Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Ubicada en la frontera entre España y Portugal, en Ciudad Rodrigo también podemos encontrar un singular Museo del Orinal, una mascarilla mortuoria de Napoleón, una envidiable Feria de Teatro y una Plaza Mayor convertida en un rebosante coso taurino durante las fechas de carnaval, declaradas Fiestas de Interés Turístico Nacional.
A una hora de la capital charra, en dirección suroeste, se encuentra este municipio, una urbe distinguida con los títulos de “antigua, noble y leal” y parapetada por dos kilómetros de muralla excepcionalmente conservada. También cuenta con el reconocimiento de Conjunto Histórico Artístico y presume de ser uno de los pueblos más bonitos de España.
Los cientos de reses que pacen en las inmensas dehesas salmantinas amenizan el bucólico trayecto hasta llegar al asentamiento de la antigua Miróbriga, que les concede el gentilicio de mirobrigenses. Al menos, de manera oficial. Y es que los casi 12.000 habitantes de la villa son más conocidos popularmente como farinatos por su plato estrella: el farinato.
Alcachofas con jamón, champiñones con jamón, croquetas de jamón, fuente de ibéricos con jamón. Todo con jamón. Las cartas de los bares y restaurantes de Ciudad Rodrigo son el fiel reflejo de ese paisaje ibérico de Salamanca, por lo que no es de extrañar que el plato estrella de la gastronomía local sea un embutido. “La comarca es muy bellotera, hay muchas fincas con encinas de bellota de donde nace el ibérico de bellota y los propietarios de las fincas, los ricos, comían el chorizo con carne”, expresa el hostelero local Eugenio Bernal. “Sin embargo”, prosigue, “quienes menos recursos tenían, comían el chorizo sin carne”.
Así, los menos pudientes sustituían la chicha por manteca de cerdo -de ahí el apodo “chorizo del pobre”-, pan del día anterior, harina, un sofrito de aceite, cebolla y ajo, pimentón y anises. Todo ello daba lugar a una “bomba” de energía, con sabor a anís, barata y necesaria para coger fuerzas y hacer frente al frío, al hambre y a las duras labores del campo bajo el nombre de farinato, un alimento que perdura hoy en día, pero elevado a la categoría de delicatessen. “Antiguamente los pobres cambiaban con los ricos un kilo de jamón por un kilo de grasa de manteca porque les cundía mucho más”, explica el propietario del restaurante ‘La Bodega’ y primer farinatero de Ciudad Rodrigo.
En su establecimiento, el farinato es demandado tanto por turistas como por mirobrigenses sobre todo para almorzar, aunque su consumo es tan versátil como constante durante todo el día, ya sea en rodajas, en probadura, con patatas meneás o acompañado de unos huevos fritos para que la yema le aporte cierta suavidad al enérgico sustento, que también da nombre a las populares carreras de obstáculos Farinato Race.
La proximidad con la frontera lusa ha hecho que Ciudad Rodrigo se haya visto envuelta en los distintos conflictos bélicos que han enfrentado a España y Portugal a lo largo de la historia, tal y como nos explica Estefanía Mangas, guía oficial de turismo, quien nos acompaña en este paseo.
Con el objetivo de contribuir a la defensa de la ciudad, Fernando II mandó construir el primero de los dos recintos amurallados en el siglo XII. En la actualidad, la fortificación goza de un magnífico estado de conservación y sus dos kilómetros de longitud se pueden recorrer en lo alto de su adarve, desde donde otear la Sierra de Gata, intuir la Sierra de Francia y seguir el curso del río Águeda bajo el puente tardomedieval. En la zona de la catedral, junto a la fortificación, se hallan expuestas dos réplicas de cañones.
Pese a que su configuración es más regular que el baluarte de la vecina villa portuguesa de Almeida, la muralla de Ciudad Rodrigo también posee cierta forma estelar, origen del sobrenombre estrella de la frontera. Un diseño que no perseguía el aplauso artístico, sino una posición estratégica defensiva que provocaba el fuego cruzado con el enemigo. La sustitución de las almenas por cañoneras, el ensanche del adarve para la introducción de la artillería y las posteriores reformas son reflejadas con rigor en las esmeradas maquetas de Alberto Mateos, expuestas en la muestra sobre la Guerra de la Independencia que alberga la Oficina de Turismo.
