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Hay muchas razones para visitar Gijón y Oviedo, pero hay un aspecto que puede pasar desapercibido para el viajero que se decida a adentrarse en el corazón de Asturias. Las dos ciudades se complementan para hacer un recorrido por la historia del arte desde prácticamente sus orígenes hasta nuestros días. Y no hay tantos sitios en el mundo en los que algo así sea posible en un área de 30 escasos kilómetros.
Apenas separado del núcleo urbano de Gijón podemos visitar el asentamiento que dio origen a la ciudad: el Parque Arqueológico-Natural de la Campa Torres. Ofrece unas vistas magníficas de la ciudad, del Cantábrico, de las imponentes áreas industriales de Gijón y del puerto del Musel. Una vez que superamos el centro de recepción de visitantes, atravesamos por un sendero plagado de paneles informativos. Siguiéndolo, encontramos los restos de un poblado habitado por los cilúrnigos, uno de los primeros pueblos que habitaron la zona. Es posible observar los restos de la muralla y el foso defensivo, pero también los cimientos de sus viviendas. El poblado, al ser ocupado por los romanos, pasó a denominarse oppidum de Noega. En esta costa cantábrica situaban uno de los límites del mundo conocido.
En la Campa Torres podemos ver dos reconstrucciones de viviendas. Una anterior a la romanización y otra de los tiempos de conquista. En el museo del parque, ubicado en un antiguo búnker de la Guerra Civil, encontramos abundante información sobre los hallazgos de la zona y sobre su historia. Por ejemplo, se nos explica que este enclave estuvo dedicado a la forja de piezas de bronce y oro.
El paseo termina en un faro que contiene otro pequeño museo. A pesar de que el faro actual fue inaugurado en 2005, se baraja la hipótesis de que en la zona pudo existir un faro en tiempos de Roma. En el Museo Arqueológico de Oviedo hay otros hallazgos descubiertos en la Campa Torres. En el mirador que rodea al faro, las vistas a los enormes y puntiagudos islotes que surgen del Cantábrico son tan vertiginosas como bellas. Un sitio excelente para contemplar las numerosas aves de este entorno.
Gijón está poniendo en valor su origen romano mediante la iniciativa Gijón Romano, llevada a cabo por los museos de la ciudad. Los primeros asentamientos se produjeron en Cimadevilla, una península cercana al centro urbano en la que se ubicaba un barrio de pescadores. Hoy está plagada de tabernas donde la sidra fluye sin parar. En ella encontramos numerosos locales para degustar platos locales: desde el famoso y omnipresente cachopo hasta unas buenas sardinas, como las que sirven en 'El Planeta'. Un restaurante popular con vistas al Puerto Deportivo en el que degustar este pescado acompañado por una botella de sidra.
A unos cientos de metros, en el paseo marítimo del Puerto Deportivo, el cocinero Agripino García, Pino, lleva las riendas del comedor del Club Marítimo Astur. Como cuenta el propio Pino, su fama como cocinero en Gijón viene dada de otro restaurante en el que trabajó: "la gente solía encargarme arroces y fueron haciéndose cada vez más conocidos". Pino rompe con algunos tópicos culinarios. Ante un espectacular cachopo explica que conoció este plato, antes de que se pusiera de moda, hecho con pescado y no con carne.
Volviendo a Cimadevilla uno de sus puntos clave es el yacimiento-museo de las Termas Romanas de Campo Valdés, ubicado en el subsuelo. El visitante encuentra abundante información sobre las propias termas y sobre el origen romano de Gijón. Resulta interesante conocer en este espacio que el hallazgo de las termas se produjo por los efectos de los bombardeos sobre Gijón en la Guerra Civil.
Las termas están a pocos metros de la Playa de San Lorenzo, la más grande y popular de la ciudad. Aunque hay que tener en cuenta antes de ir a bañarnos si nos encontraremos con pleamar o bajamar. Las mareas aquí son tan intensas que prácticamente hacen desaparecer la enorme playa en la pleamar. En Cimadevilla, también se pueden visitar a pie de calle algunos restos de la muralla romana junto a un edificio emblemático: la Torre del reloj.
Oviedo está a media hora en coche de Gijón, pero las diferencias entre ambas ciudades son importantes. El recorrido por Oviedo se puede iniciar en la fuente de Foncalada, situada en pleno centro. Esta fuente medieval ha sido usada ininterrumpidamente desde hace siglos, como atestiguan las fotos de Ruth M. Anderson para la Hispanic Society que pudimos ver en una exposición del Museo Arqueológico de Oviedo. En una de estas imágenes se puede ver a numerosas mujeres lavando en la fuente hace cien años.
En la ciudad de La Regenta los principales atractivos son las iglesias prerrománicas. No en vano están consideradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO entre otros monumentos de Oviedo, como la ya mencionada fuente de Foncalada. Estas construcciones fueron un rayo de luz en la época oscura del medievo, pues con ellas comienzan a recuperarse elementos prácticamente perdidos desde los tiempos de Roma, como el arco de medio punto. Así lo explica la historiadora del arte y profesora de la Universidad de Oviedo Carmen Adams en el libro El Arte Asturiano. Un libro que nos recomendaron en el Centro de Recepción e Interpretación del Prerrománico para conocer mejor la historia del arte en Asturias.
