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Perderse aquí no es mala opción, pese al alarmante origen del topónimo de SOS. Si para algunos historiadores este viene del pueblo de los suessetanos, pobladores de estas tierras en época prerromana, y para otros, en cambio, se justifica en las iniciales Sancti Oppidum Stephani, es decir, el pueblo de San Esteban, lo que sí queda claro es que en SOS nació el rey Fernando II de Aragón el 10 de marzo de 1452. Aunque, curiosamente, la villa no completó su nombre actual, SOS del Rey Católico, hasta 1925, casi medio milenio después.
Nada más llegar, comprobamos que, menos el nombre, muy poco ha cambiado en esta villa medieval. Sus empinadas y laberínticas calles son un túnel del tiempo: no nos cuesta nada imaginar la vida de su vecino más ilustre y también la de sus habitantes más anónimos, como los mercaderes y la gente sencilla que compraban sus productos en un mercado que se encontraba en el soportal conformado por dos arcos, en un lado de la plaza de la Villa. He aquí el centro neurálgico, su plaza mayor, presidida por el Ayuntamiento, un imponente palacio del siglo XVI de estilo renacentista que ha sufrido sucesivas reformas.
Un buen punto de partida de nuestra visita a esta villa que forma parte de la Comarca de las Cinco Villas es el Palacio de Sada, el lugar donde se oyó el primer llanto el rey Fernando. Aquí encontramos el Centro de Interpretación y la Oficina de Turismo, donde podremos concertar visitas guiadas. Por fuera, el edificio, de finales del siglo XV, muestra su piedra de sillería y el escudo de los Sada, familia noble que, con una hospitalidad que han heredado los sosienses del siglo XXI, acogió y protegió, por expreso deseo de la reina, a Doña Juana Enríquez, segunda esposa de Juan II, para que diera a luz al futuro monarca en tierras aragonesas. Este episodio repleto de tejemanejes históricos, y otros sobre la figura de Fernando el Católico, es solo uno de los que no olvidarás tras tu visita.
Sos del Rey Católico es un mapa histórico repleto de vestigios y huellas del pasado. Aunque se calcula que después de la expulsión de los judíos en 1492 pierde una séptima parte de su población, aún quedan muchos símbolos de esta comunidad en dinteles y otros elementos arquitectónicos. Merece la pena pararse en los detalles. En la antigua judería, alrededor de la Plaza de la Sartén, en lo que ahora se denomina barrio alto, había aproximadamente una veintena de familias judías.
Partiendo también de la plaza principal, una empinada calle –el esfuerzo tiene su recompensa- nos lleva hasta la peña Feliciana, la parte más alta del pueblo. Aquí nació la villa, en un primitivo castillo de madera que sirvió para reforzar la línea defensiva entre los reinos de Navarra y Aragón. De este castillo original no queda nada, y en el mismo lugar se erige otro castillo, del siglo XII, del que solamente se conserva la Torre del Homenaje.
Junto a la fortaleza, dominando la vista del pueblo, nos encontramos con la iglesia de San Esteban, con una soberbia fachada románica que tiene parte de sus tallas bastante desgastadas por la lluvia y el viento.
Lo mejor de este conjunto no está a la vista ni al acecho de estos traviesos fenómenos naturales, sino en el subsuelo. La fantástica cripta de Santa María del Perdón, un auténtico tesoro que nos hará justificar el esfuerzo de la subida, es la semilla del edificio religioso y, por suerte, conserva prácticamente intactas unas pinturas murales góticas que nos dejan boquiabiertos.
Regresamos por la misma calle a la plaza de la Villa, donde nos seduce la lonja, ese espacio que sirvió tanto para el mercado como para las reuniones del concejo medieval y que en su día albergó el pequeño festival Luna Lunera, con conciertos de artistas como Loquillo, Amaral, Luz Casal o la Vieja Trova Santiaguera. La crisis económica acabó con una de las citas culturales más interesantes de Aragón. Ahora esta serie de arcos apuntados perfectamente conservados custodian la biblioteca municipal.
Ya que hemos entrado de lleno en el plano cultural no debemos olvidar un destacado personaje que, con permiso del omnipresente Fernando el Católico, da lustre al nombre de SOS: el director de cine Luis García Berlanga. SOS del Rey Católico se convirtió en un plató al aire libre para acoger en el verano de 1985 el rodaje de una de las más divertidas películas del cineasta valenciano: La Vaquilla. Debido a su repercusión, la localidad rinde tributo a Berlanga con una estatua en la subida al castillo y con doce sillas de director de cine talladas en bronce, que decoran cada uno de los rincones donde se rodaron las escenas más conocidas. ¡No está de más ver de nuevo esta excepcional cinta antes de visitar la villa!
Sos del Rey Católico sorprende en cualquier estación del año, pero podemos hacer coincidir nuestra visita con el 20 de enero, purgando nuestros males en las hogueras de San Sebastián; con el 10 de marzo, el día más importante para los sosienses, en el que se conmemora con todo tipo de actos el nacimiento de Fernando el Católico; o con el primer fin de semana de agosto, cuando se celebra la feria medieval Feria de Alternativas Rurales del Prepirineo.
Por último, no olvidemos sentarnos ante una buena mesa. Nuestra recomendación: el restaurante 'La Cocina del Principal', remodelado recientemente, uno de los clásicos de la villa. Podemos degustar elaborados platos con verduras como la alcachofa, el cardo o la borraja y una magnífica variedad de carnes rojas. Cocina tradicional en un ambiente aderezado con jazz y blues. Un placer para los cinco sentidos. Si estamos de café o merienda, el 'Parador de SOS' es otra opción ganadora, con una terraza y unas vistas de las que dejan huella.
Así es como tu paseo-desconexión por SOS del Rey Católico está protegido por un poderoso rey, por unos magníficos vestigios históricos, por unas impresionantes vistas desde lo alto de una peña, por uno de los más geniales directores de cine y por un yantar exquisito. Y la calma de SOS. ¿Qué más se puede pedir?