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El 18 de julio de 1918 nacía el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, posteriormente ampliado y convertido en el actual Parque Nacional de los Picos de Europa. Fue uno de los primeros espacios naturales protegidos del mundo. Epicentro de las montañas cantábricas, a caballo de las provincias de Asturias, León y Santander, es el segundo más extenso de España.
La belleza de sus paisajes y la gastronomía son los distintivos principales de Picos. También el turismo activo. No en vano en las montañas cantábricas se practica un buen número de deportes al aire libre: montañismo, escalada, barranquismo, vías ferratas, ciclismo de montaña... la oferta es grande.
Por encima de todo lo que se puede hacer hay algo que destaca: la Senda del Cares. Cada año la recorren más de 200.000 caminantes, lo que la convierte en el camino más frecuentado de España. Lo es porque está considerado uno de los paisajes más espectaculares de nuestra geografía, hasta el punto de ser llamada la Garganta Divina.
Con una longitud de 11 kilómetros, el profundo tajo separa el Macizo Central de Picos de la Montaña de Covadonga. Se extiende entre Puente Poncebos (Asturias) y Caín (Castilla y León). Carece de dificultades, aunque por su longitud hay que tener cierta forma física para recorrerlo, pues lo habitual es hacerlo en sentido ida y vuelta, algo que supone entre 5 y 7 horas de caminata.
Declarado parque nacional un par de semanas después de Picos de Europa, el Parque Nacional de Ordesa está considerado uno de los paisajes de montaña más hermosos de Europa. Abierto por el Arazas y a los pies del legendario Monte Perdido, su interior acoge variados ecosistemas y espectaculares escenarios naturales. Entre todos ellos destaca el conjunto de cascadas que discurren por el fondo del profundo cañón.
A veces, el río se despeña por acantilados, como ocurre en la cascada de la Cola de Caballo, en la cabecera del valle de Ordesa. En otras se desliza formal y ordenado, creando una sucesión de saltos de agua, que asemejan escaleras acuáticas. Así es en las Gradas de Soaso. Algunas, en fin, se introduce en cerrados cañones para formar vertiginosos saltos, como en la Cascada del Estrecho, considerada una de las más bonitas de nuestro país.
Visitar estas cascadas es la más sencilla de las excursiones del Parque Nacional. Es una de las más populares de Pirineos y sigue el sendero principal del espacio natural. Desde el aparcamiento, en suave subida, solo tiene un repecho importante que salva con varios zizagues, para salir de la parte más cerrada del cañón y entrar en el circo final.
La Cascada del Estrecho está justo antes de la fuerte subida. Sobre ella, el valle se abre a la altura de las Gradas de Soaso. Por un camino prácticamente horizontal solo queda alcanzar la Cola de Caballo. Ruta de 18 kilómetros ida y vuelta, por el mismo camino.
Es el espacio natural más importante de Europa, por su envergadura como lugar de descanso de las aves migratorias. Principal refugio de especies en peligro de extinción como el lince ibérico y el águila imperial, es uno de los últimos territorios salvajes del continente. Viven en sus marismas, sistemas dunares, bosque mediterráneo y pinares, que limita una línea de playa excepcional.
Para conocer el Parque Nacional de Doñana hay que hacerlo a través de las compañías de visitas autorizadas. Ofrecen diferentes programas desde la visita clásica, de unas 4 horas, que incluye el recorrido por bosques y marismas, a recorridos para observar fauna, visitas en grupo y a medida. El recorrido se hace en vehículos panorámicos todo terreno.
Los seis centros de visitantes situados alrededor del parque muestran exposiciones, audiovisuales y organizan conferencias. Con cafetería y tiendas de recuerdos, de ellos salen cortos senderos, con puntos para observación de fauna, que permiten un cómodo contacto con la naturaleza de Doñana.
Los que viven en la ría de Vigo y en la península del Morrazo lo saben de sobra. También los asiduos a este paraíso situado frente a las Rías Baixas. Ellos no han necesitado que el diario británico The Guardian les diga que el Arenal de Rodas es la mejor playa del mundo.
