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El Vivero de Estufas fue también, hace tiempo, de Estatuas.

Historia del Parque del Retiro y El Vivero de Estufas

El tesoro más desconocido del Retiro

Actualizado: 12/04/2018

Fotografía: Alfredo Cáliz

En una esquina del Parque del Retiro, por encima del Observatorio Astronómico y antes de la zona de La Rocalla –hacia la puerta de Mariano de Cavia– se encuentra el tesoro más desconocido del parque, para madrileños y para turistas. Un lugar de invernaderos románticos que, en tiempos, fueron joyas de los mejores palacios de la capital. El Vivero de Estufas del Retiro encierra tantas plantas como secretos. Un lujo para los amantes de la jardinería, un placer para todos.
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Jardines del Buen Retiro, Madrid. La mañana del 23 marzo de 1968 es sábado. Aún no se conoce el concepto de fin de semana a la inglesa. Dos jardineros, Pedro Urango Racionero y Juan López González, trabajan en la zona de La Rocalla, muy cerca de la puerta de Pacífico, la de la Plaza Mariano de Cavia. De pronto, la pala de Juan saca algo metálico, pequeño. Una moneda. Llama a Pedro y siguen cavando. Hay muchas más.

El Palacio de Cristal es el invernadero-estufa más grande del Retiro. Acogió las plantas de Filipinas en la Expo de 1887.
El Palacio de Cristal es el invernadero-estufa más grande del Retiro. Acogió las plantas de Filipinas en la Expo de 1887.

Asombro, pregunta: ¿Habían encontrado uno de los tesoros, con que tan solo once años antes el radiestesista Germán Cervera había vuelto loco a todo Madrid, buscando justo en la otra esquina de arriba, en la montaña de Los Gatos, (O'Donnell con Menéndez Pelayo) los tesoros de las leyendas del Retiro? Seguramente no. Cervera buscaba oro, diamantes, joyas. Y Pedro Urango y Juan López habían encontrado un total de 59 monedas: dos con la efigie de Carlos III; veintiocho, con la de Carlos IV; ocho, con la de Fernando VII; y una más pequeña, con la de Carlos IV.

Otras estufas del Retiro, en el Vivero de Estufas –y en tiempo, de Estatuas– mantienen el encanto del cristal y el hierro.
Otras estufas del Retiro, en el Vivero de Estufas –y en tiempo, de Estatuas– mantienen el encanto del cristal y el hierro.

Los jardineros entregaron el hallazgo al capataz, y este al director y conocido jardinero Manuel Herrero de Palacios. Herrero de Palacios corrió a dejarlas en el despacho del alcalde de Madrid, Carlos Arias Navarro. Se valoró el conjunto de monedas en 300.000 pesetas de la época. Cada uno de los jardineros recibió 5.000 pesetas y la promesa del alcalde de que se buscaría un piso para cada uno. El gesto de la entrega del "Tesoro del Retiro" evidenció la honradez de los jardineros, que medio siglo después, junto con la profesionalidad del gremio, reivindica Javier Spalla, el ingeniero de Montes que dirige El Vivero de Estufas del Retiro, ese lugar tan desconocido como fascinante.

Javier Sepalla explica "El Barco", pieza clave para entender el Vivero de Estufas del Retiro que dirige
Javier Sepalla explica "El Barco", pieza clave para entender el Vivero de Estufas del Retiro que dirige.

Spalla sonríe al reconocer que no sabe dónde se exponen las famosas monedas, pero resalta los valores de los jardineros de este parque emblemático. Como más tarde subrayará el decano de los viveristas de España, don Carlos Sala, "en el Retiro, incluso en los tiempos de guerra, siempre hubo jardineros para cuidarlo".

Los 22 invernaderos acogen especies que luego adornarán los edificios institucionales de Madrid.
Los 22 invernaderos acogen especies que luego adornarán los edificios institucionales de Madrid.

La historia también la escribe la vida cotidiana, desde aquellos tobillos que asomaban bajo faldas larguísimas hasta las minifaldas aireadas de hoy; de chisteras y bigotes engominados a bíceps tridimensionales y tatuajes increíbles en ellos. Y muchos, pero que muchos besos perdidos y manos unidas que transmiten una vida de promesas. De todo quedan muescas en la piel del parque, muchas de ellas desconocidas, como el lugar donde los jardineros Juan López y Pedro Urango encontraron el tesoro.

El Parterre, de inspiración versallesca, es uno de los orgullos de los jardineros, que reivindican su prestigio.
El Parterre, de inspiración versallesca, es uno de los orgullos de los jardineros, que reivindican su prestigio.

