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Negocios con solera, algunos integrados en el paisaje de Zaragoza desde hace más de un siglo. Comercios irreductibles en tiempos de las todopoderosas plataformas de compras online y apps que compiten sin cuartel para llevarnos a casa cualquier producto, ¡da igual la hora! Tiendas que son casi un milagro en una época de despersonalizados centros comerciales que uniformizan el vestuario y el ocio de todos. En cambio, estos establecimientos son lo contrario. La norma es cuidar al cliente, aconsejarle y ofrecer calidad. Son sus armas.
"Mi padre tuvo que pedir 1.000 pesetas para abrir su primera tienda en Zaragoza. Antes de eso, había emigrado a Buenos Aires donde aprendió el oficio de sastre. Sastre de lujo. Luego regresó, vio que aquí nadie hacía el trabajo aprendido en Argentina y abrió una tienda muy cerca del Pilar". Así cuenta Justo Gimeno la epopeya de corte y confección que emprendió su progenitor en 1907.
Nadie podía augurar tanta longevidad para "un sastre especializado en gabardinas". Tres generaciones de Gimenos al frente de una firma que sigue disponiendo de su propio taller y de una tienda al comienzo de la Gran Vía, el privilegiado emplazamiento donde se establecieron en los años 50.
En la actualidad esa tienda rebosa prendas para hombre: chaquetas, abrigos, fulares, corbatas, zapatos, camisas... Obviamente no todo lleva la firma familiar. En los percheros cuelgan las más prestigiosas marcas internacionales. "No viviríamos solo con lo nuestro. De hecho, más de la mitad de lo que fabricamos no lo vendemos aquí. Y cuando digo aquí, me refiero a España. Es para casas de moda en Francia, Inglaterra, Alemania, por casi toda Europa hay tiendas con ropa nuestra".
Presumen porque sus creaciones están en los catálogos de 'Fox Brothers' en Inglaterra o de 'Beige Habilleur' en París. Así como otras prendas viajan hasta tiendas de Hong Kong o Nueva York. Y de entre todo ese ropero destacan siempre sus chaquetas teba, un corte inconfundible que durante la entrevista luce el propio Justo, así como dos de sus hijos que están hoy en la tienda, Justo y Gabriel. "Es que es muy cómoda. Y elegante. ¿Cómo te gusta más? ¿De lana? ¿De cachemir? Toca, toca, una delicia al tacto". Doy fe de ello.
Hace un par de años, 'Montal Alimentación' celebró por todo lo alto su primer centenario. Cien años de historia hasta llegar a María y Nacho, primos de la cuarta generación de descendientes de Jacinto Montal, quien recién llegado desde Guadalajara se hizo cargo en 1919 de una tienda de ultramarinos en pleno casco viejo zaragozano. Ese fue el inicio de un negocio que desde entonces se mantiene en constante evolución.
Incluso ahora sus responsables no paran de planear mejoras. "Hace un tiempo renovamos la tienda y creamos el espacio 'La Despensa de Montal', un complemento para picotear algo a cualquier hora del día, y ahora teníamos más proyectos en mente, pero habrá que esperar a que pase el dichoso Covid".
Y no es que al lugar le falte de nada. El buque insignia del conjunto es la tienda gourmet, referente para el comercio local desde hace décadas, gracias a sus expositores repletos de los mejores embutidos, conservas, platos preparados y las delicatessen más insospechadas. No obstante, solo es la punta del iceberg.
En el interior del inmueble uno se empequeñece bajo los arcos renacentistas del patio, en cuya parte alta aparecen las mesas de un coqueto restaurante. Eso en las alturas. Porque si se desciende, se descubre una bodega de vinos alucinante y hasta un museo sobre la Torre Nueva, una joya mudéjar ya desaparecida cuya historia apasionó al padre de Nacho, hasta el punto de crear esta exposición para mostrarla con gusto a la clientela. Una clientela que hoy se reparte entre la tienda, la despensa, el restaurante y hasta por una amplia terraza "en una de las plazas más bonitas de Zaragoza" tal y como asegura Nacho.
En su fachada vintage se lee bien claro: Fundada en 1910. "Entonces esta zona cerca del Mercado Central era la mejor área comercial, y aquí abrió 'La Suprema' mi bisabuela. En un local que era vivienda, taller y tienda". Nos lo cuenta Ana Tazón, la cuarta mujer al frente del negocio. "Aquí siempre hemos gobernado mujeres, mira las fotos". Y nos enseña un marco con sus retratos.
"Al principio, mis bisabuelos hacían los corsés y los vendían en plan ambulante. Pero al conseguir la tienda ya fue otra cosa. Arriba hacían corsés, fajas, sujetadores... a medida". Hoy ya solo hacen arreglos, lo cual es algo distintivo, al ser un tipo de costura muy específica.
