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La cantidad de almazaras que encontramos al recorrer en coche la comarca de los montes de Toledo sirve para darse cuenta de que acabamos de entrar en tierra de olivos. Y es que alrededor de unas 30 poblaciones de esta zona cuentan con al menos una cooperativa incluida en la Denominación de Origen, aunque el epicentro aceitero indiscutible se encuentra en el oeste manchego. Éste es el caso de Mora que, a pesar de su pequeño tamaño, posee siete almazaras y está rodeado por más de 1,5 millones de olivos. Por si esto no fuera suficiente, al recorrer el pueblo descubrimos que Mora es una especie de parque temático de las olivas. Con su Museo del Aceite (Ancha 25; 925 300 790), el monumento al Aceitunero, la almazara de la Encomienda (un molino tradicional de principios del siglo XX aún en funcionamiento), las rutas guiadas por las explotaciones y la tradicional Fiesta del Olivo, no falta detalle que no haga guiño al aceite en alguna de sus variedades.
Mora destaca más por sus edificios civiles que por los religiosos. El casino, el teatro municipal, el Ayuntamiento neomudéjar, la casa de los Sueltos y La Caserna son algunas de las construcciones que llaman la atención al pasear por sus calles. Un poco más lejos, ya a las afueras, podemos acercarnos hasta el castillo de Peñas Negras. Este edificio, que se mimetiza con el peñasco sobre el que se alza, es el punto de inicio de una ruta de senderismo que permite llegar a las pequeñas sierras cercanas desde donde se divisa todo el paisaje repleto de olivos.
Desde Mora partimos hacia una de las poblaciones más pintorescas de los Montes de Toledo, Orgaz. Sus calles anchas y empedradas, las casonas de grandes dimensiones (encaladas y en dos plantas) y su Plaza Mayor con los típicos soportales manchegos hacen que muchos comparen esta localidad con Almagro.
De entre todos los edificios y monumentos hay que prestar especial atención al puente de los Cinco Ojos, mandado construir en granito por Carlos III contra las crecidas del arroyo Riánsares; la iglesia de Santo Tomás Apóstol (Real 6, 925 317 035), una de las mejores obras de Churriguera, cuyos restos por cierto reposan en la cripta; y cómo no, el castillo de Orgaz, integrado en el casco urbano y más palacio que fortaleza a pesar de su aspecto guerrero y en el que incluso el propio Cid Campeador fue una vez su castellano (Doña Jimena nació en Orgaz). Desde aquí vale la pena acercarse a la pedanía de Arisgotas. A solo cinco kilómetros de Orgaz, este histórico pueblo concentra restos arqueológicos visigodos en un museo modesto y en muchas de las viviendas del pueblo, que durante generaciones fueron integrando elementos decorativos, como los frisos procedentes del vecino monasterio de los Hitos.
La siguiente parada es Los Yébenes. Por un lado sus calles estrechas, tortuosas y empinadas lo convierten en la típica localidad serrana. Por otro, sus llanos, con vías anchas y plazas espaciosas, recuperan el más puro estilo manchego. Esta división tan marcada no es casualidad. Con ella se refleja tanto su pasada división en dos núcleos de población diferentes como su ubicación limítrofe entre el paisaje de estepa y las sierras bajas que anticipan el Parque Nacional de Cabañeros. Los Yébenes está lleno de rincones típicos, especialmente en las calles de la Barrera, del Gato y de Tenerías y, por supuesto, en los tres grandes molinos restaurados que coronan la Crestería Molinera. Muy cerca del pueblo hay una mina romana, un poblado de la Edad de Bronce (conocido como Montón de Trigo), el recinto de Las Chorreras, con pinturas rupestres en un abrigo rocoso, la pequeña ciudad romana de Novila, y la necrópolis romana de la Loma del Carpintero. Todo un itinerario histórico para profundizar en las raíces de esta ciudad. Desde las lomas de la zona veremos una panorámica de cultivos, olivares y monte bajo. Partiendo de Los Yébenes podemos cruzar hacia el sur el río Algodor hasta llegar a la venta de Juan de Dios que, según la tradición, era el lugar de descanso de Santa Teresa y del mismísimo autor de El Quijote. Muy cerca se encuentra el castillo de Guadalerzas, que llegó a ser colegio de doncellas nobles. Y todo un sinfín de leyendas más que nos iremos encontrando según avancemos por estas tierras de hidalgos caballeros.
