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Barrio del Realejo, Granada

Visita al barrio del Realejo (Granada)

El barrio judío de la Granada musulmana

Actualizado: 04/02/2020

Siglos de historia y rabiosa modernidad se aúnan en un barrio que está mucho más cerca de la Alhambra de lo que muchos visitantes piensan. El barrio del Realejo es el lugar perfecto para dejarse caer después de visitar la ciudadela nazarí. Quince o veinte minutos de caminata por calles imprevisibles que te dejan en la plaza del Realejo, eje central del que fuera barrio judío de la ciudad de Granada.
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Al Realejo le cuesta despertar. Pasear a primera hora de la mañana, nueve o nueve y media, de un sábado cualquiera es contemplar un barrio que, aún dormido, comienza a desperezarse y a vestirse para una jornada que se presenta larga y divertida. Bien pensado, es un placer recorrer las calles de El Realejo con la tranquilidad de la mañana. El ajetreo empieza poco a poco en este barrio, situado en el corazón de Granada y a unos minutos de paseo de casi cualquier sitio que se quiera visitar en la ciudad. La mayoría de los bares cerraron tarde o muy tarde la noche anterior y aún queda rato para que abran. Por eso, a primera hora, caminar y tomar un buen desayuno es la única opción. En realidad, se trata de un tranquilo e inmenso placer.

La Plaza del Realejo.
La Plaza del Realejo, el corazón del barrio.

En medio de esa tranquilidad, un desayuno en 'Casa el Sota' o 'Casa Cordones' es una buena opción. Si la jornada marca el inicio de la visita a la Alhambra, el Realejo tiene su propio acceso a ella –la Cuesta del Realejo se llama– y, aún siendo cuesta arriba, no es especialmente fatigosa. Algo menos de un centenar de escalones dejan al visitante a los pies del hotel 'Alhambra Palace' o de la Fundación Rodríguez Acosta. Algunas bignonias y parras vírgenes, de preciosos matices rojizos en otoño, alegran el paseo. El hotel ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad y siempre se puede tomar un café si la subida exige un rato extra de descanso.

La cuesta de los Vergeles y el pasaje de Santo Domingo.
La cuesta de los Vergeles y el pasaje de Santo Domingo, dos rincones que se descubren paseando.

Si la Alhambra está planificada para otro día, El Realejo es un plan perfecto para pasar la jornada. Era el barrio judío cuando los árabes llegaron a la ciudad. Lo llamaron Garnata al-Yahud (Granada de los judíos) y, del siglo VIII al XV, unos y otros convivieron alternando periodos de respeto y tranquilidad con otros de mayores dificultades. Finalmente, fueron los Reyes Católicos quienes, tras expulsar a los árabes y tomar la ciudad, destruyeron el barrio y le dieron el actual nombre, Realejo.

La calle Damasqueros
En la imagen, la calle Damasqueros.

El barrio tiene varias arterias principales. La calle Pavaneras es una de ellas, aunque va cambiando de nombre y de tipología según avanza. Se convierte sucesivamente en plaza de los Tiros, calle Santa Escolástica, plaza de Fortuny y, por fin, plaza del Realejo. Pavaneras, o su continuación con diferentes nombres, lo tiene todo. Sitios para comer, tapear y copear.

Allí están, entre otros, la 'Picoteca 3 Maneras', 'La Alacena de las Monjas', 'La Borraja', algún vegetariano o 'Paddy’s', un pub regentado por un británico instalado en España en fuga del Brexit. Allí, los viernes, será fácil oír música celta en directo. Y entre tanta gastronomía, también alberga dos museos interesantes: El museo Casa de los Tiros, donde destaca el artesonado policromado de la Cuadra Dorada, y el Palacio Condes de Gabia, un espacio de cultura contemporánea, fundamental en la ciudad y que suele acoger algunas de las mejores exposiciones artísticas que pueden verse en Granada.

El museo Casa de los Tiros.
El museo Casa de los Tiros.