La playa principal de estas islas privilegiadas es la más visitada del Parque Nacional de las Islas Atlánticas, que incluye a los pequeños archipiélagos de Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada. Esta sucesión de mínimos trozos de tierra firme situados frente, o en el interior, de las rías de Arosa y Vigo representan la naturaleza de esta parte del océano. De manera especial sus fondos marinos, aunque también, como hemos visto, las propias islas.
Para acceder a Cíes hay que hacerlo a bordo de los barcos de las compañías que operan desde Vigo, Bayona y Cangas. Es una corta travesía de una hora que lleva al embarcadero de Rodas, pegado a la playa. Aquí hay un restaurante donde comen muchos de los que vienen a pasar el día.
La playa es un capricho geográfico, un brazo de arena de algo más de un kilómetro de largo y entre 100 y 200 metros de ancho, que une las dos islas principales de Cíes: la de Monte Agudo y la del Faro. En la trasera del arenal esta el Lago dos Nenos, represado por un dique artificial que es el camino entre ambas islas. Al norte de Rodas está la otra playa de la isla: das Figueiras.
La subida a la Silla de la Reina, en la isla Norte, y al mirador da Campá, en la del Faro, son dos sencillas excursiones que completan el día de playa.
El paisaje de cumbres afiladas y lagos enmarcados por praderas y tupidos bosques de montaña se asemeja al de los Alpes, pero estamos en el alto Pirineo de Lérida, en su espacio más emblématico. Los estanys, que es como llaman aquí a los lagos de montaña, es la seña de identidad de Parque Nacional de Aiguas Tortas y lago San Muricio (Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, en catalán).
Situado entre los dos grandes ríos de esta parte de la cadena, Noguera Pallaresa y Noguera Ribagorzana, se estructura en torno a dos grandes valles transversales: el de Sant Nicolau y el de l'Escrita. Por ellos discurren algunas de las rutas más celebradas del lugar.
Paisaje glaciar con bosques de pinos, abedules, hayas y abetos cuarteados por ríos y arroyos de montaña, Aigüestortes es el refugio de especies que no es extraño contemplar: pito negro, quebrantahuesos, sarrios y águilas.
Dos son los accesos principales: por el valle de Boí desde el oeste, Alta Ribagorza; y por Espot, en el este, Pallars Sobirà. Lo habitual es utilizar un servicio de taxis para acceder al corazón de las montañas. Una vez allí se recorre la ruta prevista.
La más recomendable para un primer contacto es la marcada por los responsables del parque con el nº 1: Ruta de l'Isard, el Camino del Lago San Maurici. Otros itinerarios interesantes son la Ruta de la Nutria, el circuito de Aiguas Tortas y el que lleva al Mirador del Estany de Sant Maurici.
Situado en el centro de la provincia de Cáceres, el Parque Nacional de Monfragüe extiende su paisaje de dehesas y monte mediterráneo alrededor del Tajo. Como tantos otros espacios naturales españoles, su declaración en 1979 estuvo precedida de intereses para su desaparición. En este caso se quiso cambiar por plantaciones de eucaliptos.
Por suerte no ocurrió así y cuatro décadas más tarde, Monfragüe es la mejor y mayor mancha de bosque mediterráneo protegida del mundo. Aquí encuentran refugio 300 especies animales, algunas tan importantes como el águila imperial ibérica, el alimoche, el buitre negro, la cigüeña negra, el halcón peregrino y la nutria.
Es sencillo ver muchas de estas especies en el entorno del escenario más singular del parque: el Salto del Gitano. Se trata de un gigantesco roquedo que emerge del Tajo y en el que anidan decenas de parejas de buitres, alimoches y otras aves.
Desde el Mirador situado en la otra orilla y junto a la carretera, un sencillo paseo lleva hasta la ermita y el Castillo de Monfragüe, el mejor lugar para ver desde el aire, como buitres y águilas, las dehesas y monte mediterráneo del lugar.
