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Toda la costa gallega está plagada de pequeños oasis en los que buscar refugio cada verano, pero pocos tramos de litoral tienen una concentración tan elevada de pequeños paraísos como San Vicente do Mar, en la península de O Grove (Pontevedra). Hasta los años 70 era un erial en pleno corazón de las Rías Baixas que pocos conocían, pero la construcción de una urbanización de veraneantes fieles y el boca a boca que fue desvelando sus secretos ha ido atrayendo a cada vez más adeptos.
Pese a la fama, todavía quedan calas recónditas, apenas exploradas, y en las que aislarse del mundanal ruido. Está en el extremo más occidental y alejado de la península de las playas por excelencia, que tiene en total diez kilómetros de arenales hacia el Atlántico y la Ría de Arousa. Seleccionamos diez paradas perfectas que ver en San Vicente do Mar para diez días de verano -o de invierno-, aunque son muchas más que podrás ir explorando.
Pedras Negras es una urbanización, un puerto deportivo, una playa y, para unirlo todo, un paseo. Cuatro en uno y parada indispensable para conocer San Vicente. En contra de lo que pueda parecer, su epicentro no es la playa, una de las calas más urbanas de la zona situada entre casas y pinos que la protegen del viento. Su atractivo es innegable y, sin embargo, queda empequeñecido frente al paseo de madera que conecta el puerto deportivo con el entorno de Con Negro y recorre serpenteante todo el litoral.
La Ruta de Pedras Negras discurre entre rocas contra las que el Atlántico choca embravecido, pinares y pequeñas calas de arena fina y agua turquesa que se convierten en todo un remanso de paz. Recorrerlo lleva apenas una hora y es un planazo para días de verano -aunque estén nublados-, pero también para un pequeño respiro con olor a salitre durante el largo invierno.
En medio del paseo puede disfrutarse de dos conjuntos escultóricos que resumen la idiosincrasia de San Vicente y sus gentes. Junto al puerto deportivo está el Monumento a la mujer gallega y sus hijos, que recuerda a quienes esperan en tierra mientras los marineros faenan. Junto al ‘Náutico’, un monolito que recuerda a los voluntarios que en 2002 ayudaron a limpiar la costa gallega cubierta por el chapapote del Prestige. Justo al lado del puerto deportivo, además, nos encontramos a los dos únicos arenales de O Grove que permiten perros, O Espiño y Portiño, dos pequeñas calas contiguas de arena blanca y fina y escaso oleaje.
En medio del Paseo de Pedras Negras hacemos una parada breve en una playa en forma de media concha: A Barrosa. El alto no lo realizamos tanto por su atractivo, de arena blanca y fina y con vistas directas sobre la isla de Ons, sino especialmente por el local situado a pie de la arena, el ‘Náutico’, mítico establecimiento elegido este año como uno de los Soletes de Guía Repsol. Su entorno es semiurbano, pegado a la urbanización de Pedras Negras y rodeado de chalets unifamiliares, y ofrece el incontestable gancho de, entre chapuzón y chapuzón, disfrutar de la terraza, la buena música y el ambiente único.
El dueño, Miguel de la Cierva, nos glosa los encantos de la zona, “O Grove tiene una cosa buena para el que sepa interpretar bien el lugar; según qué quieras, tienes una playa. Según cómo sopla el viento, tienes playas protegidas”. Muchas tienen “el plus de que no hay acceso en coche y no hay ese murmullo turístico; conservan la belleza de que no tienen el acceso rodado” y, particularmente, se queda con las calas frente a las playas de mayor tamaño, “son más fotogénicas y acogedoras”.
Fin de trayecto de la Ruta de Pedras Negras, Con Negro ofrece, junto con el paseo, uno de los atardeceres más hermosos de San Vicente. Pese su escaso tamaño -apenas 40 metros-, su media concha te permite tener la sensación de estar aislado del bullicio de otras playas más urbanas durante prácticamente todo el verano. El entorno es casi virgen y parada ideal para aquellos que busquen tranquilidad.
Formada por arena blanca y fina, esta cala está abierta al Atlántico y mirando hacia la isla de Sálvora. Además, es ventosa y con oleaje moderado, ahondando todavía más en la sensación de libertad y naturaleza salvaje. Redondea esa impresión la proximidad de la antigua batería militar de Puerto Cuaces, que da la apariencia de llevar décadas sin actividad, si bien sigue en manos del Ejército y todavía se utiliza para maniobras de entrenamiento.
Estas playas del oeste de O Grove conservan la belleza de carecer de acceso rodado y, por lo tanto, acompañar su encanto natural con el de no escuchar el sonido de vehículos y personas. Entre ellas, destaca por esa percepción de quietud la de Castiñeira que, además, te ofrece la opción de decir adiós al bañador.
Esta cala nudista tiene las mismas aguas turquesas y arena dorada que el resto de las zona, si bien es de grano grueso y prácticamente virgen, sin construcciones visibles en las inmediaciones. Es el oasis de los bañistas naturistas en San Vicente do Mar, pues sus 400 metros suelen tener apenas un puñado de personas y permite relajarse por mucho más que la distancia de seguridad con el resto de toallas.
