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Si dejamos aparte los periféricos jardines de Aiete y Poio, no puede decirse que Donostia-San Sebastián tenga grandes parques urbanos. Se conforma con los jardines del Palacio Miramar, el parque María Cristina y el largo paseo que recorre la orilla izquierda del Urumea. No es poco. Aunque en realidad no necesita más, porque la capital zuri-urdin, la ciudad blanquiazul, es realmente una urbe verde donde la naturaleza forma parte de ella.
No hay que alejarse del cogollo para comprobarlo, como por ejemplo en los empinados paseos que recorren el boscoso monte Urgull. O acercarse a la isla de Santa Clara, a donde casi se puede llegar andando desde el espigón sumergido cercano al Peine del Viento cuando está la marea baja. O, sin ir más lejos, la misma playa de la Concha, la manera más elegante que se conoce en un mar para hacerse vecino de una villa.
Si lo que se quiere es naturaleza más auténtica tampoco hay que alejarse demasiado de Donosti. A poca distancia se esparcen varios espacios verdes de primer orden. Los recorremos en estos días que se distinguen por su luminosidad y porque empiezan a mostrar la llegada de la más hermosa de las estaciones al aire libre: el otoño.
A menos de 15 kilómetros de San Sebastián, las singulares Peñas de Aia –Aiako Harria– son el último bastión de los Pirineos en su lado occidental. Desde su cumbre, la cadena fronteriza se zambulle en el Cantábrico en un vertiginoso descenso de más de 800 metros. Situadas a caballo de las localidades de Irún y Oiartzun, su territorio está catalogado como parque natural. La subida a sus tres afiladas cimas es un ejercicio que requiere cierta experiencia al transitar por zonas escarpadas.
A su alrededor se extiende, sin embargo, una red de senderos apta para todos los públicos. Recorren remotos bosques prestos a lucir sus días más espectaculares; alcanzan singulares cascadas como la de Aitzondo y descubren restos prehistóricos como los cromlechs de Oianleku y Egiar. Todos regalan, además, hermosas vistas sobre la bahía del Bidasoa y el Jaizkibel, prolongándose hacia el norte por la costa francesa hasta Biarritz los días claros.
En el interior del espacio protegido se localizan las minas de Arditurri, explotadas por los antiguos romanos y hoy convertidas en un interesante espacio expositivo situado en las afueras de Oiartzun.
Dormir: Situado bajo Peñas de Aia y cerca de las minas de Oiartzun, el caserío 'Momotegi' es la mejor opción de turismo rural cercana a este espacio natural.
A lo largo del litoral de Zumaia, Deba y Mutriku se extiende este espacio en el que destaca su singular geología, primera causa de su protección. A lo largo de 13 kilómetros de acantilados, en muchas ocasiones remotos y salvajes, en el Geoparque de la Costa Vasca, se muestra la historia de los últimos 60 millones de la Tierra.
Como en un libro abierto, los sucesivos estratos verticales de las rocas que caen a plomo en las playas de Deba y Zumaia, entre otros lugares, enseñan singulares acontecimientos como el impacto de un meteorito o el momento de la extinción de los dinosaurios.
Esta porción litoral puede recorrerse en barco, que permite descubrir rincones inaccesibles por tierra; y también a pie, a través de un esforzado sendero de continuas subidas y bajadas que marcha próximo a las aguas. Acabado el recorrido, nada mejor que reponer fuerzas en cualquiera de los afamados figones de Zumaia, Deba o Mutriku.
Dormir: La casa rural 'Goikola' está enclavada en una herrería del siglo XIV, en el valle de Lastur a 10 kilómetros de Deba, en el centro del geoparque. Cuenta con un pequeño taller textil para la maquila de la lana.
Situado en la localidad de Irún, Plaiaundi es la parte de mayor interés natural de la bahía de Txingudi, la que forma el fronterizo río Bidasoa en su desembocadura entre Hondarribia y Hendaya. Este parque ecológico es una zona húmeda entre el propio Bidasoa y la regata de Jaizubia, que destaca por su importancia para las aves, en especial, para las especies migratorias.