Es tan excepcional este bosque que durante siglos ha pertenecido a la Corona de España. Los bosques y Montes de Valsaín han sido desde siempre lugar natural privilegiado. Su abundante fauna le convirtió en territorio para las aventuras cinegéticas reales. Desterrados aquellos hábitos, este trozo de la vertiente segoviana del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama es uno de sus lugares más sobresalientes.
Aunque solo pertenecen al parque nacional las partes altas del valle, su conjunto tiene idéntica valía natural y es seguro que dentro de poco sea incluido en el espacio protegido. La especie mayoritaria es el pino silvestre, apodado como no podía ser de otra manera pino real. Valsaín, junto a sus prolongaciones por los valles del Alto Lozoya y Moros, presume de ser la mayor mancha del también llamado pino de Valsaín del mundo.
Esta riqueza vegetal ha permitido su explotación desde antiguo. Continúa en la actualidad, siendo los caminos y pistas madereros uno de los más recomendables lugares para practicar senderismo en estas montañas.
Entre las numerosas rutas que recorren este bosque exquisito destaca el Camino Smith, que transita por la parte alta del bosque, justo bajo los Siete Picos, y une Cercedilla con el puerto de Navacerrada. También es de gran interés el Camino de las Pesquerías Reales, abierto en las orillas del Eresma para que el monarca Carlos III practicase la pesca.
Otro espacio natural que vivió amenazado hasta ser protegido. El Parque Nacional de Cabañeros estuvo a punto de ser un campo de tiro internacional, sin importar que en sus rañas, entre Ciudad Real y Toledo, tuvieran refugio numerosas especies animales sobresalientes.
La raña, nombre típico español que define las amplias plataformas allanadas y en ligera pendiente situadas en pie de montes, en este caso en los Montes de Toledo. La amplitud de este terreno, abierto y salpicado de grandes ejemplares de encinas y alcornoques, unido a la amplia población de ciervos y buitres le ha hecho ganar el sobrenombre del 'Serengueti español'.
En Cabañeros se pueden realizar rutas a pie, en bicicleta y en vehículo 4x4. En los centros de visitantes de Horcajo de Los Montes, Casa Palillos y Torre de Abraham pueden concertarse itinerarios guiados. Entre los itinerarios más interesantes destaca el Sendero del Boquerón del Estena, la Colada de Navalrincón, los Chorros de los Navalucillos y los más cortos de la Cañada Real Segoviana y Plaza de los Moros.
Si en Cabañeros son los ciervos los mamíferos que dominan su territorio, en el Parque Nacional de Sierra Nevada lo hacen las cabras monteses. Aquí se concentra el mayor número de este hervíboro en el mundo: más de 20.000 individuos.
Verlas es más que fácil. En ocasiones se las contempla en los Peñones de San Francisco, en la parte más alta de la urbanización de Sierra Nevada. Aunque es en las cumbres más elevadas de la cordillera donde su presencia destaca más, sobrepasando sin problemas la cota de los 3.000 metros de altitud.
Con semejante número, las monteses se esparcen por toda la Penibética, desbordando los límites del parque nacional. Fuera de la época de celo, que sucede después del verano, hembras y machos viven separados. Los últimos forman grupos de solteros en los que destacan las poderosas cornamentas de casi un metro de longitud de los más viejos.
Uno de los mejores lugares para verlas es el sendero de las Cumbres, entre la Hoya de la Mora y el Alto del Chorrillo. Confiadas, al carecer de enemigos naturales y estar su caza prohibida en el Parque Nacional, las monteses no se asustan de la cercanía de personas.
Cuando hace 3.000 años los primitivos griegos y fenicios navegaban por el Mediterráneo, el paisaje que recorrían era como todavía es hoy el archipiélago de Cabrera. Islas y costas solitarias, de acantilados enrojecidos apenas tapados por matorrales mínimos y resecos.
Exponente perfecto de islas no alteradas en el Mediterráneo, los valores naturales del Parque Nacional de Cabrera, situado al sur de Mallorca, están en sus fondos marinos, de los mejor conservados del litoral.
