Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Menorca es la caña en verano, pero… ¿a que se estaría un poco mejor con algo menos de gente? Sin que se llenen los parkings, sin que haya que madrugar para ir a las calas, sin tener que compartir la arena de la playa con tanto turista que huye de las ciudades y sus países de origen.
La solución pasa por ir ¡ahora!, en otoño. Los viajes y el alojamiento serán sensiblemente más baratos. En Menorca podrás disfrutar de temperaturas agradables durante toda esta época del año. Y, sobre todo, aparte de las calas, podrás descubrir tranquilamente la otra cara de Menorca. Aquella más allá de las playas y el mar. El clima de otoño en esta isla es perfecto para hacer turismo de monumentos o algo más activo como senderismo y cicloturismo. ¡Empezamos!
La historia de este camino que rodea la costa por su litoral se remonta a siglos atrás. Se cree que los primeros tramos son del siglo XIV. Después, en los siglos XV y XVI, se construyeron torres de vigilancia que hicieron necesaria la existencia del camino alrededor de la isla. Su concepción con fines defensivos quedó desvirtuada con el paso del tiempo, ya que nadie lo usaba, y quedó acotado por propiedades privadas. Pero en este siglo XXI, gracias a la reivindicación colectiva, el Camí del Cavalls recuperó su condición de bien público.
Actualmente, el camino está señalizado y homologado como ruta senderista y se ha convertido en un itinerario privilegiado para todo tipo de excursionistas. A pie, en bicicleta o a caballo. Tiene 185 kilómetros de recorrido y transitarlo ayuda a descubrir la gran riqueza patrimonial y natural de Menorca.
Recorrer esta senda en verano, sobre todo si lo haces en las horas centrales del día, puede entrar dentro de los significados de la palabra 'suicidio'. Sin embargo, otoño puede ser la estación perfecta. Temperaturas más suaves, alguna que otra lluvia que refresque... No te perderás ni una cala, seguramente desiertas, con algún que otro visitante que como tú haya decidido que Menorca también mola en otoño. Y, por qué no, también bañarse en el mar. Y, mas allá de las playas, recorrerás los acantilados, pasarás al lado de todas las torres de vigilancia, los faros, las fortificaciones.
Precisamente en el recorrido del Camí del Cavalls pasarás por varias de las guías y guardianes de los navegantes, los faros. Pero también puedes llegar a ellos en coche y en moto, si no eres de hacer ejercicio físico. El litoral está plagado. Se han convertido ya en extensiones naturales de los puntos geográficos en los que se hallan, siempre estratégicos y de gran belleza. Desde el más antiguo, el de Cavallería, hasta el más reciente, el de Favaritx, los siete faros de Menorca siguen ejerciendo la función que les da sentido: orientar y servir de punto de referencia para la navegación. Pero ya no es su única actividad. También albergan proyectos de carácter turístico, cultural y divulgativos ahora en los antiguos hogares de los fareros y sus familias.
Además de los faros, Menorca puede presumir de castillos, fortificaciones, atalayas de vigilancia, torres artilladas, baterías militares y trincheras. Todo esto se debe a la situación geográfica de la isla, en el centro del mediterráneo occidental, lo cual le otorga un carácter estratégico. No te debes perder la Fortaleza de La Mola, el Castell de Sant Felip, el Fort Malborough, la Torre d’en Quart o Llatceret.
¿Quiénes fueron los primeros pobladores de Menorca? ¿Cómo llegaron a la isla? ¿Cómo se organizaban? ¿Cuáles eran sus costumbres? Todavía hoy se buscan respuestas a todo ello. Lo que sí se sabe es que existen numerosos restos prehistóricos a lo largo de toda la isla y que, lejos del calor veraniego, los meses otoñales pueden ser los apropiados para hacer un recorrido por todos ellos.
El más antiguo de los yacimientos es el de Biniai Nou, cerca de Mahón, la capital, pero en Menorca hay cerca de 1.400, dos por kilómetro cuadrado. Su tipología es diversa y poco a poco van conociéndose detalles sobre su construcción, uso y abandono. Existen restos de las cinco etapas de la prehistoria de la isla: dolménica, naviforme, prototalayótica, talayótica y postalayótica.
