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A El Porvenir no se llega por casualidad: a El Porvenir se va porque se tiene un objetivo. Al menos, esto fue así durante muchas, muchas décadas. La razón es bien sencilla: surgida de la evolución -o podríamos decir, revolución- que vivió la capital andaluza a comienzos del siglo XX con la celebración de la Exposición Iberoamericana, este barrio de elegantes casas de estilo regionalista y apacibles calles y avenidas tenía un fin eminentemente residencial.
Eso es algo que se sigue percibiendo hoy día: pasear por sus recovecos es abrir bien grandes los ojos asombrados por el esplendor de sus fachadas de ladrillo visto, cerámicas trianeras y azulejos. Muy cerca, en la Avenida de la Palmera, aún resisten al tiempo los enormes edificios que en el 29 alojaron los pabellones de muchos de esos países que tuvieron representación en el evento.
Sin embargo, ese ritmo pausado predominante en el vecindario, desde hace unos años ha venido siendo regado de cada vez más vida: atraídos por la paz que se respira en él, comenzó a abrir en sus calles algún que otro restaurante y bar de copas, pero también concept stores y tiendas de diseño que, poco a poco, ha transformado El Porvenir en todo un must sevillano. Hoy, no es extraño cruzarse con visitantes extranjeros, paseando o bicicleta, que se animan a explorar este rincón hispalense auténtico y singular.
Podría considerarse que su inmensa extensión de jardines y parterres rodea y marca el límite del barrio, pero no hay duda de que, su día a día, se halla en absoluta relación con el vecindario. Hablamos del exuberante Parque de María Luisa, pulmón verde de la ciudad y uno de los claros reclamos de ocio, tanto para sevillanos como para turistas.
¿Su historia? Relatada muy brevemente, cuenta que antiguamente fueron los jardines privados del Palacio de San Telmo, pero que en 1893 la infanta María Luisa Fernanda de Borbón, también duquesa de Montpensier, decidió donarlos a la ciudad. El encargado de transformarlos en los despampanantes jardines públicos que son hoy fue el ingeniero Jean-Claude Nicolas Forestier, también era conservador del bosque Boulogne de París.
Con vistas a la Exposición Iberoamericana del 29 se decidió ampliarlos añadiéndoles dos zonas: la Plaza de América y la Plaza de España. Para disfrutar de ambos escenarios, no hay nada como optar por el paseo sosegado: caminar relajadamente por la siempre ambientada Plaza de España para empaparse de su esencia es uno de los planes obligados al dar el salto a El Porvenir. Obra del genio sevillano Aníbal González, el espacio abruma por igual a locales foráneos con su grandeza -50 mil metros cuadrados, ni más ni menos- sus dos inmensas torres, su canal colmado de barcazas y sus 48 bancos -uno por cada provincia española-. Aquí la arquitectura regionalista es la protagonista.
También lo es, obviamente, en la Plaza de América, diseñada igualmente por el hispalense. Un coqueto rincón del Parque de María Luisa en el que se hallan tres edificios icónicos de la ciudad: el Pabellón Mudéjar, que hoy acoge el Museo de Artes y Costumbres Populares; el Pabellón Real, y el Pabellón de las Bellas Artes, sede del Museo Arqueológico de Sevilla. Una vez empapados de la magia y del patrimonio del barrio que nos ocupa, será el momento de explorar su lado más disfrutón: el gastronómico.
Cada vez se hace más complicado encontrar una mesa libre en 'Estraperlo', incluso si es un día cualquiera entre semana. Quizás será que su cocina consciente, ecológica y de temporada, esa que Pablo Rodríguez se encarga de defender entre fogones con honestidad y esmero, se ha hecho fuerte entre las guías extranjeras. La cuestión es que, a pesar de no hallarse en el epicentro de la ciudad, entre sus clientes se escuchan muchos más idiomas además del español.
Sin embargo, cuando Ana Sánchez, la madre de Pablo, con el apoyo de sus hermanos Beatriz y Carmelo -Pablo aún se encontraba en aquello años viviendo en Edimburgo-, apostaron por montar este negocio, fue el vecino local el que le echó un cable. El proyecto ha evolucionado en estos años, sí, pero la esencia sigue siendo la misma: 'Estraperlo' es un punto de encuentro para quienes defienden el contacto directo con los productores, quienes sienten preocupación por una alimentación rica y respetuosa con los tiempos, pero no quieren dejar de disfrutar.