Para visitar el Parque Nacional hay que tomar una de las golondrinas que salen de la Colonia Sant Jordi y Porto Petro. Se trata de una excursión maritimo-terrestre que ocupa un día entero. Para ir en barco propio se necesita permiso de la administración del parque.
Después de dejar atrás los islotes de Na Foradada, Na Pobra y Na Plana, Conejera es la primera isla con la que se topan los visitantes. A pesar de su pequeño tamaño y su remota posición, el historiador romano Plinio el Viejo la cita como Patria Hannibalis, dando lugar al posterior error todavía hoy mantenido, que sitúa aquí el nacimiento del caudillo cartaginés. No es cierto, como tampoco probable ver un solo lagópodo descendiente de los que dieron nombre a la isla.
Sigue la singladura y se llega a Cabrera. La nave emboca en uno de los mejores puertos naturales del Mediterráneo. Sobre la bocacha, Es Castell, el castillo que protegía Cabrera de los ataques de los piratas berberiscos. Aquí estuvieron 9.000 soldados franceses prisioneros en la batalla de Bailén, en la Guerra de la Independencia.
Se desembarca al fondo de la rada en Sa Plageta, donde se sitúa el poblado de pescadores. En el regreso, la golondrina hace una parada en la sorprendente Sa Cova Blava, una cavidad a la que solo se accede por mar, con una angosta entrada que en el interior aumenta hasta 20 metros y en la que es obligado darse un baño.
Invierno y primavera pasados se han confabulado para resucitar las Tablas de Daimiel. El parque nacional manchego agonizaba por la falta de agua, pero las abundantes lluvias caídas hasta casi ayer mismo han devuelto la vida a este oasis manchego.
Son las tablas manchas de agua perdidas en mitad de la seca llanura manchega. Su nombre, tabla –también tablazo–, alude a esas planicies acuáticas en las que a veces se remansan los ríos. Tranquilas, sin corriente casi, en ellas prospera un universo de masegas, eneas, mimbres y carrizos. Laberinto vegetal en el que se refugian miles de aves migratorias en su tránsito entre el norte del continente europeo y África.
Abundan garzas, avetorillos, somormujos, fochas, rascones, gallinetas y, sobre todo, patos, miles de patos que al amanecer y a la caída de la tarde, forman nubes de plumas que dan sombra a los tablazos. Azulones, cuchara, ánades frisios y colorados. Estos últimos son los más numerosos, hasta el punto de ser el símbolo del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Este junio inundado se les vio en cantidades como hacía mucho tiempo.
Observar a tan nutrida avifauna en Daimiel es un juego de niños. Solo hay que emprender alguno de los cortos paseos que, con salida en el Centro de Visitantes, recorren este parque mínimo. El de la isla del Pan, con sus tarayes centenarios, es el más aconsejable. Luego hay que apostarse en alguno de los observatorios, coger los prismáticos, guardar silencio y esperar. La naturaleza hará el resto.
El nombre de este parque define su esencia: un enorme circo de cumbres de ocho kilómetros de diámetro y 2.000 metros de desnivel, cuyo aspecto es eso, una gigantesca caldera. Situado en el centro de la isla canaria de La Palma, el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente está considerado uno de los paraísos mundiales del trekking. Por la belleza de los parajes que recorren sus caminos y, también, por el esfuerzo que supone recorrerlos.
Caldera de Taburiente es un paisaje abrupto, con bosques de pino canario, espectaculares saltos de agua, profundos barrancos y pitones rocosos que surgen en las laderas. Sobre todo ello, la accidentada línea de cumbres, donde la vista es interesante en todas direcciones. Hacia lo alto, pues es uno de los mejores lugares para el estudio del firmamento, como confirma el Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos. Hacia abajo, para contemplar las vertiginosas laderas del circo montañoso, donde muchos días queda atrapado un mar de nubes.
El sendero más recomendable, que además no resulta demasiado exigente, es el que une la Cumbrecita con el Lomo de las Chozas o el espigón del Roque de los Muchachos. Su recorrido ocupa media jornada. La ruta más clásica en el interior de la caldera es la que recorre el Barranco de las Angustias. La naturaleza escarpada del parque obliga a extremar las precauciones, no salir de los senderos señalizados e informarse antes de recorrer cualquier camino.