"Se habla mucho de la tradición francesa e inglesa de la jardinería y, sin embargo, en este país ha habido y hay magníficos jardineros, con una exquisitez y un gusto por el oficio que nada tenemos que envidiar de fuera". Spalla tiene el detalle de no remontarse a los tiempos de Felipe II, aunque ánimo quizá no le faltaría. Su bisabuelo, Alfonso Spalla, llegó a Madrid en 1875 desde Italia. Otros viveristas de la capital recuerdan perfectamente el vivero de los Spalla en la calle López de Hoyos.

Decenas de jardineros y viveristas mantienen el Vivero de Estufas y su importante producción.
Decenas de jardineros y viveristas mantienen el Vivero de Estufas y su importante producción.

Los cambios de moda

Solo la entrada en el Vivero de Estufas es un flash para quien ame o estime un poco la jardinería. Invernaderos de cristal y hierro, desechados de los antiguos palacios de Madrid que, a finales del siglo XIX y principios del XX, decidieron que estaban pasados de moda, uno detrás de otro. Faltan damas con tirabuzones, vestidos haciendo frufrú, cesta de mimbre con flores o regadera en la mano.

Las paredes de "El Barco" recogen la historia y el esplendor romántico de los invernaderos en los palacios del XIX.
Las paredes de "El Barco" recogen la historia y el esplendor romántico de los invernaderos en los palacios del XIX.

"Hay veinte invernaderos antiguos y cuatro más recientes –puntualiza Spalla–. En 1890, don Celedonio Rodrigáñez, uno de los grandes profesionales de la jardinería que llevaba la corporación y que era ingeniero agrónomo, decidió crear aquí una zona reservada para talleres y estufas, donde se trasladaron los invernaderos de palacetes y otros parques de Madrid".

Las razones para deshacerse de unos lugares tan evocadores de cine son casi siempre las mismas: la economía y el cambio de modas. "A finales del XIX el invernadero resultaba ya caro, la cerrajería y el cristal encarecían. Los de madera terminaban pudriéndose. A principios del siglo XX, la mayoría de los invernaderos estaban fuera de uso".

La mayoría de las estufas del Vivero del Retiro están fabricadas en Bélgica hace 200 años.
La mayoría de las estufas del Vivero del Retiro están fabricadas en Bélgica hace 200 años.

Spalla habla mientras señala uno de los últimos en llegar al lugar y también el más hermoso, situado a la derecha nada más entrar. El invernadero del Palacio de Alba. La duquesa Cayetana dejó que su jardinero, Ramón Ortiz –que era también jardinero del Retiro– lo desmontara de la parte de atrás de los jardines de Liria y lo trasladara al Vivero de Estufas. Corría el año 1956 y tan solo habían transcurrido tres años de la muerte del duque de Alba, Jacobo Fitz-James, quien está por ver que hubiera aceptado el traslado.

El invernadero del Palacio de Liria. El jardinero de los Alba –y del Retiro– lo retiró del palacio en los años 50.
El invernadero del Palacio de Liria. El jardinero de los Alba –y del Retiro– lo retiró del palacio en los años 50.

"Los viveros han estado cerrados los últimos 25 años a cal y canto, pero estamos dando la vuelta a esto. Vamos con cuidado, las cosas no son fáciles. En 2004, logramos salvar el escollo –gravísimo– que quería derribarlos con el Plan del Eje Prado-Recoletos". Es el único momento de la mañana en el que a Javier Spalla se le ensombrece la cara. Por suerte y gracias a la movida que se organizó también en la prensa, hoy los viveros gozan de buena salud, son visitables –previa solicitud en visita guiada– y no hay colas, como sucede con el Huerto del Retiro, colindante a las Estufas.

Los ingeniosos inventos de don Carlos Sala, el centenario viverista. De una ladrillo, un jardín colgante.
Los ingeniosos inventos de don Carlos Sala, el centenario viverista. De una ladrillo, un jardín colgante.

"El movimiento alrededor de los huertos, el éxito del Huerto del Retiro, que está tan bien organizado, junto a lo que intentamos hacer aquí –el sueño de Javier Spalla es el de recuperar las exposiciones de jardinería del Retiro– nos ayuda. Mientras el Huerto se encarga de suministrar a todos los huertos urbanos de Madrid e imparte cursos, nosotros cultivamos en los invernaderos para los centros oficiales, los ayuntamientos, los adornos de convenciones institucionales". Producen 800.000 plantas de temporada al año para todas las zonas verdes municipales. "Y 700 servicios de adornos municipales y ensayos de evaluación de novedades de plantas de temporada y vivaces".

Los árboles esculturas del Parterre a menudo recuerdan que detrás hay artistas trabajándolos.
Los árboles esculturas del Parterre a menudo recuerdan que detrás hay artistas trabajándolos.

Charlando, el director del Vivero de Estufas llega hasta el Barco, el invernadero Número 1, el más importante junto con el de los Alba. En una esquina, un precioso trozo de reja, rematado con una rosa a cada lado, resulta. "Es lo que queda de la reja que cercaba El Retiro en tiempos de La República", aclara Spalla.

