Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Dicen que en A Mariña puedes tener el clima de las cuatro estaciones del año en una misma jornada, algo que descubrimos en estos primeros días de verano en los que, en nuestra ruta, las nubes y los claros se alternan con las lluvias. Aunque parezca que esto puede ser un contratiempo es, de hecho, una de las virtudes de la zona. Por un lado, aún en las semanas más cálidas del verano las temperaturas son siempre suaves y las noches frescas; por otro, la humedad del ambiente da como resultado ríos siempre caudalosos y paisajes de un verde difícil de explicar con palabras.
Es probable que de esas nieblas frecuentes, de los bosques centenarios y de las aguas de los ríos que dan carácter a la zona naciesen, hace siglos, la infinidad de leyendas y tradiciones que aún perviven en la comarca. Y serán ellos los que nos guíen en un recorrido por los paisajes de una zona no siempre bien conocida por quienes llegan a Galicia.
Comenzamos en Alfoz, uno de los pequeños ayuntamientos de la zona más montañosa de esta comarca. Y lo hacemos en la torre de Castrodouro, un castillo encaramado en una colina a la que se sube serpenteando entre antiguas casas de piedra, desde la que se domina buena parte del valle. Fue aquí, según la versión más extendida de la historia, donde en el año 1483 fue apresado su propietario, el Mariscal Pardo de Cela, al que seguimos las huellas hasta Mondoñedo, a pocos kilómetros, en cuya plaza de la catedral su historia tuvo un fatal desenlace.
Pero antes de llegar a esa plaza nos detenemos en el barrio de Os Muiños, a la entrada del pueblo, donde está el puente que se conoce como Ponte do Pasatempo. Según la tradición, la esposa de Pardo de Cela había conseguido el perdón de los reyes para su marido. Pero aquí, en este puente, se encontró con los deanes de la catedral, que se encargaron de entretenerla -de ahí el nombre del lugar- para que no llegase a tiempo con la carta firmada por los monarcas y pudiera evitar que fuese decapitado.
Hoy Mondoñedo sigue teniendo un carácter especial, casi mágico en algunos rincones. Quizás por episodios como el del puente y el mariscal, puede que por el influjo de Álvaro Cunqueiro, el gran escritor gastronómico, que nació aquí y que dedicó al pueblo, a sus leyendas y a su gastronomía cientos de páginas. Cunqueiro sigue, en forma de estatua, mirando hacia la catedral. Y a su lado abría hace algo menos de un año 'Faragullas', un lugar que permite, desde sus ventanas, imitar al escritor y disfrutar de la belleza de esa plaza de piedra mientras se explora la repostería artesanal que Andrés Rodriguez y su equipo preparan cada mañana y que puede acompañarse con un café de especialidad de 'Coffee Urban Roasters', un tostadero artesano de la comarca.
Para quien prefiera explorar el lado más dulce de la tradición, vale la pena buscar la histórica Tarta de Mondoñedo, una elaboración de almendra, cabello de ángel, bizcocho, hojaldre y frutas confitadas que adorna escaparates por todo el pueblo y cuyos orígenes, poco conocidos, se entremezclan también con historias de monjes, peregrinos y cocinas conventuales a caballo entre la realidad y la ficción. Probablemente la versión que conocemos hoy tomó forma mucho después, pero es bonito ver cómo hasta los dulces se entremezclan aquí con la leyenda.
Quizás el mejor lugar para probarla sea la 'Confitería La Alianza'. Porque lleva abierta desde hace más de 130 años, porque su escaparate es un icono del pueblo y porque la familia de Guille Redondas, el actual propietario, lleva elaborando dulces aquí desde hace siete décadas. Un café en este lugar, para tomarle el pulso al Mondoñedo clásico, y una tarta para llevar son siempre una opción interesante.
Tras esta pausa, una buena idea sin salir del valle es subir hasta la cercana Área Recreativa de A Fervenza, un lugar en el que cascadas y pozas que parecen no tener fondo se suceden en una caída vertiginosa entre árboles centenarios. Aquí es fácil entender el origen de las leyendas sobre las xacias y otros seres, personajes míticos que habitaban estos pozos y atraían a los jóvenes con la promesa de tesoros.