"Tal vez por eso nos mantenemos. Perdona…". Entonces Ana nos deja un momento y acude a los probadores para ayudar a una señora mayor. Al fin y al cabo estamos en un establecimiento con el marchamo de comercio amigable con la tercera edad. "Hemos eliminado todas las barreras de paso, tenemos sillas para que descansen los clientes, colocamos los carteles con letra grande y fácil de leer, esos y más requisitos que nos pide el Ayuntamiento, y sobre todo que notamos que reclama nuestra clientela".
'La Suprema' ha cobrado un importante impulso digital gracias a Ana, ya que se ha integrado en el proyecto ZERCA para facilitar la venta online del comercio de proximidad. Pero a la vez se esmera en mimar a todo aquel que entre a su local. Incluyendo el personal que trabaja con ella. "Pronto se jubilará Lourdes, tras pasar aquí 48 años. Ha trabajado conmigo, con mi madre y con mi abuela".
Tanto Ana como Lourdes recuerdan cómo se han cosido muchos corsés para las actuaciones del Teatro Principal o para el cabaret de El Plata. "Por cierto, ¿sabes que hay números de El Plata diseñados por Bigas Luna? Pues bien, un domingo él estuvo un buen rato frente al escaparate viendo los maniquíes. ¡Igual 'La Suprema' le inspiró, con lo fetichista que era!".
La céntrica calle Alfonso I es un paseo obligado para los visitantes de Zaragoza que buscan la plaza del Pilar y para cualquier maño que se dé un garbeo por el centro. Esta vía peatonal se abrió a fines del siglo XIX siguiendo unas estrictas reglas urbanísticas en cuanto a las fachadas. Una normativa que básicamente se mantiene, si bien han cambiado, y mucho, los negocios de la calle. Pero aún hay resquicios de lo que debió ser. Una muestra es 'Bellostas'.
"Antes de venir aquí, mi abuelo tuvo desde 1875 una mercería en la plaza San Pablo. Hasta 1908 no se cambió a este local. Espera, que te saco unos papeles". Isabel Bellostas, la actual propietaria, va a la trastienda y al momento vuelve con un álbum de recortes. "Aquí tengo los anuncios que hacíamos en los periódicos. Mira este de 1924. Y papeles de facturas antiguas, hojas de contabilidad de la época, premios, tarjetas de visita...; toda nuestra historia".
Un completo memorándum que gana en color conforme pasan las hojas. Incluso en las últimas se ven fotos de desfiles de moda. "Sí, cada año participamos en desfiles para mostrar nuestros mantones y las mantillas con teja, o la joyería. Y hasta los abanicos, que son nuestras especialidades".
Realmente 'Bellostas Bisutería' es un cajón de sastre para dar saltos en el tiempo y el espacio. Tan pronto se ven abanicos con plumas de avestruz que nos llevan a los tiempos del Art Decó, como aparecen figuritas artesanales de los belenes murcianos. Sin olvidar las finas piezas de plata y los mantones bordados. "No te creas que estos mantones los compran solo para trajes regionales, también se usan para vestir. Y nos los piden mucho los artistas, como Carmen París, por ejemplo".
Mientras esperamos para entrevistar a José, se abre el viejo portón de 'La Ferretera Aragonesa' y entra una señora. La mujer en cuanto se acerca al mostrador, con un respetuoso tono de usted, comienza a hablar: "Me han dicho que venga aquí. No había venido nunca, pero preguntando me han dicho que ustedes tienen de todo y lo que no tengan, lo consiguen". José sonríe y contesta: "Señora, de todo, de todo, no sé. Pero si es cosa de carpintería, cerrajería, ferretería, hasta fontanería, ya ve, posiblemente le podremos ayudar".
Seguro que sí. Luego él y su socio Miguel Ángel me dicen que en el último inventario contaron unas 28.000 referencias entre herramientas, bisagras, tiradores, embellecedores, adornos, tornillos, adhesivos, pernos... Todo un paraíso para el aficionado del bricolaje. Pero también una locura para el neófito. "El cliente muchas veces no sabe qué necesita para tal o cual arreglo. Nosotros le aconsejamos, le decimos cómo colocarlo y luego se lo proporcionamos, porque es muy posible que esté en alguno de estos estantes".
Cientos de estantes, cajones, vitrinas y expositores repartidos por todo el espacio de la tienda. Apenas hay dos pasillos a ambos lados del mostrador. El resto es género. "Nos han animado a mantenerlo con este aspecto viejo. Y créeme que es viejo, porque yo siempre lo he visto así. Y llevó aquí más de 40 años trabajando, como el resto de socios". Me lo cuenta Miguel Ángel, que junto a José y Paco, que hoy está fuera repartiendo, le compraron la droguería a sus antiguos dueños.
"Todos entramos aquí de asalariados, pero cuando el dueño se iba a jubilar, nos lanzamos a gestionarlo. Dentro de unos pocos años no sabemos quién seguirá con esto". Sería una lástima que se cerrara este emblemático negocio, abierto desde 1925. Ojalá que llegué a cumplir 100 años y se añada al selecto club de negocios centenarios en Zaragoza. El tiempo dirá.