Y así es el ambiente que se respira en su local de la calle Santa Rosa, un coqueto espacio con terraza y cocina abierta en el que, hasta no hace mucho, había una sección dedicada a tienda de productos ecológicos. Ahora planean seguir con esta parte del negocio en un local vecino, ampliando así el número de mesas que ofertar en su interior. Muy cerca, en el Mercado del Porvenir, cuentan además con un espacio en el que organizan talleres de cocina. En su carta, maravillas surgidas del talento de Pablo, a quien es fácil encontrar concentrado entre fogones elaborando delicias como sus mejillones al vapor con leche de coco y jengibre, o su tartar de atún rojo sobre ajoblanco y pan Carasau. Pura exquisitez.
Pero si 'Estraperlo' define los tiempos actuales, con solo girar la esquina es posible viajar en el tiempo al pasado. Y no a cualquier época: hablamos de dar un salto hasta 1926, año en el que Don Blas Palacio, oriundo de Taniñé, un pueblo de Soria, llegaba a Sevilla y decidía abrir la puertas de 'Casa Palacios' (c/ Progreso, 7), uno de esos bares/tienda de ultramarinos con solera que definen a la perfección la idiosincrasia sevillana. Tras la misma barra en la que Blas atendió a sus clientes casi 100 años atrás, y que luego conquistaría su hermano, y el hijo de su hermano, se halla hoy Juanma Palacios, tercera generación de la familia.
“En el 29, con motivo de la Exposición Iberoamericana, la tienda tenía muchos clientes porque este era un barrio residencial. Todo lo compraban aquí, en esa época no había supermercados”, cuenta Juanma. “Cuando se acabó la exposición la gente tenía que saldar sus cuentas pendientes, y el Pabellón de Cuba no tenía suficiente dinero para pagarlo, así que ofreció hacerlo con madera de caoba del propio pabellón”, continúa. La vista se va entonces irremediablemente a la barra y las alacenas del local, mientras que Juanma asiente: efectivamente, esa misma madera continúa presente en el bar.
Sobre la barra, el papel de estraza hace de recipiente para todo tipo de chacinas, quesos y conservas. Sabores de la tierra que han sido siempre seña de identidad de este singular rincón en el que también hay lugar para una sala de catas de vinos e incluso para eventos privados de showcooking.
Muy diferente, sin embargo, es lo que se encuentra uno al traspasar las puertas de la exclusiva casa señorial que, desde 2021, aloja la emblemática 'Casa Ozama' (Avda. de la Borbolla, 59). Este proyecto del grupo Ovejas negras supuso una revolución en su apertura: apostó entonces por El Porvenir suponiendo un revulsivo para el barrio. ¿La razón? Su propuesta rompedora, que desafiaba todo tipo de convencionalismos, la puso en el radar a nivel nacional.
La propiedad fue la residencia particular de la familia Crespo, que arribó a Sevilla a principios del XX después de pasar una época por las islas caribeñas haciendo fortuna. Ozama, de hecho, es el nombre de uno de los ríos más importantes de República Dominicana: ahí va una pista. Después de funcionar como vivienda y como edificio de oficinas, llegó a manos de Ovejas Negras, que transformó sus 2.000 metros cuadrados en pura fantasía. Del edificio primigenio se han conservado suelos y puertas, arcos interiores o la fachada exterior. Espacios que hoy alojan salones colmados de mesas listas para el disfrute, pero también reservados, rincones clandestinos o lugares comunes con cebras, elefantes e incluso un avestruz como protagonistas.
Sentarse en su patio particular, un despampanante espacio verde repleto de rosas y palmeras que bien parecen una extensión del propio Parque de María Luisa, es todo un lujo: el enclave ideal para rienda suelta a un festín gastronómico con platos como el steak tartar de vaca vieja cortado a cuchillo; la alcachofa con yema, panceta Casa Alba y alcaparras fritas; o el Limones, una crema de limón con merengue y albahaca para acabar la experiencia de la manera más dulce.
Y los proyectos gastro no cesan: ahí están restaurantes como 'Leña al Lomo' (c/ Progreso, 14), especializado en carne, o 'Estragón' (c/ Felipe II), con una oferta sin gluten que lo convierte en el paraíso de los celíacos. También el Mercado del Porvenir (c/ San Salvador, 18), donde se aloja 'Otaola' con sus exquisitos arroces.
