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Esta ruta, encajonada en una reserva natural fluvial, es una de las más codiciadas del verano malagueño. Más aún tras dos años en los que, debido a la pandemia, su acceso estaba restringido. El verano de 2022 es el de la vuelta de los visitantes, que encuentran un entorno natural regenerado y un paraíso en plena montaña. La caminata es sencilla, transcurre por el propio cauce -que rara vez cubre más allá de las rodillas- y con una pendiente media tan pequeña que ni te enteras de que estás ascendiendo. Es adecuada incluso para los más pequeños de la casa, aunque su longitud -once kilómetros, solo ida- hace recomendable no cubrir todo el recorrido con ellos.
Niños y adultos alucinan al adentrarse en estrechamientos de piedras calizas que se levantan a más de 20 metros de altura. Son los llamados cahorros, que se alternan con zonas amplias y pozas cristalinas, como la que aparece a apenas cuatro kilómetros después del inicio de la ruta.
Allí, donde el agua es retenida por piedras y troncos, solo el chapuzón en esta charca fresquita, pero no helada, ya merece la pena el esfuerzo de la caminata. Los más aventureros pueden seguir adelante hasta completar los once kilómetros de trayecto -y unas cuatro horas de camino-. Más allá también se puede continuar, pero el sendero se vuelve peligroso y complejo, solo para expertos. ¿Para qué arriesgarse?
La primera media hora de paseo es, quizá, la más dura. Hay que superar la pista y adentrarse en el cauce del río, tan ancho como seco. El agua comienza a surgir poco a poco de la tierra, pero paciencia, porque un poco más adelante el lecho se estrecha y ya, sí o sí, tendrás que caminar por el agua. Es momento de recordar que no solo hay que mirar hacia abajo para cuidar dónde pisas, también hay que ir muy atento a tu alrededor.
Con un poco de atención es posible divisar algún lagarto ocelado tomando el sol junto al río, enormes sapos parteros, preciosas y juguetonas mariposas, complejas redes de araña y libélulas que parecen estar de luto porque tanto su cuerpo como sus alas son negras. Puede que divises, más allá, algún ejemplar de cabra montés: el calor aprieta y aquí toda la fauna baja al río para saciar su sed. Que se lo digan a los jabalíes.
La ribera está plenamente cubierta de vegetación. Hay mayoría de pinos -con ardillas correteando por sus ramas- pero es fácil encontrar sauces, fresnos, algarrobos y ejemplares mediterráneos como el boj balear. Sorprende el aroma de las higueras y el que dejan en el aire plantas como romero y tomillo, que se esconden entre lentiscos, palmitos, brezos, juncos, zarzaparrillas o las coloridas adelfas.
Más allá, en la parte alta de los desfiladeros, el perfil montañoso dibuja a lo lejos la cima de algunas de las cumbres de la comarca de la Axarquía como El Cielo, El Cisne, El Almendrón o El Lucero, a los que se puede ascender por exquisitos senderos. Siempre, eso sí, fuera del verano, para evitar las altas temperaturas.
Precisamente el calor es el que desaparece al caminar por el río, cuyo sinuoso recorrido va cambiando de manera permanente. También es habitual verse obligado a pasar por encima o por debajo de árboles derribados por las lluvias, una cómoda yincana, que hace más entretenido si cabe el paseo. A cada pocos metros el cauce se vuelve estrecho entre paredes calizas con formas singulares o gana en anchura y genera minúsculas playas fluviales.
En una de ellas destaca un gran algarrobo que da sombra a un rinconcito perfecto para hacer la primera gran parada. A su lado hay una gran poza que cubre hasta la cintura y en la que darse un buen baño sin prisas. Tras el descanso y con las fuerzas respuestas, la ruta tiene la siguiente parada un par de kilómetros más arriba, donde se ubica el Vado de los Patos, otra piscina natural con una pequeña cascada incorporada que hace las delicias de los centenares de personas que se acercan hasta aquí cada día de la temporada estival. Los fines de semana de julio y agosto la cifra llega a alcanzar las 3.000 personas, según los cálculos del Ayuntamiento de Nerja.
La cascada se alcanza entre dos y tres horas después del inicio de la ruta senderista -según el ritmo de cada cual- y es el momento de decidir si retomar el camino de vuelta o continuar ascendiendo hasta una presa unos cinco kilómetros más arriba. Para quienes no estén muy duchos en el montañismo es el mejor momento de parar, nadar en la poza y disfrutar con calma del entorno natural. Quienes sean más expertos pueden seguir, siempre teniendo en cuenta la hora, para no volver después de que caiga el sol, cuando el camino se vuelve peligroso.
La vuelta, como buen descenso, es más cómoda que la ida. Es el momento de ir pensando dónde pasar la tarde para seguir descubriendo Nerja y su entorno. El Balcón de Europa, con majestuosas vistas al Mediterráneo, o la playa de Burriana, al este de la localidad, son dos grandes posibilidades. Otra de las más atractivas es el paraje natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo, con pequeñas calas salvajes y los mejores fondos marinos de la provincia de Málaga. ¿Necesitas más?
La ruta es tan sencilla como divertida, pero no por ello hay que olvidar un equipamiento mínimo. La caminata hasta la primera gran poza se alarga durante unas dos horas -solo ida- y hasta la cascada alrededor de otras dos más. Así que sea cual sea la opción elegida, hay que echar agua y alimento -lo mejor, fruta- en la mochila. El trayecto se realiza casi siempre en sombra, pero es recomendable cubrir la cabeza para evitar problemas con el sol. Y un bastón ayudará a evitar inoportunas -y refrescantes- caídas.
Lo más importante, eso sí, son los pies: el recorrido es íntegramente por agua, así que es imprescindible calzarse unas zapatillas para evitar resbalones y cortes con las infinitas piedras del río. Mejor olvidar escarpines o chanclas. Apostar por unas viejas botas o calzado deportivo -que se irá rompiendo a medida que caminas- es la mejor opción en el Chíllar.
También lo es aparcar en alguna de las zonas habilitadas tanto al inicio como al final de la calle Mirto, muy cerca del puente de la autovía A-7. Ten cuidado porque en la pista que desciende hasta el río está prohibido aparcar. Y, recuerda, esto es un parque natural, así que hay que cuidarlo al máximo desde que aparcas hasta que vuelves al coche. Como suelen decir los buenos senderistas: “deja el campo mejor de lo que te lo encontraste”.