Ahora que el Kilauea en Hawái y el Volcán de Fuego en Guatemala han entrado en erupción, los cientos de turistas que cada día suben hasta el cono del Teide miran con cierta inquietud las pequeñas fumarolas que salen del cráter. No hay peligro, ni en el Teide, ni en Taburiente, en la vecina La Palma, existe el menor peligro de que los volcanes empiecen a vomitar lavas y cenizas.
Situado en el centro de la isla canaria de Tenerife, el Parque Nacional del Teide incluye el enorme edificio volcánico de esta cumbre que se eleva hasta 3.718 metros, la mayor altura de España. Aparte de su interés geológico y paisajístico, lo más destacable es la flora. De carácter exclusivo, abundan las hierbas pajoneras, los cardos de plata, los espectaculares tajinastes y las exclusivas margaritas y violetas del Teide.
La subida al cráter se realiza desde la estación superior del teleférico, en apenas media hora. Arriba, sorprende el pequeño tamaño del cono volcánico, desbordante de las inconfundibles afloraciones amarillas de azúfre, con olor a huevos podridos y, efectivamente, fumarolas surgiendo de las grietas de la roca.
La Caldera de Las Cañadas es una de las partes más interesantes del espacio natural. En esta enorme depresión, situada al pie del cono terminal del volcán, hay varios senderos señalizados muy recomendables. Entre ellos, el de los Roques de García, Ucanca y Majúa que une el pie del teleférico con el Parador Nacional situado en la caldera.
Este bosque es tan exclusivo como su nombre, laurisilva. Situado en las alturas del interior de la isla canaria de La Gomera, el Parque Nacional de Garajonay es uno de los más exclusivos de nuestra geografía. Lo es por la naturaleza de sus bosques, cuyo aislamiento y especiales condiciones climáticas los han conservado desde la era Terciaria.
Esta formación vegetal incluye especies arbóreas desconocidas en otras partes del mundo y de nombres evocadores: viñátigos, tiles, barbusanos, adernos, bojos, mocanes, palos blancos, laureles... Un mundo botánico llamado monteverde que solo se encuentra en las Canarias y otras islas atlánticas.
El monteverde gomero se lo debe todo a la lluvia y a las abundantes nieblas, llamadas lluvia horizontal, que cubren el interior de la isla, traídas por los húmedos vientos alisios oceánicos, que favorecen un exclusivo microclima.
Una red de senderos señalizados recorre este bosque de hadas. Algunos son autoguiados y otros circulares. En todos hay que prestar atención y no abandonar las sendas, sobre todo en los frecuentes días de niebla. Lo habitual es permanecer en Garajonay una jornada, siendo las más recomendables la ruta de la Ermita de Lourdes, la del mirador del Bailadero y la de la Laguna Grande.
Si Garajonay nos lleva directamente al Terciario, Timanfaya nos remite a un tiempo bastante anterior. Exactamente a los orígenes del mundo. Al tiempo en que la Tierra se estaba formando y su interior candente afloraba a la superficie por la boca de los volcanes.
Situado en la parte centro-occidental de la isla de Lanzarote, el Parque Nacional de Timanfaya es un paraje geológico de una belleza desoladora. Campos de lava que parecen mares sólidos, tubos volcánicos como venas de la tierra, hornitos que fueron los respiraderos del planeta y pequeños conos que salpican el paisaje forman parte del catálogo de volcanismo canario que enseña Timanfaya.
La Ruta de los Volcanes es la mejor manera de conocer el parque. Se realiza en guaguas que salen del Islote de Hilario y recorren los principales parajes del espacio protegido e incluye demostraciones geotérmicas.
Para caminar destacan las Ruta del litoral, con visita a la Baja de los Cangrejos, Peña Dorada y la playa del Paso; y la Ruta de Termesana, recorrido guiado de dos kilómetros que debe reservarse en el Centro de Visitantes de Mancha Blanca. Los paseos en dromedario son otra de las actividades que pueden realizarse en Timanfaya.