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Comenzamos la ruta empapándonos de uno de los paisajes más bellos y desconocidos de Extremadura. En el término de Alía, las retamas, jaras, brezos y lentiscos sirven de alimento para las abejas que fabrican la miel de Villuercas-Ibores. En la zona, el arroyo Jarigüela ha labrado una espectacular garganta, el Estrecho de la Peña, que separa las sierras del Hospital del Obispo y de la Pintora. Desde el mirador sur, veremos colonias de buitres que vuelan en círculo en busca de alimento.
Después de una primera aproximación con el entorno natural conducimos hasta Guadalupe, a los pies de la sierra de Altamira. La Calle Mayor sirve de eje para disfrutar de un paseo por un entramado de rúas empedradas y casas de arquitectura tradicional con balcones de madera rebosantes de flores, pórticos y soportales.
Entre todos los puntos de interés, destaca el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe (plaza Su Majestad Juan Carlos I, s/n; 927 367 000), a cuyo abrigo ha ido creciendo el pueblo, hoy declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Su arquitectura singular es una mezcla de estilos gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neoclásico, de los siglos XIII al XVIII. Aunque no es la única muestra del esplendor cultural que vivió la población, el auge de Guadalupe se observa también en el antiguo hospital de San Juan Bautista, del siglo XV, cuyos patios forman parte del actual Parador de Turismo (Marqués de la Romana, 12; 927 367 075; www.parador.es/es/parador-de-guadalupe), y en el colegio de Infantes, donde los alumnos aprendían canto, gramática y teología.
La gruta de la Cruz tiene un lago interior que llena la cavidad de susurros provocados por el aire que penetra en la cueva
Proseguimos ahora por una carretera de montaña en buen estado que, con sus infinitas curvas, nos conduce hasta la sierra de las Villuercas, que antecede a la de los Ibores. A través de ella es sencillo llegar hasta Castañar de Ibor, donde se encuentra la gruta de la Cruz. La cueva es especialmente bonita por dentro, ya que a las habituales estalactitas y estalagmitas se suma un lago interior que llena la gruta de susurros provocados por el aire que penetra en la cueva.
Al salir, tomamos dirección hacia Deleitosa, pueblo que saltó a la fama en 1950, cuando el fotógrafo estadounidense W. Eugene Smith lo hizo protagonista de un reportaje para la revista Life. Lo recorremos palmo a palmo para encontrar los rincones que salen en las famosas instantáneas. Imprescindible también son la casa palacio de los Duques de Frías y el palacio de San Pedro de Alcántara.
Después, nuestro viaje continúa hasta Retamosa, que sobresale por su paisaje serrano y por la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, que posee una interesante portada de estilo mudéjar. Sólo ocho kilómetros más allá aparece Cabañas del Castillo que, rodeada por las sierras de Valdelaorden, la Artijuela, el Verdinal de Viejas y el Alcornocal, cuenta con picos que superan los mil metros de altitud.
También desde la carretera disfrutaremos de un buen paisaje fluvial, pues por esta zona pasan los ríos Viejas, Almonte, Berzocana y la Garganta de Santa Lucía. La siguiente parada es Berzocana. Por estas tierras caminaron culturas rupestres, tribus celtibéricas, dejó huella el Imperio Romano y se descubrieron reliquias de santos visigodos. Todo un pasado histórico que mantiene aún vestigios en la localidad y que conoceremos, como la cueva de los Cabritos.
Sus gentes presumen del llamado Tesoro de Berzocana: en 1961 un pastor halló en la sierra tres torques de oro macizo dentro de una vasija de bronce, objetos de valor arqueológico incalculable pertenecientes a la Edad del Bronce. Otra visita merece también la iglesia de San Juan Bautista, espléndida muestra del arte renacentista. Cañamero pone punto final al viaje por esta zona de Extremadura. El río Ruecas, afluente del Guadiana, forma el valle donde se asienta el pueblo. Podemos ir a ver la cueva de la Chiquita, donde se hallan pinturas rupestres en trazos negros, rojos y blancos. Y también la mesa de las Brujas, un dolmen del Calcolítico-Bronce que en la Edad Media se convirtió en lugar de reunión de hechiceras.
A partir del néctar y las secreciones de las flores que succionan, las abejas producen la miel de Villuercas-Ibores, que puede ser fluida, espesa o cristalina. Su composición se basa en azúcares, por lo que es una gran fuente de energía. También contiene agua, enzimas, aminoácidos, ácidos orgánicos, minerales, vitaminas, sustancias aromáticas, pigmentos y ceras.
La Denominación de Origen Protegida ampara dos tipos de miel, según los lugares donde se recolecta: miel de bosque (roble, encina, castaño), de olor muy intenso, sabor malteado peculiar y color ámbar muy oscuro, con reflejos verdosos o rojizos, y miel multifloral, de olor muy aromático, sabor dulce y agradable y color ámbar, del claro al oscuro, con tonos rojizos. Más sobre las propiedades de la miel en www.domielvilluercasibores.com