Aunque si prefieres otro tipo de visita, más cultural, también hay opciones. Y también están vinculadas a la tradición. Es lo que ocurre en Vilanova de Lourenzá, un pueblo aguas abajo, en cuyo espectacular monasterio vamos a hacer una parada. Porque en él está el Centro de Interpretación de la Faba de Lourenzá, amparada por una indicación geográfica protegida, y en su interior, una espectacular galería que no deberías perderte porque es la joya de la visita.
Pero es que el monasterio es tan imponente que en él se encuentran también las instalaciones del ayuntamiento y, cruzando la puerta barroca de su iglesia, unos cuantos tesoros como ese Sepulcro del Conde Santo, un imponente sarcófago de época romana que, según la leyenda, llegó flotando por el mar y resucitó a cuatro peregrinos. Aún hoy, los vecinos dicen que si te arrodillas e introduces los dedos por un orificio que tiene en la base, hasta tocar la urna de madera en la que descansan los restos del Conde, tus deseos se cumplirán.
Sea cierto o no, es hora ya de comer, así que continuamos acompañando al río casi hasta su desembocadura. Llegamos a 'A Goleta', un pequeño lugar junto a los últimos meandros del Masma, ya en tierras de Foz, en el que se encuentra uno de los establecimientos con más encanto de la zona: 'Finca Goleta'. Y en él, un restaurante en el que vale la pena detenerse. Amara Méndez y Javier Oseira, cocineros con experiencia en la cocina de restaurantes como 'Árbore da Veira' (2 Soles Guía Repsol) regresaban a la comarca hace unos meses para ponerse al frente de la cocina de este alojamiento y dar forma a una carta sin complicaciones basada en el producto local.
Mejillones en escabeche o empanada casera de bonito, si quieres algo más tradicional. O platos como su Porco Tonnato, una versión del vitello tonnato italiano, en el que cambian la carne de vaca por el clásico lacón gallego y añaden toques asiáticos. O las kokotxas con berberechos y los primeros guisantes lágrima que se producen en la zona, precisamente en Mondoñedo, de donde venimos. Quizás, también, un bonito, una de las capturas emblemáticas de los puertos de la zona, con su marmitako en espuma.
Tras la sobremesa -no dejes pasar esas mesas en el jardín, asomadas al río junto al hórreo de la finca- nada mejor que un paseo disfrutando del viento fresco del Cantábrico en el paseo marítimo de Foz, sobre las furnas, los entrantes que el mar ha labrado en las paredes rocosas con el paso de los siglos, que desde el pueblo llega hasta la espectacular playa de Llas.
Si prefieres algo menos urbano, a pocos kilómetros está el castro de Fazouro, un poblado prehistórico excavado sólo en parte y encaramado a los acantilados sobre la playa de Area Longa. Aquí es fácil entender aquellas leyendas que cuentan cómo los reyes prehistóricos vieron lo que parecía ser una isla verde en la distancia y navegaron hasta ella desde esta costa para encontrar lo que hoy conocemos con Irlanda. Terminamos en Barreiros, al otro lado del Masma, un lugar de playas infinitas y perfecto para caminatas tranquilas. Y paramos en el 'Hotel Restaurante Rías Altas', porque es el lugar ideal para hacer noche si queremos continuar descubriendo rincones, o simplemente para cenar.
Tamara Rubiños y su equipo se hicieron populares hace unos años al ganar el concurso nacional de cachopos, pero en su cocina hay mucho más que eso. El restaurante hace una apuesta decidida por el producto de proximidad y por los artesanos alimentarios de su entorno, lo que lo ha llevado a formar parte del movimiento Slow Food y del colectivo Amas da Terra, capitaneado por la cocinera Lucía Freitas.
Incluso una simple tabla de quesos, seleccionados entre los mejores productores de Galicia, como la premiada quesería Airas Moniz, es aquí un pequeño lujo. Y lo es aún más sabiendo que ahí, al otro lado de la cristalera, a poca distancia, el Cantábrico rompe contra los arenales, en los que la tradición dice que se esconde un sepulcro excavado en la roca.
Y que la zona sigue guardando muchos secretos: una cueva con un rey mítico en su interior, la cascada de Pozo da Onza, cuyo estruendo se convirtió en el grito de una dama encantada a la que le robaron un tesoro, o monasterios abandonados, perdidos en la espesura del bosque. Quizás sea una buena idea quedarse un poco más para seguir explorando.