En una bellísima casa señorial centenaria, haciendo esquina entre las calles Progreso y Colombia, otros grandes embajadores de El Porvenir: la chef Camila Ferraro y el sumiller y jefe de sala Robert Tetas llevan años ofreciendo, desde 'Sobretablas', alta cocina tanto a sus fieles clientes como a aquellos que vienen motivados por sus múltiples reconocimientos -Big Gourmand, 1 Sol Guía Repsol, Cocinera Revelación Madrid Fusión 2020 o finalista en el concurso a Mejor Sumiller de España en 2018 y Mejor Sumiller de Andalucía en los Premios Entremesas 2021, por solo citar algunos.
Infinitos reclamos más que justificados en cuanto se prueba cualquiera de las propuestas de su carta maridadas con los vinos más aplaudidos -ojo, porque hablamos de más de 750 referencias en bodega- y en el apacible ambiente de cualquiera de sus salones. ¿Qué tal una ventresca de atún rojo con ajoblanco y quinoa? ¿O una delicada tortilla de gambas? Nada como saborear la endibia con emulsión de ibérico o su ya tradicional langostino con chicharrones. Sencillamente, espectacular.
Dejamos el buen yantar atrás para centrarnos en otro placer: el de ir de compras. Y en eso, El Porvenir, también ha adquirido gran experiencia: no son pocos los emprendedores que, con ideas de lo más genuinas en mente, se decantaron por este pedacito de Híspalis para darles vida.
Es lo que sucedió con 'La Mansa' (c/ Valparaíso, 14), el negocio que arrancaron Eduardo y María Barbé, padre e hija, tras viajar por el mundo y descubrir verdaderas maravillas artesanales hechas en los rincones más insospechados del globo. Decidieron crear su propia marca y trabajar con esas pequeñas comunidades, basadas sobre todo en Centro y Sudamérica, para dar forma a productos de todo tipo. Por eso, visitar su tienda en El Porvenir es como explorar el mundo, adentrarse en otras culturas.
Los bolsos Wayuu que cuelgan de una de las paredes han sido elaborados por artesanos de La Guajira, en Colombia, con los que llevan trabajando mano a mano desde hace más de 10 años. Pero también están los bolsos Shigras, manufacturados con fibra de cabuya en una comunidad muy cercana a Quito, Ecuador. O los coloridos mexicanos bautizados como Kaloval, que significa “gracias” en tzotzil, dialecto del norte de Chiapas, en México: hechos con algodón orgánico, se tejen a mano mediante el telar de cintura, una técnica textil prehispánica. Los cinturones de Guatemala son otro reclamo: el complemento más vendido de la tienda.
También celebran el diseño, solo que, en esta ocasión, más cercano al de los países nórdicos, en 'Malmö The Store' (c/ Juan Pablos, 15), donde Emilio Morilla defiende una oferta enfocada a la mujer. Vestidos y blusas, pantalones y faldas tienen cabida en su espaciosa tienda de techos eternos en la que las clientas encuentran un producto de calidad y versátil, elegante y original, que le sirve desde para ir al trabajo hasta para acudir a un evento.
“Para compensar las marcas escandinavas, también hay hueco para lo local”, comenta Emilio: diseñadoras y artesanas, siempre femeninas, cuentan con su espacio. Así, hay bisutería de OMI Touch, bolsos de My Wander y trajes de baño hechos con tejidos italianos de Gogana. Firmas hispalenses 100%. Aunque el fuerte, según defiende Emilio, es su asesoramiento personalizado. Un trato directo y sincero que se fomenta con los numerosos eventos privados que para su clientela. Un espacio sorprendente, sin duda, que afianza el carácter de El Porvenir.
También a la moda, pero muy enfocado igualmente al hogar, está 'The Nook Store' (c/ Progreso, 39), donde las prendas fabricadas en España y en países como India comparten espacio con manteles y menaje de cocina, lámparas, cojines y mantas. Un proyecto en cuyas bambalinas se hallan Ana y Carmen Gallardo, dos hermanas amantes de las cosas bonitas que llevan seis años aportando más variedad si cabe a este vecindario colmado de atractivos. Lo complicado será marcharse de allí sin nada. Una muestra más de que El Porvenir, no cabe duda, puede considerarse el nuevo place to be sevillano. Un enclave que bien merece la pena descubrir.