Descansando en el parque, delante del estanque, uno se olvida de los cuidados que requiere cada rincón.
Descansando en el parque, delante del estanque, uno se olvida de los cuidados que requiere cada rincón.

Al gran invernadero museo, sala de exposiciones primero "le llamamos el Barco, por su forma. En los paneles que hay en la pared se explica el trabajo del jardinero, la siembra y plantación; y tenemos herramientas antiguas, propias del trabajo de la jardinería. Esta estatua es la de Paul Harris, el fundador de los Rotarios", sonríe el director del Vivero.

El jardinero fiel tiene 99 años

Ante la extrañeza de los oyentes, el ingeniero de Montes con alma de jardinero, aclara que durante un tiempo, el Vivero de Estufas también fue Vivero de Estatuas y Estufas, esas cosas que tiene la cultura nacional. Por eso ya no es tan raro descubrir al fondo mismo del Número 1, una estatua sorprendente: un hombre sobre el suelo implorando a las alturas, resto de un monumento desmontado.

El Bosque del Recuerdo, uno de los últimos orgullos de los jardineros del parque madrileño.
El Bosque del Recuerdo, uno de los últimos orgullos de los jardineros del parque madrileño.

Poco después toca toparse con don Ruperto Chapí, el autor de zarzuelas, con bufanda y guante –el hombre debe pasar frío– por la generosidad de los jardineros del vivero, conocedores de que la estatua de arenisca se deteriora con facilidad y debe estar congelada en los meses de invierno. Este, además, ha llegado repleto de vientos y aguas. El señor Chapí parece agradecido, pese a la arenilla que cada día le resbala.

Chapí, maestro de zarzuelas, y trozo de la reja del Retiro en La República.
Chapí, maestro de zarzuelas, y trozo de la reja del Retiro en La República.

El Barco tiene otras sorpresas. La primera, el mimo y la claridad con el que están realizados los textos que señala Spalla. Todo se entiende cuando habla de su autor, don Carlos Sala Escolano, 99 y frescos años, que pese a la fría mañana –nevisquea–, se acerca hasta el Vivero para contar una de las Estufas allí recogidas. Y del Retiro, un trozo de su vida.

Don Carlos Sala, en diciembre, 100 años. Nació jardinero, se crió en un vivero y adora El Retiro.
Don Carlos Sala, en diciembre, 100 años. Nació jardinero, se crió en un vivero y adora El Retiro.

"Sí, ahí, en los textos explico qué es un zarzo. Hay mucha gente fuera de este oficio que no sabe que se hacían de paja o palos trenzados para dar calor a las plantas. La paja daba un calor extraordinario, porque el clima de Madrid es muy duro. El zarzo era totalmente necesario". Don Carlos, sentado dentro del invernadero, se defiende de los piropos. Aunque llegar a los 99 es algo extraordinario, más que el trato diario con las plantas, subraya que quizá, quizá, haya tenido que ver su enorme sentido del humor, a pesar de los tiempos duros que le tocó vivir.

Como Spalla, es hijo, nieto y bisnieto de jardineros –tenían un vivero bien conocido en La Guindalera– "y o por falta de iniciativa mía o porque me gustaba, nunca pensé en ser otra cosa que jardinero". Para Carlos Sala, el vivero es un lugar extraordinario –"como todo el Retiro"- que siempre conocieron todos los jardineros. "Mi padre tuvo trato con don Cecilio Rodríguez. No podemos decir que fueran amigos, pero sí conocidos porque los jardineros de entonces éramos pocos y todos teníamos trato. Nos llevábamos muy bien. Creo que he conocido a todos, desde Pita-Romero a Bourguignon, pero eran otros tiempos".

La belleza y distribución del Retiro se sitúa al nivel de los mejores jardines de Europa.
La belleza y distribución del Retiro se sitúa al nivel de los mejores jardines de Europa.

Lejos de acomodarse en la nostalgia, Carlos Sala Escolano –en diciembre 100 años, sale todos los días a pasear y muchos llega hasta el Retiro– solo tiene una reivindicación bien clara y es para sus colegas. "Sería estupendo, magnífico, que se celebrarán las exposiciones de jardinería como se hicieron hasta inicio de los años 80. Empezaron en el siglo XIX e hicimos cosas notables. Pero las asociaciones de jardineros y viveristas están muertas. Existe una sociedad española de horticultura y una asociación profesional de jardineros, floristas y viveristas pero no son nada, como si no existieran. Lo bueno sería que los jóvenes las renovaran y se metieran en aquellas aventuras que nos metíamos nosotros. Los empresarios son los que lo movían entonces. ¡Pues que los jóvenes empresarios de ahora se las arreglen y lo monten! Hoy podrían hacer cosas mejores todavía, que tienen medios". Ahí queda eso.

