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Hay quién compara las Villuercas con los Apalaches americanos; otros, asemejan las crestas de sus valles al lomo de un gran dinosaurio. Cumbres de cuarcita, pedreras y caprichosas paredes verticales forman el relieve de este excepcional paraje cacereño perteneciente al Geoparque Villuercas-Ibores-Jara. Un destino poco conocido pero que atesora grandes atractivos geológicos y paisajísticos, además de bonitos pueblos colgados de los valles, ciudades monumentales y una rica gastronomía.
Uno de esos pueblos que impresionan desde el primer momento en que lo ves es Cabañas del Castillo. Con poco más de 20 habitantes censados, es uno de los destinos favoritos de senderistas y aventureros atraídos por su singular fortaleza y la belleza del paisaje. Sus muros, hoy en ruinas, enmarcan un mirador natural con panorámicas de 360 grados sobre los anticlinales que forman el corazón de las Villuercas, con sus valles en cadena, sus embalses y gargantas, y sus bosques de alcornoques y castaños trepando hasta los riscos.
Decenas de buitres leonados sobrevuelan nuestras cabezas. Nidifican allí mismo, en la conocida como Peña Buitrera y nunca faltan a la cita. A veces también es posible ver cigüeñas negras, alimoches y otras aves rapaces como águilas culebreras y perdiceras, o halcones peregrinos. Las casas de piedra bien cuidadas del pueblo hacen del paseo una delicia; reina el silencio, roto sólo por nuestros pasos o por algún silbido de buitre.
Un cartel de la Ruta Cabañas del Castillo-Ortijuela (PR-CC 144) marca 800 metros de subida hacia el castillo (y otros 800 de vuelta). De camino, nos cruzamos con la modesta Iglesia de Nuestra Señora de la Peña (siglo XV y XVI), con su portada gótico-mudéjar de influencia guadalupana. Desde allí, otro mirador nos invita a detenernos unos minutos frente para contemplar las dehesas de la penillanura trujillana pintadas ya con los colores del otoño.
Aunque el recorrido hacia el castillo no es largo, hay que hacerlo con calma: es una constante subida con suelo irregular y grandes escalones, por lo que se recomienda llevar calzado cómodo, evitar los días de lluvia -la roca resbala si está húmeda- y hacer uso de los pasamanos de cuerda fijados a la roca. Por el camino, otro cartel nos anuncia que estamos en un paraje lleno de icnofósiles de la Cuarcita Armoricana, una roca muy antigua donde se aprecian huellas de animales del Paleozoico, época en la que estas tierras permanecían cubiertas por el mar.
Aparecen nuevos desfiladeros y plieges de cuarcitas según ascendemos: las nuevas vistas del paisaje nos tientan a sacar el móvil y no parar de hacer fotos. Una pasarela metálica da acceso a la torre del homenaje de este castillo levantado en el periodo almohade (siglo XII), una imponente vigía enclavada a 786 metros de altura ante posibles incursiones cristianas que, tiempo después, fue remodelado y ocupado por las órdenes militares de los Caballeros de Trujillo y la Orden de Calatrava.
Cruzando el castillo, una plataforma de madera se asoma al impresionante Sinclinal de Santa Lucía donde apreciar el singular relieve apalachense extremeño. La Sierra de Valdelaorden, la Peña del Rayo, la Sierra del Carabal, el río Almonte, la Garganta de Santa Lucía, la Sierra de la Venta, El Verdinal, La Bandera (977 metros), la sierra de la Ortijuela e incluso el pico Villuercas (1603 metros) se adivinan desde este mirador donde el viento no da tregua. Desde aquí tambien se observa la carretera sinuosa que recorre las Apreturas del Almonte, un desfiladero fluvial provocado por el río Almonte, cuya carretera -la CV-121- te lleva hasta la piscina natural de La Calera y los pueblos de Roturas y Navezuelas.
Llevan apenas seis meses abiertos, y ‘Casa Terrona’ es ya un restaurante imprescindible para locales y turistas que visitan el pueblo. Maribel Varado es la dueña y cocinera de este restaurante de Cabañas del Castillo -el único- que recibe al viajero con “cocina casera, de mercado y buen producto de la zona”. “El local es municipal pero toda la cocina la hemos modernizado”, cuenta esta extremeña nacida en Madrigueras. No trabaja con menú, sólo con platos del día que pinta con tiza en una pizarra y que dependen de la despensa que le surten los mercados de Trujillo y Deleitosa.
Hoy propone huevos rotos con setas, croquetas caseras -un hit-, carrilleras estofadas, chuletillas de corzo, cochifrito, secreto y moraga extremeña. También acerca el mar con unos boquerones y unos calamares. Tras nueve años trabajando con jefa de cocina en restaurantes asturianos (seis en el Llagar El Quesu de Oviedo y tres en el ‘Llagar la Llobera’ de Madrid), Maribel no podía resistirse a incluir un par de platos asturianos: el cachopo y el potaje “asturmeño”, para el que utiliza el judión mantecoso de La Granja y un compango leonés, con acelga y repollo. Ambos son las estrellas de la carta.
En la fachada, un dibujo recuerda la figura de Pedro, el padre de Maribel, arando el campo. Le conocían como Terrón y de ahí el nombre de este restaurante, que también hace referencia a una encina. Es petfriendly y tiene chimenea, además de unas vistas fabulosas sobre el paisaje y un trato cercano que te hace sentir como en casa. Si vas en fin de semana, imprescindible reservar.
'CASA TERRONA'. C. de la Peña Buitrera, 51, 10373 Cabañas del Castillo, Cáceres Teléfono: 615 49 24 30
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