Al final de esa arteria está la plaza del Realejo, donde conviven algún puesto de comida rápida junto a una pequeña huevería-carnicería y un taller-tienda de guitarras artesanales. La plaza, uno de los ejes del barrio, da salida a dos calles emblemáticas. La calle Santiago, que alberga la Corrala de Santiago, residencia para profesores e investigadores invitados de la Universidad de Granada y un espacio de una actividad cultural tan interesante como frecuente.

La Corrala de Santiago.
La Corrala de Santiago.

Más arriba, la calle Molinos, salteada de bares y restaurantes mexicanos, colombianos-españoles o granainos. Molinos tiene, además de esos espacios gastronómicos, otros destinos interesantes: la plaza del Príncipe y el Teatro Alhambra. En la plaza se encuentra la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Granada, que ha llenado de estudiantes y profesores el barrio, añadiendo más vida aún. Unos y otros, también el visitante, tiene una amplia oferta de espacios de ocio al terminar la jornada. La plaza es sede de una decena de bares que, principalmente a mediodía, bullen de tapas y cervezas que van y vienen.

La estatua de Fray Luis de Granada.
La estatua de Fray Luis de Granada, ante la Iglesia de Santo Domingo.

La plaza de Santo Domingo, a tres minutos de la del Realejo, es, explica Ana García, una granadina que pasea por ella, "una plaza que está exactamente igual que hace, al menos, cuarenta años, cuando yo paseaba aquí de pequeña". Y allí, tras la estatua de Fray Luis de Granada, aparece una iglesia peculiar, la de Santo Domingo. Su construcción arrancó a principios del siglo XVI, pero la tardanza en construirse y algunas reformas posteriores la convirtieron en una iglesia ecléctica y, por otro lado, de las más interesantes de la ciudad.

Y al salir, si es hora, allí mismo está 'Ajoblanco', una pequeña, muy pequeña, tasca de vinos –también cerveza, pero nada más de beber– con varios centenares de referencias que Nicolás, su propietario dirige desde más de 25 años. Sorprende saber que ese reducido espacio fue, hace décadas, una peña flamenca.

En el Campo del Príncipe, fachada del 'Hostal La Ninfa'.
En el Campo del Príncipe, fachada del 'Hostal La Ninfa'.

Si lo que se quiere es dejarse caer al centro de la ciudad sin prisa, pero sin prisa de verdad, la calle Varela se presta a ello. Hay que ser muy decidido para bajar por ahí a ciertas horas y no parar a tomar algo. El tramo entre la plaza de Carlos Cano y la cuesta del Progreso es un prodigio de densidad de restaurantes y bares. Sitios como 'La Botillería', 'Rosario Varela', 'El Disloque', 'El Delirio' o 'La Tarara', por citar algunos, habitan una calle cuyas vías perpendiculares apoyan albergando 'Los Diamantes', 'La Tana' y muchos otros bares.

El Campo del Principe.
El Campo del Príncipe con el Cristo de los Favores y la Escuela Técnica Superior de Arquitectura al fondo.

Más allá de esas arterias principales, El Realejo ofrece también una visita más despreocupada. Esa de andar sin rumbo, elegir la calle que más gusta y perderse. Encontrará el viajero calles estrechas que parecen de otra época, como la calle Jazmín de San Matías, o podrá encontrarse en la plaza de los Campos y visitar el Cuarto Real de Santo Domingo, una preciosa joya musulmana. Se trata de una Quba o sala de recepciones, prealhambreña, del siglo XIII, y que formaba parte de un palacio nazarí del que, se anuncia, se irán abriendo nuevas zonas poco a poco. La visita es si no obligatoria, necesaria, y apenas ocupa quince minutos.

Plaza e Iglesia de Santo Domingo.
Plaza e Iglesia de Santo Domingo.

Y en ese callejeo despreocupado, por último, un poco de atención a los nombres de las calles. Tanto por la caracterización de las vías, que más allá de calle, plaza o avenida se denominan honda o risco, como por la denominación. Ahí está la calle Cobertizo y Faltriquera, Plegadero Bajo o Panaderas de San Cecilio. Ese es el Realejo un barrio que sobre sus muchos siglos de historia asienta algunos de los espacios más contemporáneos de la ciudad. Un barrio para clásicos y para modernos.

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