tradición). En uno de los extremos del pueblo encontrarás el alojamiento rural Mas Generós (solo para adultos), un auténtico oasis de belleza y naturaleza rodeado de jardines de flores que abastecen la cocina de su restaurante. Bajo la dirección de Iolanda Bustos, la chef de las flores, se pueden degustar platos de proximidad llenos de belleza.
El tramo más al sur de la Costa Brava , que va de Platja d’Aro a Blanes, cuenta con joyas en su litoral como Tossa de Mar o Sant Feliu de Guíxols, pero pocas personas se desvían 10 km al interior para visitar el pequeño pueblo de Romanyà de la Selva. Situado en plena sierra de Les Gavarres, sus callejuelas son un balcón privilegiado a la belleza de sus montañas “elefantíacas”, como las definió Josep Pla. Romanyà se yergue como un auténtico remanso de paz y calma, la misma que vino a buscar la escritora Mercè Rodoreda para vivir sus últimos años. Las casitas de piedra se agrupan alrededor de la Iglesia de San Martí, del siglo X y con portal de los siglos XII y XIII. A menos de un kilómetro del pueblo se encuentra el Dolmen de la Cueva de Daina, un sepulcro megalítico de grandes dimensiones.
Para acabar esta ruta alternativa, dirígete hacia Santa Cristina d’Aro, municipio al que pertenece Romanyà de la Selva. Antes puedes detenerte en el Mirador de Les Mirandes y contemplar de un vistazo tanto los Pirineos como el mar. La Santa Market, en Santa Cristina, es un buen lugar para devolverte al presente. Este espacio abre todas las tardes de los meses de verano y reúne puestos de creadores, música en vivo y una gastronomía que incluye propuestas de grandes nombres como Rocambolesc de Jordi Roca, Cañitas Maite, Joseba Cruz o Lluc Crusellas. Porque un gran viaje se merece un gran final.