De esta se puede decir sin miedo a equivocarse que es un arenal ocupado desde hace décadas. A pie de playa se descubrió el yacimiento arqueológico de Adro Vello, uno de los más importantes de la zona, que en capas superpuestas conserva una villa romana, una necrópolis de inhumación de los siglos V al XVIII, la planta de una iglesia visigótica del siglo V y elementos de una fortificación de la Baja Edad Media.
Playa orientada al norte, es una de las más concurridas de la zona por su fácil acceso en coche. Pese a que está bien comunicada, la envuelven árboles y apenas se ven construcciones alrededor, de modo que conserva cierta noción de encontrarse en un entorno semivirgen.
Su condición de ventosa y con oleaje moderado contribuye a ello, si bien el encanto se evapora por momentos al ser zona habitual de fondeo de embarcaciones. Es una de las pocas de San Vicente con chiringuito, el kiosco ‘O Carreiro’.
Ideal para un día redondo de playa. Permite darse un chapuzón en aguas transparentes, tomar el sol sin que otra toalla te invada el espacio y terminar la jornada disfrutando de los manjares de los chiringuitos situados a tan solo unos metros. Ofrecer todos los servicios y estar resguardada de los vientos que azotan otros arenales la convierten también en una zona de elevada ocupación en los momentos centrales del verano.
Tiene fácil acceso tanto en coche como a pie, incluso en esos días en que los bañistas desembarcan en grandes cantidades en busca de un asilo frente al calor, permitiendo pasar la jornada sin agobios. Es, no vamos a negarlo, una de las playas más populares de San Vicente.
La favorita para los amantes de los deportes acuáticos que precisan que sople el viento y del surf en todas sus modalidades. Ofrece actividades de windsurf, kitesurf y paddle surf que, una vez que se prueban, invitan a repetir, pues permiten disfrutar de las playas desde una perspectiva diferente.
Su ubicación, protegida del oleaje de mar abierto pero con viento constante, y su tamaño de más de un kilómetro la convierten en el lugar ideal para aprender y para practicar. También para los profesionales es un destino imprescindible, sede nacional de kitesurf y de la Escuela Española de Kitesurf (EEK).
A muy poca distancia se encuentra ‘Culler de Pau’, el restaurante con tres Soles Guía Repsol de Javier Olleros que hace del entorno salvaje y natural una de sus señas de identidad. Su cocina, que depura sabores y destila pureza, y el concepto intimista que marcan sus platos no serían los mismos si enfrente no se viese la Meloxeira.
Uno de esos rincones especiales que hay en todo litoral. Al abrigo de vientos, corrientes y protegida por un pinar, esta pequeña cala es tu destino si buscas un día de playa tranquilo y/o con niños. Pese a que se puede acceder en coche y también fácilmente a pie, no suele recibir multitudes y los pequeños pueden bañarse en el mar calmo sin apenas olas, mientras los adultos se dejan imbuir por la placidez de su paisaje idílico.
Sus atardeceres resultan espectaculares, viendo cómo el mar se pone tras las bateas, y es el punto de partida de un paseo peatonal que, si bien no tiene la belleza del zigzagueante de Pedras Negras, se convierte en el plan perfecto para conocer la parte final de la costa occidental de O Grove y alcanzar Punta Moreiras.
Contigua a As Pipas, rodeada del mismo entorno rural e igualmente resguardada de corrientes, es de mayor tamaño, pero sigue siendo una cala de arena blanca. La diferencia fundamental entre ambas playas la marca el chiringuito ‘Areaso Beach’, que convierte Area de Reboredo en objeto de deseo de mayor número de veraneantes.
Esta playa, de fácil acceso en coche o a pie, es el entorno ideal para disfrutar de una jornada entera de playa, aunque por fortuna para sus bañistas fieles todavía es desconocida para el gran público. En el ‘Areaso Beach’ podrás comer a base de arroces, carnes y pescados, pero también acabar el día con una buena cena y sesión de música en directo mientras el sol se pone sobre el Atlántico.
Una pequeña cala, un Museo etnográfico de la Pesca y la Salazón (Salgadeiras de Moreiras) y un conjunto escultórico de 42 piezas convierten Punta Moreiras en uno de los puntos más visitados de San Vicente. También se trata del final de etapa de un paseo que comienza en la playa de As Pipas y discurre entre árboles, rocas y pequeñas playas.
La playa en sí es lo de menos y una de las menos idílicas, importa más que desde allí podrás ir al Acuario o empaparte de tradición. Es uno de los lugares con más historia, elegido ya siglos atrás para asentamientos castrexos y, en época más reciente, para la instalación de fábricas de salazón y conserva. Hoy en día se explota con múltiples actividades que convierten un día de playa cualquiera en una jornada rebosante en la que, a pie de la arena, te puedes encontrar con esculturas en piedra de delfines, aletas de tiburón, estrellas de mar, olas, gaviotas, niños sentados en la playa o una sirena, todo presidido por un gran faro.