Estas construcciones están formadas por bloques de piedra calcáreas, levantadas aplicando una técnica de tipo ciclópeo, es decir, disponiendo las piedras unas encima de otras sin ningún tipo de argamasa. El resultado son monumentos de grandiosidad como los talayots, las taulas y las navetas. Si te va el tema prehistórico, es recomendable buscar un guía que te vaya explicando uno a uno cada uno de los edificios. Están por todas partes y, además, ubicados en lugares de gran belleza natural.
Más allá de las famosas playas de Menorca, las dos ciudades más importantes de la isla ofrecen al viajero un gran atractivo cultural. Maó, la capital, donde lo británico pervive en gran parte de su trama urbana y edificios. Se puede notar la influencia de los incitadores del Brexit en la isla en el siglo XVII. Por eso lo dieciochesco marca la fisonomía de la ciudad.
El centro neurálgico es la Plaça Conquesta y, a partir de ahí, se puede visitar la parte medieval, la señorial y la comercial. Dicen los que visitan la isla que la capital apenas merece la pena, que donde se ponga Ciutadella, no hay color. Aunque la ciudad del lado opuesto de la isla es muy bella, Maó tiene su encanto: un puerto comercial, numerosas iglesias de diferentes épocas y una serie de edificios oficiales de gran valor, además de las perspectivas de sus miradores.
En la parte más occidental de la isla se encuentra Ciutadella, cuyo centro histórico es totalmente diferente de la mayoría de municipios menorquines. Esto se debe a los distintos acontecimientos históricos vividos por unos y por otros. Fue durante años centro político, económico, cultural y eclesiástico de Menorca. Y eso se nota en los edificios civiles y religiosos.
En la ciudad intramuros podrás disfrutar de monumentos como la Catedral, diferentes iglesias y casas señoriales o el Teatre des Born. De la parte extramuros, no debes olvidarte del Santuario de María Auxiliadora, el Castillo de Sant Nicolau o el puerto deportivo, uno de los más bonitos de Menorca. Ideal para comer o cenar buenos pescados de la isla, una caldereta o una buena paella.
La mayoría de la carne y el pescado que se vende en el mercado de Ciutadella, situado en la Plaza de la Libertad, es de origen menorquín. Así, los productos son frescos y de calidad y, además de que tú puedes adquirirlos allí, también proveen a la mayoría de los restaurantes de la isla. Las aguas menorquinas presentan productos inmejorables, como langostas, gambas y peces de todo tipo. Si te decides por comprarlos tú y darte a la cocina, no dudes en dejarte aconsejar por los pescaderos del mercado.
No te puedes ir de la isla sin probar una buena caldereta de marisco, una excepcional paella menorquina, unas papas con salsa mahonesa, mal llamada mayonesa en otros lugares de España, o una sobrasada típica. Pero tampoco sin probar el marisco y el pescado, que ofrecen en la mayoría de restaurantes de la isla, Los del puerto de Ciutadella merecen la pena.
Dos restaurantes recomendables para comer, que van más allá de la calidad de la cocina: el 'Faro d’Artrutx' y 'Binimel.lá'. El primero está situado junto al faro del mismo nombre y en él se puede degustar cocina menorquina, tapas y productos de mercado. Pero lo más importante es la ubicación, ese lugar de misterio y leyenda, un faro. La gente se pelea por conseguir sitio para ver la puesta de sol en el horizonte marino.
El segundo lo puedes descubrir entre las calas de Pregonda, Binimel.lá, Cala Marts y Pregundí. Sus vistas de la segunda playa mencionada bien valen la pena. Se encuentra en pleno Camí de Cavalls a modo de parada entre cala y cala para tomarse, por ejemplo, una paella o una caldereta de langosta. A tan solo 20 minutos se puede ver la puesta de sol en el Faro de Cavallería.
¿Aún crees que no tienes razones para querer viajar a Menorca en otoño? Busca los precios de los vuelos en noviembre y compáralos con los de julio y agosto. Y así todo en la isla: los hoteles y apartamentos, los coches de alquiler, los precios de los restaurantes y hasta el de un mísera botella de agua. Tu bolsillo, tu temperatura corporal y tu nivel de estrés vacacional te lo agradecerán.