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“Después de la pandemia, las cosas han cambiado bastante en el Camino Lebaniego. La afluencia es mayor y cuidamos más las visitas culturales. No hay que perderse los murales ocultos, pero también otras mejoras que hemos introducido”, cuenta Manuel Bahíllo, el gerente de la Fundación del Camino Lebaniego.
No hay más que recorrer a primera hora de la mañana cualquiera de los tramos del camino -ya sea desde San Vicente a Cades o desde Lebeña a Allende- para observar la cantidad de peregrinos a Santiago que han decidido ver el lignum crucis de Santo Toribio, el trozo de la cruz de Cristo más grande que se conserva, según la tradición. O imaginar que eres uno de los guiris que buscaban el Arca de la Alianza. No es broma.
Estamos en la única región del mundo -Cantabria- que tiene dos caminos de peregrinación Patrimonio Mundial de la UNESCO, el Lebaniego y el Camino del Norte. En la Edad Media los peregrinos acudían para obtener milagros de los restos de Santo Toribio -presuntamente un santo que curaba y hacía milagros, por eso fueron robados- y del lignum crucis. Ahora, además, acuden también por la belleza del recorrido, los emplazamientos únicos y la naturaleza que viste estos caminos de verde, montañas y picos privilegiados de una cadena como es la de los Picos de Europa; y mucho arte, románico sobre todo.
“Hemos abierto una oficina del peregrino en el mismo Santo Toribio y fomentamos mucho las visitas culturales. También hemos mejorado los albergues, adaptándose a la nueva normativa. Para el buen peregrino, una fuente en el lugar apropiado es clave, aunque sea funcional. Como la de Camijanes, encima de la cascada. Lo mismo sucede con la señalización”, explica Bahíllo.
Ya en la Edad Media, el monasterio de Santo Toribio, rodeado de belleza natural, leyendas y misterios, atraía a los peregrinos, hasta el punto de tomar la decisión de desviarse. Los libros y la obra del gran Beato de Liébana y otras leyendas increíbles: desde el robo de los restos del santo hasta unos señores raros que buscaban el Arca de la Alianza, sin ser Indiana Jones. De todo puede suceder en estas jornadas de peregrinación.
A primera hora de la mañana, la nueva efigie del peregrino, situada al inicio del Puente de la Maza de San Vicente de la Barquera con uno de los bancos más hermosos de la península al lado, es testigo de cómo la señalización renovada se agradece, porque también marca los lugares donde merece la pena dejar reposar la mirada y darse un respiro.
A espaldas de la Iglesia de Santa María de los Ángeles está el kilómetro 0 del Lebaniego, y la afluencia es también notable. Extranjeros, muchos extranjeros. “Por eso hemos reforzado la atención tanto”, añade Bahíllo, que reside en Potes. “Trabajamos con la Cofradía de la Santisima Cruz, con voluntarios, que son también un apoyo”.
Hay 72,5 kilómetros desde San Vicente hasta Liébana, pero… ¡Son tan hermosos! La joya de la corona en este recorrido es la iglesia de Santa María de Lebeña, tan especial, tan única, donde la virgen sigue amamantando al niño con la enorme serenidad reflejada en su rostro. Sí, esa misma talla que fue robada y durante ocho años faltó en este lugar. La recuperación es una historia para la fe, la racional y la celestial.
Pero quizá, además de los arreglos funcionales de apoyo al peregrino, lo más destacable es el proyecto Murales ocultos. “Precioso. Hemos ido recuperando iglesias y ermitas que tenían tapadas sus pinturas por la cal o retablos posteriores con menos valor. Por ejemplo, el San Jorge de Ledantes es maravilloso”, cuenta orgullosamente el gerente de la Fundación Santo Toribio.
No es para menos. No solo el San Jorge y el dragón de Ledantes; otras ermitas, iglesias o cementerios -el de Cabezón de Liébana o la capilla del Carmen- están siendo recuperadas, al igual que los antiguos hospitales del camino. Tomar los senderos, las rutas de cunetas bordeadas de flores silvestres, senderos de decenas de tonos de verde aún en pleno verano, levanta la moral al más derrotado.
Adentrarse al final de la jornada en viejas capillas o albergues de más de 500 años tras una ruta que supera los 25 kilómetros, hace olvidar las ampollas de los pies. Todo lo tiene el Camino Lebaniego. Y, si bien Santo Toribio lo merece todo el año, en año jubilar la compostelana tiene aún más significado.
Un último consejo, si sois turisperegrinos y váis en coche, hay que tener en cuenta que el desfiladero de la Hermida sigue en obras. Los peregrinos se desvían en Lebeña hacia Allende; el turisperegrino tendrá que armarse de paciencia para recorrer el desfiladero. Pero este cuenta con rincones para el recuerdo, restaurantes y tascas que se merecen una visita