Otras estatuas, fuera del vivero, adornan los jardines del parque del Retiro.
Otras estatuas, fuera del vivero, adornan los jardines del parque del Retiro.

Desde los pantanos de Florida

La charla con el anciano jardinero da para mucho más, pero sus recuerdos de infancia del Retiro quedan para otro día, mientras Javier Spalla reconoce también lo importante que sería recuperar aquellas exposiciones de jardinería de las que él mismo ha hablado nada más comenzar la visita, y que don Carlos reivindica con la fuerza de su nombre y su historia. "Lo estamos intentando, pero hay dificultades. Todo es lento", murmura el jefe mientras señala otros hermosos viveros de alrededor y el taxodium distichum –de la misma familia que el ahuhuete de Hernán Cortes, el árbol más viejo del Retiro y quizá de Madrid– que llegó al vivero desmochado y hoy luce pimpante "tan importante como los de delante del Palacio de Cristal. Popularmente se llaman ciprés calvo y proceden de los pantanos de Florida. A veces se han utilizado en películas, porque dan mucho miedo".

El ahuehuete de Moctezuma y, presuntamente, el árbol más antiguo de Madrid. Belleza del jardín.
El ahuehuete de Moctezuma y, presuntamente, el árbol más antiguo de Madrid. Belleza del jardín.

Mientras retoma el hilo de los invernaderos, recuerda que en la Rosaleda del Retiro, que como los jardines que llevan su nombre, fue obra de Cecilio Rodríguez, en el centro estuvo el invernadero del Palacio de Recoletos (hoy Casa de América) del Marqués de Salamanca. "De hecho, si uno se pone en la fuente central y observa el murete que lo rodea, con los bancos de alrededor, se ve aún la forma que tenía ese invernadero, que debió de ser magnífico".

El invernadero 22, donde todo tiene su origen en el Vivero de Estufas.
El invernadero 22, donde todo tiene su origen en el Vivero de Estufas.

El Jardín del Buen Retiro no se concibe sin nombres como el citado Celedonio Rodrígañez, Pita-Romero o Cecilio Rodríguez, que mantuvieron alto el pabellón. Maestros jardineros como Luciano Bourguignon también trajeron a esta esquina del Retiro su invernadero, además de los nobles del XIX e inicios del XX. "Cada palacete debía de tener un invernadero. La tradición llega desde Nápoles, cuando se quiere llevar al norte de Italia las maravillosas plantaciones de cítricos, en lugares como La Toscana y no resisten el clima, viniendo de Sicilia. Es entonces cuando las estufas se montan en el norte, con los cítricos en macetas de barro, terracota; y, en invierno, hay que protegerlas. Primero en macetas, luego en invernaderos con una sola puerta acristalada; después hacen de cristal el techo. Hasta que Luis XIV crea para Versalles el gran invernadero". En diez frases, el director de las Estufas ha relatado la historia de un arte de cinco siglos. Por lo menos.

Todo listo en los invernaderos, con o sin estufas.
Todo listo en los invernaderos, con o sin estufas.

Y así, entre estufas que acogen plantas ya brotadas –desde geranios aromáticos de procedencia inglesa y deliciosos de aroma hasta petunias, begoñas, alegrías, verbenas– y estatuas que te asaltan en los pasillos de entre edificios acristalados, se llega al "auténtico corazón del vivero, la estufa 22. Aquí están todos los semilleros, el trabajo micro, el origen de todo", señala Spalla. Una enormidad de cajas repletas de tierra, algunas cubiertas con rejilla porque a los gatos les encanta dormir y el vivero acoge ¡33 gatos!. Donde hay una mujer y un hombre concentrados sobre las cajas, que con unas pinzas de cirugía separan con sumo cuidado los pequeñísimos brotes, para volverlos a plantar.

Hace falta mucho amor y paciencia para separar las microplantas que veremos por Madrid.
Hace falta mucho amor y paciencia para separar las microplantas que veremos por Madrid.

El final del viaje a otro tiempo, a veces romántico, a veces literario, a veces ecológico y siempre un alimento para la adrenalina y el alma, termina ante una escultura-placa de buen tamaño, tan curiosa y surrealista como las estatuas. Ante la mirada interrogante de la visita, Spalla acude en socorro de la visita. "Es un recuerdo a Fulgencio de Miguel, un concejal republicano que construyó el Mercado de Olavide, en Chamberí y murió el mismo día que inauguraron el mercado, en el año 35. Cuando se quitó el mercado, se trajo aquí". Es curiosa, el anfitrión señala cómo la estatua femenina enseña a don Fulgencio la maqueta del mercado, que sujeta en la mano.

Inscripción a Fulgencio de Miguel

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