Junto al embalse Abraham, la localidad de Casa de la Salceda es la entrada más próxima al Parque Natural de Cabañeros, ya en linde con Ciudad Real. Salvado in extremis de convertirse en un polígono de tiro militar, actualmente es la mayor reserva de bosque mediterráneo de España y una zona por la que es habitual contemplar “la berrea” (entre septiembre y octubre), ritual en el que los machos adultos de ciervo pelean por el favor de las hembras.
De regreso por la misma ruta hasta Orgaz, giramos hacia el sur para llegar a otra de las estampas icónicas del paisaje olivarero y manchego: la Consaburum romana, Consuegra. Esta localidad cuenta con un castillo en la cima de la población, que en el pasado tuvo un sistema de siete puertas protectoras y hoy conserva gran parte de su estructura.
Muy cerca se despliegan doce molinos consecutivos, de nombres tan evocadores como Rucio, Sancho, Bolero, Espartero, Mochilas y de los que cuatro conservan su maquinaria intacta. El más interesante de todos, el Sancho, está listo para funcionar e incluye una enorme piedra cónica llamada Catalina. Su singularidad es tal que esel único que se usa durante la Molienda de la Paz, un acto simbólico celebrado el último fin de semana de octubre y que permite a los asistentes, recibir un pequeño saco con unos puñados de la harina producida.
Aparte de los molinos, Consuegra destaca por la vitalidad folclórica que permanece intacta gracias a las asociaciones culturales que organizan espectáculos durante todo el año. Por ejemplo, la ruta Mil Historias que Contar permite hacer un recorrido por los lugares vinculados a las leyendas populares de la villa. Para los que quieren su porción de historia, es imprescindible visitar el Museo Arqueológico Municipal, alojado en el singular edificio de las Correderas, del siglo XVII (Plaza de España s/n; 925 475 731). En él se exhiben testimonios de la evolución histórica de la población y se recrea, con piezas y materiales diversos, su pasado celtibérico, árabe y romano.
Consuegra ha bautizado sus doce molinos con nombres tan evocadores como Rucio, Sancho, Bolero, Espartero, Mochilas…
Consuegra conecta por carretera con la vecina Madridejos, otra localidad que nos sirve como excusa para continuar la visita por almazaras y campos de azafrán, como se aprecia en el museo ubicado en el convento de San Francisco. Sin embargo, si por algo destaca Madridejos es por el eco de su vida popular, que queda reflejado en casas subterráneas conocidas como silos (antiguo refugio de las familias más humildes), la plaza de toros y el molino Tío Genaro. Este último resulta original por su emplazamiento urbano y su longevidad: cuatro siglos sin dejar de moler, hasta mediados del XX. Desde Madridejos, para finalizar la ruta, podemos ir a Camuñas, donde cada año el Día del Corpus se celebra el auto sacramental de los Pecados y los Danzantes, con el famoso baile de tejer el cordón.
Consuegra conserva su tradición artesana en la producción de forjas de estilo toledano, piedra tallada, vidrieras y marroquinería, además de los clásicos sobres de azafrán. En Los Yébenes se siguen elaborando tradicionalmente piezas de marroquinería y alfombras de nudo español y productos de esparto, espadaña y cuerda.
En abril Mora celebra La Fiesta del Olivo, declarada de Interés Turístico Nacional en 1967. Durante esos días también tienen lugar degustaciones de platos elaborados con aceites de oliva virgen extra, concursos de productos y de podas de olivo. Simultáneamente tiene lugar la Feria del Aceite y el Olivar, donde se reúnen empresas del sector y se realizan actividades como concursos de cata.
El Hotel Kris Doménico (Cerro del Emperador, s/n ; 925 280 101), situado en un antiguo cigarral de 15.000 metros cuadrados, permite disfrutar de muchas zonas al aire libre y presume de tener unas vistas inmejorables del casco histórico de Toledo. Si lo que buscamos es un entorno sin preocupaciones, el Hotel La Vida de Antes (Colón, 2; 925 480 609), en Consuegra, ofrece los encantos y la paz rural de una típica casa manchega del siglo XIX.