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Cerca de 50 kilómetros separan Cheste de nuestro primer destino, la Albufera de Valencia, uno de los lagos más grandes de España. Para llegar hasta él no hace falta entrar en Valencia ciudad ya que la bordeamos por el sur por la carretera V-30, pero si lo deseamos, la capital del Turia siempre es un buen lugar para hacer un alto en el camino. Sobrepasada la ciudad, enlazamos hacia el sur por la carretera CV-500 donde circularemos rodeados por campos de cultivo, en su mayoría arrozales. En esta época acaba de terminar la temporada así que los campos están recién segados y puede que algunos de ellos hayan empezado a inundarse para prepararlos para la próxima plantación, por lo que tenemos la sensación de atravesar un inmenso mar.
A nuestra llegada a la Albufera, nos sorprenderá no solo el tamaño del lago sino también la frondosa flora que rodea el entorno. Aquí podemos dar paseos por la zona o acercarnos hasta el muelle para disfrutar de un viaje en barca (hay paseos de entre 35 minutos y 1 hora y media) y seguir después nuestra ruta hasta El Palmar. Se trata de un pequeño pueblo de pescadores rodeado prácticamente por completo de agua y repleto de las tradicionales barracas valencianas, la vivienda típica de la zona con tejados a dos aguas. Aquí encontramos una de las mejores ofertas gastronómicas de la provincia, con restaurante especializados en arroces y all i pebre, un plato elaborado con anguila y patatas cocidas.
Tras la sobremesa, seguimos hacia nuestro próximo destino, Cullera, al que llegamos en unos 40 minutos aproximadamente. Éste es uno de los principales destinos turísticos de la zona, un pueblo de veraneo que esta época del año nos regala un paseo marítimo casi desierto, ideal para disfrutar de la brisa marina con tranquilidad. Este pueblo, además, nos reserva una sorpresa, una serpenteante carretera de curvas que nos lleva hasta la cima de la montaña donde se encuentra el Santuario de la Virgen del Castillo. Desde aquí conseguimos una espectacular panorámica de del litoral de la ciudad y la desembocadura del Júcar. Descendiendo del castillo, iniciamos la ruta de nuevo hacia Cheste, a donde llegaremos tras dejar a nuestras espaldas cerca de 140 kilómetros de rodaje.
Nuestra primera parada, Lliria, se encuentra a unos escasos 20 minutos de Cheste. Es conocida como la ciudad de la música porque aquí es difícil encontrar a un vecino que no se maneje con las partituras, pero en Lliria, además de mucho ritmo, hay también un gran legado histórico que incluye, entre otros, un poblado ibérico del siglo XVI a.C. o unos baños árabes del siglo XII. Tras un paseo por su casco histórico y antes de dirigirnos a nuestro próximo destino, merece la pena subir al cerro donde se encuentra el monasterio de San Miguel, aquí conseguimos la mejor panorámica para despedirnos de la ciudad. Desde aquí partimos hacia Chulilla, nuestra siguiente parada, que seguro no nos dejará indiferente. Un pueblo blanco, enclavado en la cuenca del río Turia y a los pies de un cerro por el que se encarama una antigua muralla.
Pasear por sus callejuelas estrechas y empinadas es un auténtico placer y, cuando el pueblo se acaba, nada como acercarnos a conocer el Charco Azul, candidato de la Comunitat Valenciana a El Mejor Rincón 2015. Después de comer en el mismo pueblo, subimos de nuevo en la moto para disfrutar una de las mejores partes de la ruta, el camino que nos llevará hasta Requena.
La carretera CV-395 atraviesa el Parque Natural de Chera donde la naturaleza nos rodea en 360 grados, un trazado que nos regala constantes quiebros a derecha e izquierda. A quienes no les importe sumar unos kilómetros más a las ruedas pueden coger, a la altura del kilómetro 25, el desvío hacia el embalse del Buseo al que se llega por una carretera todavía más serpenteante que la general, con las curvas cerradas que hacen las delicias de los auténticos moteros. De nuevo en la carretera general, seguimos hacia nuestra última parada del viaje, Requena, un lugar con varios tesoros que nos sorprenderán.
El primero de ellos es histórico ya que podríamos decir que aquí se oculta una ciudad subterránea ya que muchas de las casas aquí edificadas cuentan con su propia cueva, utilizada antiguamente como bodega, y bajo ellas se esconde incluso una red de túneles. Podemos visitar las que se ocultan bajo la Plaza de la Villa, 22 cuevas de la época musulmana (s. XII al XIII), equipadas con grandes tinajas, silos, bodegas... Ya en el exterior, las callejuelas estrechas, las casas tradicionales, decoradas con escudos o azulejos, nos regalan un agradable paseo. Y antes de irnos, otro regalo que nos deja este lugar: su gastronomía. Los embutidos(longaniza, chorizo, salchichón...), el vino y el cava son el mejor recuerdo que podemos cargar en la maleta de nuestra moto. Con ellas a buen recaudo iniciamos la vuelta a Cheste, tenemos por delante algo más de 40km, la mayor parte por autopista.
Recuerda que, antes de salir a disfrutar de las dos ruedas, conviene seguir unas sencillas recomendaciones, tanto para organizar nuestras maletas y equipación como del estado de nuestra moto.