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No hay reloj más silencioso que el de sol. Cuando cuenta con luz suficiente, proyecta su sombra sobre el tablero, precisando la hora solo para quien se detenga a mirarla. Discretos, antaño indispensables, hoy adquieren el valor que les otorga su antigüedad y estado de conservación.
Al menos 14 relojes de sol se cuentan en Porrera (Tarragona), una curiosa profusión de este tipo de relojes que solo tiene parangón en el número de bodegas operativas, al menos diecisiete. Ambas cifras son extraordinarias en este pueblo de poco más de 400 habitantes.
Enclavada en una zona vinícola de prestigio, es Porrera un representante de algunos de los mejores vinos del Priorat. No es posible pasar por alto que entre sus ilustres bodegueros cuentan con el cantautor Lluis Llach y que algunas bodegas arquitectónicamente sorprendentes, como la de ‘Ferrer i Bobet’, están en su término municipal.
Catorce relojes de sol han configurado una ruta que es, a la vez, una oportunidad de callejear por esta localidad de empinadas y estrechas calles que conducen a recodos muy fotogénicos. Catorce son los relojes oficiales, pero paseando por las calles uno descubre que hay muchos más, pues algunos vecinos se han animado a colocarlos en las paredes de sus casas. Al parecer, si la fachada está totalmente orientada al sur, existen relojes cerámicos relativamente fáciles de instalar y bastante precisos.
En los días nublados los relojes enmudecen y solo si algún rayo de sol se cuela entre las nubes, se proyectan fugazmente sus varillas y parecen respirar aliviados por haber cumplido su función, aunque sea por unos segundos.
En los relojes de sol en general suelen abundar las inscripciones en latín y los números romanos. Además de los lemas religiosos que recuerdan por ejemplo que Hora est orandi -es la hora de rezar; en muchos de ellos se habla del famoso Carpe diem, aprovecha el momento- o aluden al Memento mori -recuerda que morirás-. Sin embargo, en los relojes de Porrera apenas encontramos inscripciones y la mayoría de ellos utilizan la numeración arábiga en vez de la romana. Cierto es que ninguno está en un edificio religioso, son todos civiles.
Porrera fue fundada en 1163 y estuvo bajo la jurisdicción de la Cartuja de Scala Dei durante siglos. Tras las desamortizaciones eclesiásticas el panorama económico cambió en esta localidad que, siendo pequeña, es una de las mayores del Priorat.
Las llamadas casas pairales, que pertenecían a las familias más acomodadas de la zona tomaron su protagonismo. Y una de las manifestaciones de su poder y rivalidad de unas con otras fue la instalación de relojes de sol cada vez más grandes en sus casas solariegas. La competición sembró de relojes de sol las calles de esta tranquila villa a orillas del río Cortiella. Esto ocurrió en el siglo XIX, sobre todo desde 1836, años en los que están datados la gran mayoría de los relojes de Porrera.
Dos relojes de sol destacan entre el resto por motivos diametralmente opuestos. Por una parte, en uno de los muros de Porrera se puede apreciar uno de los relojes de sol más grandes de Cataluña: El Portal. Se trata de una obra firmada por Jaume Assens i Simó en 1858, pintado bajo una técnica mixta: al temple y al fresco. La última restauración realizada en 1995 permite leer su autodefinición: “Reloj meridional declinante de 25 grados al Oriente y altura de Polo 41 grados y 6m”.
Alrededor de las horas marcadas en números arábicos figuran los siguientes versos latinos: “Inclita laus justis impenditur haeresis horret. Garrula grex, gratus, faustos gratatur honores”, y también la instrucción con las que el creador quiso desafiar al observador: “Tú que mirándome estás, atiende bien lo que te digo, esto tiene gran sentido, a ver si lo entenderás...”.
Este jeroglífico de grandes dimensiones y comparable dificultad fue una incógnita para generaciones de habitantes de Porrera, curiosos y turistas. Nadie daba con su significado, hasta que recientemente, en un libro de gnomónica del Padre Vicent Toscá (1651-1723), se halló la solución a tamaño juego de palabras. Las palabras en latín -doce exactamente- equivalen a los doce meses del año y, realizando unas operaciones con la primera letra de cada una de ellas, mirando este reloj se puede saber el día en el que el sol entra en cada uno de los símbolos del zodiaco. Misterio resuelto.
El segundo de ellos es un reloj de sol orientado al norte que, por definición, es totalmente inservible. Así es el llamado En Castell, copia de otro que se encuentra en una masía fuera del casco urbano. Este reloj de sombra hace un guiño divertido a todos los turistas que buscan relojes por Porrera y espeta en una frase que solo rima en el original catalán: “Qué mires mussol, si aquí mai toca el Sol” (“Qué miras búho, si aquí nunca da el Sol”).