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De entre todos los meandros que forman el Ebro en su retorcido deambular, el de Flix quizá sea el más perfecto. Tanto que, de no ser por las construcciones del pueblo, puede que la erosión ya lo hubiera convertido en una isla, como pasó río arriba con Isla Mediana. Su forma caprichosa ha hecho que a lo largo de la historia sea uno de los puntos más codiciados para cruzar el Ebro a su paso por Tarragona, lo que explica la pequeña fortaleza de su punto más elevado. En ella se entiende bien por qué sus puentes y pasos de barca fueron clave en las idas y venidas de las guerras carlistas y la Batalla del Ebro.
Desde su torre mayor, mirando hacia el oeste, intuimos los bosques de ribera de la Reserva Natural de Sebes, que son uno de los mejores puntos para el avistamiento de aves en el Ebro y uno de los ecosistemas que mejor conserva las especies endémicas, particularmente sus peces, amenazados por otros exóticos invasores. Además, es un punto de producción ecológica del preciado aceite local. Recorremos estos hits del Ebro en una sencilla ruta en bici de apenas 17 kilómetros –que incluso puede atajarse a 12 kilómetros– desde la estación de Riba-roja d'Ebre a la de Flix, para volver disfrutando de las vistas del camino recorrido desde la otra orilla.
Junto a la estación de Riba-roja, un puente que cruza al margen izquierdo del Ebro y nos regala la mejor estampa del pueblo. El primer tramo se hace por un camino rural asfaltado con un leve subibaja, entre cortados calizos y olivares, mientras recorremos el primero de los dos meandros del trayecto, el de Riba-roja. No es tan perfecto como el de Flix, pero tiene poco que envidiarle en lo que se refiere a vistas: desde aquí, y justo antes de entrar en el área estricta de la Reserva de Sebes, ya podemos ver algunas de las islas y brazos fluviales que nos esperan.
Después de un descenso un poco abrupto pero muy corto, nos olvidamos del terreno ondulante para entrar de lleno en un paisaje típicamente de humedal. El primer observatorio que aparece es el Mas de les Cigonyes, frente a una charca, aunque le gana por goleada en encantos el siguiente, el de Lo Galatxo, con una pasarela por el bosque de ribera. Muy cerca se encuentra Mas de Pitoia, donde se encuentra el Centro de Interpretación del Camino del Sirga, o sea, el que permitía remontar embarcaciones con fuerza animal hasta que aparecieron las grandes presas. Además, en él también podemos hacernos con el aceite ecológico que se produce con las aceitunas de una finca cercana y que ayuda a sustentar este proyecto de conservación natural.
Un poco más adelante se encuentra Mas del Director, el centro de interpretación del parque, junto a la pasarela del carrizal y a más observatorios frente a una laguna. Aunque está ya prácticamente a la salida de la Reserva, es un lugar perfecto para descubrir algunas de las especies que lo habitan, como el aguilucho lagunero, uno de los símbolos de Sebes, la garza imperial, el martín pescador, la nutria, las tortugas o incluso los caballos de raza Camargo, que son una parte de la estrategia de la recuperación del hábitat.
Estrictamente, el Camino Natural del Ebro cruzaría el río por el puente de la presa, directamente hacia el casco viejo de Flix, pero seguirlo nos privaría de recorrer este meandro perfecto, que apenas supone seis kilómetros de pedales. Para disfrutarlo hay dos opciones. La más sencilla es ir junto a la orilla por un camino al abrigo del bosque de ribera, donde la única dificultad son cien metros de pedregal. La opción para valientes es subir una rampa abrupta por el carreterín que bordea el meandro por las alturas, y así alcanzar un mirador desde el que se consigue la foto más emblemática de esta parte del Ebro.
Sea como sea, al final del camino llegamos al pintoresco Pas de barca, uno de los últimos transbordadores fluviales que quedan en el río. Llegados a este punto, quizá interese saber que, hasta la segunda mitad del siglo XIX, el último puente del Ebro antes de su desembocadura era el de Zaragoza. En los momentos más florecientes llegó a haber 300 transbordadores en este tramo, pero ahora ya solo quedan seis como este. Es un servicio municipal gratuito que permite cruzar en cualquier momento para evitar bordear el meandro. Funciona de sol a sol para adaptarse a los horarios de los agricultores, nos cuentan en el Ayuntamiento.
Una vez cruzado el río alcanzamos el istmo de este meandro-península donde habita el casco viejo de Flix. En él, la Asociación La Cana, previa llamada, se encarga de abrir a visitantes las joyas de la localidad, con el castillo como buque insignia. Desde lejos cualquiera diría que es una más de las fortificaciones medievales que se asoman al Ebro casi en cada pueblo de la zona. Pero su nombre, Castell Nou, y su curiosa forma triangular dan pistas de que no es lo que parece: se construyó en 1874 como medida desesperada de los carlistas para defender el meandro durante la tercera y última de sus guerras.
La fortaleza pretendía custodiar el transbordador fluvial que había más o menos donde hoy se encuentra la presa, pero apenas resistió un par de meses el asedio liberal. La puntilla se la dieron, décadas después, los bombardeos de la Guerra Civil que buscaban el extinto puente de hierro, también cerca de la actual presa, por el que cruzaban los vehículos pesados del ejército republicano. Se reconstruyó en 2014, cuando se añadieron unas pasarelas de madera que, en los días de sol, la convierten en un escenario de lo más fotogénico. Ahora, además de un mirador de lujo, es un pequeño centro de interpretación de las dos guerras que sufrió, con fotos y mapas particularmente interesantes sobre la batalla del Ebro.
Los bombardeos arrasaron la mayoría de los encantos de la vieja Flix, pero al menos hoy la localidad puede presumir de ser una enciclopedia de los refugios antiaéreos de la época. Se sabe que al menos se excavaron doce para proteger a la población civil, uno de los cuales ha musealizado la Asociación La Cana, añadiendo unos modestos efectos especiales para hacer más realista la experiencia. Aquí encontramos carteles de época en los que indicaban a la población cómo debía comportarse durante los ataques, fotografías aéreas de los bombardeos, un par de proyectiles de la aviación alemana y hasta un pedazo del viejo puente de hierro, cuyas vigas sirvieron para reconstruir el pueblo durante la posguerra, como podemos ver en el soportal de la Plaza Mayor.
Si nos valemos de empresas de actividades al aire libre, como la local Rogles Aventura, puede que no haga falta cerrar el circuito, ya que hacen paquetes a medida para que puedas alquilar y devolver las bicis en lugares distintos. Incluso se podría combinar un trayecto en bici con otro en kayak, aunque habría que elegir entre navegar el meandro de Flix o la Reserva de Sebes, porque no hay manera de salvar la presa que los separa. En cualquier caso, la opción para los que viajan a su aire no está nada mal: un trayecto en tren disfrutando de las vistas del ancho Ebro con la Reserva de Sebes en la otra orilla. Hay cinco conexiones diarias de Flix a Riba-roja que hacen el recorrido en algo menos de diez minutos. Ojalá viajara un poco más despacio.