Según esta historiadora los vestigios más antiguos de la ciudad medieval se hallan en el interior de la Catedral de Oviedo, en la denominada Cámara Santa. Un lugar lleno de grupos de turistas. La razón de que haya tantos visitantes en este espacio seguramente es un trozo de la túnica que se piensa que cubrió el rostro de Jesucristo. En el mismo edificio se halla la Cripta de Santa Leocadia, uno de los lugares más antiguos de la ciudad. Merece la pena esperar a que esté vacía. En la penumbra de la cripta casi puede palparse la oscuridad del mundo medieval.
Muy cerca del centro de la ciudad se encuentra San Julián de los Prados. La iglesia, como se detalla en nuestro libro de cabecera, es anterior a las de Santa María del Naranco y la de San Miguel de Lillo. Durante la visita nuestra guía, María Isabel Díaz, explica cómo fueron realizadas las pinturas al fresco que se conservan. Unas pinturas que fueron recuperadas tras permanecer durante años escondidas tras la cal que cubría las paredes. Como curiosidad, en estos frescos no aparecen figuras humanas ni de animales.
Pero si hay un sitio especial en Oviedo ese es el monte Naranco, desde el que se divisan unas excelentes vistas de la capital asturiana. En él destaca la pequeña iglesia de Santa María del Naranco, conocida mundialmente por ser uno de los mejores ejemplos del prerrománico europeo que se conservan. A pocos metros de ella está la iglesia de San Miguel de Lillo, también muy relevante y en cuya última restauración han aparecido nuevas pinturas. Ambas iglesias están rodeadas de prados y de bosques, en los que es fácil encontrar vacas pastando plácidamente tras las vallas de las granjas cercanas. La visita invita disfrutar del entorno y descansar sobre la hierba, siendo un sitio inmejorable para almorzar y sestear, si el tiempo acompaña.
Muy cerca de ambas construcciones está el Centro de Recepción e Interpretación del Prerrománico. Es aconsejable preguntar por su ubicación, pues a pesar de encontrarse muy cerca de los templos está algo escondido en el bosque. Sus paneles informativos y los vídeos que se proyectan permiten comprender mejor el valor de estas construcciones medievales. A propósito, el acceso a las iglesias del monte Naranco y a la de Julián de los Prados no puede realizarse libremente. Es obligatorio ir acompañados por guías. Por lo que conviene informarse previamente en la web de Santa María del Naranco y en la de San Julián de los Prados sobre los horarios de las visitas.
Del siglo IX, en el que se edificaron estas iglesias, saltamos al siglo XIII, que es cuando se levantó la catedral gótica de Oviedo. Su construcción se prolongó hasta el siglo XVI. En su interior está la Cruz de la Victoria. Como se explica en la Cámara Santa de la Catedral, esta cruz tiene un importante valor artístico y simbólico, ya que es el emblema de Asturias y aparece en su bandera. Antes de abandonar el entorno de la Catedral es buena idea visitar el Museo Arqueológico de Gijón, en el que se exponen piezas provenientes de las iglesias prerrománicas asturianas y algunos vestigios del pasado romano de Gijón y de sus primeros pobladores.
De vuelta a Gijón damos un salto en el tiempo hasta una de las construcciones más peculiares de la España franquista: la Universidad Laboral, construida entre 1946 y 1956. Actualmente se denomina Ciudad de la Cultura. De ella llaman poderosamente la atención sus descomunales dimensiones. Para hacernos la idea de su tamaño basta con saber que su interior alberga la sede de Radiotelevisión del Principado de Asturias, LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, el Centro Integrado de Formación Profesional, la Escuela de Arte Dramático, el Conservatorio Profesional de Música y Danza, una iglesia, una cafetería, un teatro, y la Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales Jovellanos. Y todo ello bajo una inmensa torre que se eleva a 129,25 metros sobre el suelo. Se puede acceder a ella, como al resto del complejo, en visitas guiadas.
En el punto de información de una de sus dependencias más importantes, LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, explican que La Laboral fue casi abandonada en la década de los 80. La arquitectura rabiosamente moderna de este centro de arte contemporáneo contrasta con la del resto del complejo. Además de exposiciones, en LABoral organizan talleres y se promueven residencias de artistas para que desarrollen sus proyectos. Una de sus últimas exposiciones la ha protagonizado la instalación sonora Prat, en la que el artista Edu Comelles simula sonidos en una sala plagada de altavoces de los prados asturianos.
Otro de los atractivos que tiene visitar La LABoral es comer en la terraza de su restaurante, desde donde se divisa el cercano Jardín Botánico Atlántico de Gijón, hacia el que nos encaminamos. En la recepción nos indican que se divide en varios espacios a lo largo de sus 25 hectáreas. A pesar de abrir sus puertas en 2003, en su interior se puede encontrar el jardín de la Isla que, según nos explican, tiene más de un siglo y medio de antigüedad. En su moderna y cuidada cafetería reponemos fuerzas con un estupendo café antes de visitar este enorme laberinto verde.
Volvemos con tiempo suficiente al centro de la ciudad para ver atardecer desde el mar. Para ello embarcamos en uno de los barcos que recorren en media hora el litoral durante el verano. Estos se pueden coger en la rampa de la Barquera, cercana a la que quizá sea la escultura más conocida de Gijón: la del Rey Pelayo. Probablemente el personaje más mítico de la intensa historia asturiana.