Esta exposición también recoge los grabados originales sobre los horrores de la guerra de Goya, “reportero de excepción” del conflicto; una máscara mortuoria de Napoleón, que certificaba su defunción, e ingeniosas herramientas elaboradas a partir del reciclaje del armamento. Así. por ejemplo, una bala de fusil de muralla era empleada como una plomada pequeña de albañil; una bala de cañón hacía de contrapeso en una báscula de tipo romana, o incluso un trozo de cañón servía de gaita salamanquina, una flauta de tres agujeros.
Como resume Estefanía Mangas, la catedral de Santa María es el edificio de mayor riqueza artística de Ciudad Rodrigo y el de mayores dimensiones. “Las catedrales son edificios vivos, porque están en continuo cambio, y la de Ciudad Rodrigo responde a diferentes épocas y diferentes estilos: el templo es tardorrománico, de transición hacia el gótico, construido a finales del XII-XIII, aunque en su interior es más protogótico, con bóvedas de crucería y cierta altura”.
Sin embargo, lo que más llama la atención de su arquitectura no es la mezcla de estilos o su material de arenisca dorada, sino sus cicatrices: las marcas de cañonazos visibles en la fachada de poniente y en tu torre de las campanas. En palabras de la guía, estamos en la “zona cero” de la guerra, donde se concentraron los asedios de 1810 y 1812 en el marco de la Guerra de la Independencia tras lograr abrir una “brecha” en la muralla.
Mejor suerte corrieron las doce figuras situadas en la portada meridional o de las Cadenas. No se corresponden con los doce apóstoles, sino con personajes del Antiguo Testamento, como la reina de Saba, Moisés, Salomón o Jeremías. Ya en su interior, el altar de alabastro, el claustro, el pórtico del Perdón y el coro son algunos de los elementos más destacados de la seo, cuyo Museo Catedralicio atesora el Libro de Horas de Isabel la Católica, entre otras maravillas de gran valor.
Tras acceder a la catedral por las antiguas capillas, apreciaremos el altar de alabastro, tallado por el escultor italiano Lucas Mitata, de 1560. En el claustro, admiraremos la belleza de sus arquivoltas y columnas con capiteles vegetales.
En el Pórtico del Perdón -o de la Gloria- contemplaremos la lucida representación de los doce apóstoles, que flanquean a la Virgen en su coronación. Y, en la sillería del coro, descubriremos grabados de temática profana como imágenes eróticas, escenas de batalla, animales fantásticos o seres mitológicos, repartidos en sus 72 asientos.
Ir al baño es un acto tan placentero como vital que José María del Arco Ortiz, alias el Pesetos, quiso homenajear con el curiosísimo Museo del Orinal, una oda al primitivo instrumento donde acomodar nuestras posaderas y hacer nuestras necesidades fisiológicas. El singular Museo del Orinal de Ciudad Rodrigo abrió sus puertas en 2006 para mostrar al mundo una colección de más de 1.300 pericos, dompedros y palanganas donde hasta hace no mucho se evacuaban las aguas menores y mayores.
Los hay de loza, cerámica, latón, cristal de Murano, hierro, plata o platino. Poseen distintas formas y tamaños y proceden de hasta una treintena de países con historias de lo más random, que dirían los millennials. Así, encontramos orinales Bourdaloue, en homenaje a un predicador francés cuyos sermones eran tan extensos que los ciudadanos precisaban de su uso. De igual modo, también se expone el bacín diseñado por Gaudí para el marqués de Comillas o una reproducción del orinal regalado a los actuales Reyes de España, otrora Príncipes de Asturias, elaborado con cerámica china de finales del siglo XIX. No tiene ni gota de pérdida.