Utilizado como zona de descanso en sus viajes anuales, Plaiaundi está por ello integrado en la Zona de Especial de Protección para las Aves (ZEPA) de Txingudi-Bidasoa. Con una extensión de 24 hectáreas se sitúa entre Irún y Hondarribia. Consta de dos espacios lagunares interiores, conectadas por un sistema de compuertas que activa el ritmo de las mareas.
En la entrada del espacio natural, su Centro de Interpretación explica la importancia y naturaleza del lugar y es donde se organizan las visitas de los grupos que acceden. Su interior se visita a través de un recorrido de 2 kilómetros que cuenta con varios observatorios de aves.
Dormir: Este antiguo caserío construido en el siglo XVIII ha sido rehabilitado para el turismo rural. El caserío 'Eizaguirre' se sitúa en un tranquilo entorno rural del barrio de Olaberria, a 10 minutos del casco urbano de Irún y a 130 metros sobre el nivel del mar.
Visto desde tierra adentro, el Jaizkibel asemeja un gigantesco animal que se interpone entre nosotros y el mar Cantábrico. Su silueta alcanza 543 metros en el Allerru, su punto más alto, y destaca sobre todo lo que le rodea. No es extraño que desde antiguo haya sido privilegiado oteadero de las gentes de Hondarribia, Rentería, Lezo y Pasajes para avistar deseadas ballenas y temidas expediciones piratas.
Poco o nada ha cambiado Jaizkibel desde aquellos tiempos. Última y más grande porción salvaje de todo el litoral cantábrico, esta montaña apenas sin humanizar encierra asombros únicos. Es el caso de los torturados acantilados de rubias areniscas anaranjadas que se alzan junto a la ría de Pasajes, más allá de donde estaba la estación ballenera. También la remota rasa de Eretzin Zabala, con sus paramoudras, singulares rocas que parecen berrugas, balones y extrañas criaturas petrificadas.
Conocido de manera especial por ser escenario de importantes pruebas ciclistas, como la Clásica de San Sebastián, el Jaizkibel es también un escenario colosal para el senderismo. El camino que recorre su litoral es único y el sendero que parte desde la ermita de Guadalupe, para recorrer su línea de cumbres es un regalo para los caminantes.
Dormir: Arotz enea es un hotelito con encanto situado en un viejo caserío restaurado al pie del Jaizkibel, entre Pasajes de San Juan y Hondarribia.
Complementario del Jaizkibel, el Ulia es el más oriental de los tres montes que definen el horizonte donostiarra, junto con el Igeldo y el Urgull. Se trata del menos humanizado y salvaje de los tres. Su recorrido más interesante es la llamada Senda del Litoral, ruta pedestre que arranca en la localidad de Pasajes de San Pedro, bajo el Faro de la Plata que alumbra la bocacha de la profunda ría, para recorrer todo el litoral y concluir junto a la playa donostiarra de la Zurriola.
Tras la esforzada tirada de los escalones que suben hasta el faro, el camino se amansa y discurre a una cierta altura sobre el Cantábrico. Con algunos tramos empedrados, pasa junto a varios acueductos y cruza un largo túnel. La ruta cuenta con varios miradores en los que es obligado hacer un alto. La vista de las ruinas de Monpas es el último paso antes de alcanzar el donostiarra barrio de Gros.
Igual que ocurre en el Jaizkibel, el Camino de Santiago del litoral recorre este parte de costa, siendo la más recomendable para los peregrinos por su buena señalización y la belleza de los parajes por los que transita.
Dormir: En Alza, a las afueras de San Sebastián, el agroturismo 'Kastillun' aúna tranquilidad y buenas comunicaciones, pues la ciudad y el Urgull están a menos de 5 kilómetros.