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Lo primero es tener claro a dónde vamos. Es un largo recorrido que, si consideramos el Camino Francés, desde Roncesvalles, la elección mayoritaria de quienes hacen a pie el peregrinaje, exige entre 32 y 35 jornadas en condiciones normales y sin que suceda ningún percance. Más de un mes, en cualquier caso, en el que hay que caminar todos los días tiradas de entre cuatro y ocho horas, lo que exige tener en cuenta qué calzado elegir para el Camino.
Al contrario que esta grandísima exigencia temporal, el ramal carece de toda dificultad técnica. En todo momento se transita por pistas, vías asfaltadas y caminos francos, en los que la abundante cartelería y el arsenal de flechas amarillas esparcidas de su principio a su final, eliminan la incertidumbre en cuanto a descifrar su recorrido. Es decir, es un desafío muy prolongado en el tiempo, pero carente del menor obstáculo o característica que requiera otra cosa que andar.
El interés por las actividades al aire libre, en especial el senderismo, ha tenido un auge espectacular en los últimos años, que se ha incrementado aún más con la pandemia. La tendencia ha sido respondida por los fabricantes del equipo para su práctica con la comercialización de abundantes modelos. Esto es especialmente notable en el calzado.
El calzado para la caminata y actividades afines, como la carrera, puede clasificarse en tres tipos básicos: botas de caña alta, botas de caña baja y zapatillas. Las primeras están dirigidas a deportes en la alta montaña, donde sus materiales y construcción otorgan la necesaria protección al pie. Son modelos rígidos y pesados, una auténtica armadura ante un terreno difícil y agresivo.
Las botas de caña alta protegen el tobillo ante las torceduras mejor que las de caña baja, también evitan golpes dolorosos en la punta de los dedos y su suela es insensible a los pequeños relieves del terreno que sí se perciben con otro tipo de calzado. Por el contrario, resultan incómodas para la caminata normal por terrenos sencillos, pues dificultan, o directamente impiden, el juego del tobillo. A ello se añade que son más pesadas, un peso que al probarlas en la tienda no parece gran cosa, pero que en una ruta de más de un mes caminando, se convierten en una auténtica ancla que puede hacernos abandonar. Sin olvidar que, por la mayor rigidez y dureza de sus materiales, son más proclives a producir rozaduras y ampollas, nunca mejor dicho, auténtico talón de Aquiles de los peregrinos.
Son las botas cuya boca llega hasta el tobillo. Suelen tener la parte posterior de la embocadura ligeramente más baja que la zona del empeine. Protegen menos el tobillo, pero a cambio, sus materiales más ligeros que los de las botas de caña alta, son más ligeras y su diseño facilita la caminata. Si bien es cierto que se resienten en terrenos difíciles, como trepadas. No es el caso del Camino, ya lo hemos dicho.
Las zapatillas dejan libre el tobillo. Utilizadas en las carreras de montaña, también son efectivas para caminatas sencillas y estivales. Su comparación con las botas es que el tobillo carece de la menor protección ante golpes y torceduras. Son las más livianas y también las más cómodas. Su protección ante los accidentes del terreno y las condiciones ambientales, como frío y lluvia es mucho menor que la que ofrecen las botas. Otro inconveniente de las zapatillas es la facilidad con la que entran en su interior piedrecitas, arenas y otros pequeños objetos que abundan en el suelo. Algunos modelos incluyen una polaina ajustable, que cierra la boca y evita esta molestia.
Por su menor peso y facilidad para la caminata, zapatillas de senderismo y botas de caña baja son las más recomendables para el Camino de Santiago. La elección de una u otra dependerá de las circunstancias y gustos de cada persona. Sí que es muy importante en cualquiera de los dos casos el diseño y los materiales de su construcción.
La suela es decisiva. Tiene que ser de una goma con adherencia probada y un dibujo de tacos con perfil marcado. Existen modelos que aportan amortiguación a la pisada, pero que incrementa el precio. Igual ocurre con las recomendables membranas tipo Goretex, impermeables y transpirables a la vez. Evitan que se empapen los pies por lluvia o al atravesar un terreno encharcado y reducen el indeseable efecto de la sudoración de los pies.
Si cada vez es más reconocida entre los caminantes neófitos la importancia de las botas, no ocurre lo mismo con la de los calcetines. Su papel amortiguador, protector y térmico recomiendan prestarles atención. Hay modelos específicos para diferentes tipos de caminata y aquí, igual que en la elección de las botas, las indicaciones del fabricante sirven de ayuda. Existen calcetines para alta montaña, paseo, trekking, hikking; invierno y verano; fabricados con hilos naturales y con fibras sintéticas.
Además de capacidad de transpiración, los mejores modelos tienen refuerzos en puntera y talón, algunos también refuerzan el empeine y tienen tejidos elásticos que se ajustan al pie, reduciendo el riesgo de rozaduras y ampollas. Las fibras naturales son más confortables y agradables al tacto que las sintéticas, mientras que éstas secan antes. Las tendencias actuales señalan calcetines fabricados con una mezcla de ambas clases de fibra. Lo ideal para el Camino es llevar tres pares, uno de los cuales será más grueso en previsión de días fríos. Los calcetines de senderismo solo deben alcanzar por encima del tobillo o mitad de la pantorrilla.
Botas y calcetines no deben estrenarse en el Camino. Hay que llevarlas domadas, para evitar ampollas y rozaduras. Lo mejor es utilizarlas varias semanas antes del comienzo, en las imprescindibles sesiones de entrenamiento previas al viaje.
La talla de la bota es por lo general del mismo número que el calzado habitual o a lo sumo un número más. Debe sobrar centímetro y medio desde la punta de los dedos a la puntera una vez bien atada. Hay que probarse los dos pies, con las uñas cortas y los calcetines que se van a utilizar, u otros del mismo gramaje.
Los pies deben ser revisados por un podólogo antes de comenzar, remediando uñeros y callos. No se puede iniciar el Camino con alguno de estos problemas. El cuidado de los pies se debe prolongar en la ruta con el uso de cremas hidratantes y que eviten la sudoración.