Si hace mucho que no envías una postal cuando viajas, la oficina de Correos de Ciudad Rodrigo te invitará a retomar ese bonito hábito con mucho gusto. La villa farinata posee una de las oficinas postales más bellas de España. Se ubica en la singular casa de los Vázquez, construida en el siglo XVI, deteriorada en la Guerra de la Independencia y reformada con sillares de otros inmuebles para ahorrar el gasto en cantera, motivo por el cual aparece un escudo de otra familia.
En sus orígenes fue propiedad de Francisco Vázquez, apodado como el Rico o el Indiano por sus andanzas en el Nuevo Mundo en busca de fortuna. Sin embargo, más tarde fue heredado por María de la Salud Bernaldo de Quirós y Bustillo, hija de los marqueses de Altares, y por su marido, José Manuel Sánchez-Arjona y de Velasco, sevillano que ostentó el cargo de regidor municipal y se ganó el sobrenombre del buen Alcalde.
Sus raíces andaluzas quedaron bien reflejadas en la reforma del edificio desde el suelo hasta el techo. Como dirían los habitantes hispalenses, da hasta coraje caminar sobre la preciosa azulejería sevillana en la que aparecen representadas escenas del Quijote. En el zócalo predominan las escenas de caza y, al alzar la vista, los artesonados neomudéjares y renacentistas acaparan toda la atención… aunque la figura de Miss Golondrina sobrevuela por todo el espacio. María de la Salud Bernaldo de Quirós y Bustillo fue la primera mujer en España en obtener el título de aviadora -en 1928-. Una hazaña por la que fue bautizada como Dama del Aire o Miss Golondrina. Más adelante, decidió emprender el vuelo en solitario y fue una de las primeras mujeres en divorciarse.
Durante nuestro paseo por Ciudad Rodrigo nos encontramos con un matrimonio de Canadá recién llegado desde Madrid. Se dirigen a Oporto, pero antes de continuar rumbo a Portugal han decidido hacer un alto en el camino en la ciudad salmantina porque estaba “on the way”. Algo similar ocurre con una joven pareja lusa con quien intercambiamos algunas palabras en portuñol. Carlos y Margarida proceden de Ponte de Sor, a 230 kilómetros: “Es bonito, medieval, diferente a lo que tenemos en Portugal, con sus murallas y sus piedras amarillas”, explican. Y es que la estrella albera de la frontera, con el color dorado característico de sus monumentos y casas señoriales, tiene muchos más rincones que ofrecer:
- Cuenta la leyenda que la capilla Cerralbo trató de hacer sombra a la catedral. Fue mandada construir por el cardenal Francisco Pacheco por despecho, después de que le denegaran su enterramiento en la seo. En 1818, una explosión hizo que saltara por los aires y es que el edificio fue usado en varias ocasiones como almacén de pólvora.
- Cerca de la capilla encontramos una plaza de estilo andaluz, de color blanco y albero, en homenaje al buen Alcalde sevillano.
- La Plaza Mayor es un hervidero de gente que se transforma en coso taurino durante las señaladas fechas de Carnaval del Toro.
- El castillo de Enrique II de Trastámara es, desde los años treinta del siglo pasado, el cuarto Parador de Turismo más antiguo de España.
- La Oficina de Turismo esconde un patio plateresco y distintas salas de exposiciones con interesantes muestras, como la dedicada a la Guerra de la Independencia.
- Junto al Parador, encontramos un verraco de granito de la Edad de Hierro. Es uno de los vestigios de las numerosas civilizaciones que poblaron la ciudad, como las tres columnas romanas colocadas en una de las rotondas de acceso a la villa.
- Cerca de Ciudad Rodrigo se encuentra la zona arqueológica de Siega Verde, declarada Patrimonio de la Humanidad.
- En la calle Madrid, un viejo rótulo de Almacén de drogas en un antiguo local es la foto mainstream de la ciudad en las redes sociales.
- La ciudad acoge una reproducción del Sistema Solar a escala 1/290.000.000, uno de los más grandes del mundo.
- Gracias a la veterana Feria de Teatro, en agosto, las calles y plazas de edificios señoriales se vuelven a llenar de vida con las artes escénicas.
Información práctica: Para visitas guiadas, reservar en el 606 65 51 51; o con AGOTCIR en el 722 37 53 13.