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La fecha elegida ha tenido que ver con la importancia del acto. El pasado 26 de julio, festividad de Santiago Apóstol, patrón de España, la Galería de las Colecciones Reales se inauguraban oficialmente con la presencia de una larga lista de personalidades presidida por los Reyes de España y el presidente de Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. Es, sin la menor duda, el proyecto museístico más importante de España y del continente europeo inaugurado en las últimas décadas. Este museo muestra una parte granada de los fondos que atesora Patrimonio Nacional, el organismo público responsable de los bienes de titularidad del Estado que proceden del legado de la Corona española.
“Solo las colecciones de la Corona británica pueden compararse a las que tutela Patrimonio Nacional, aunque con una diferencia, aquellas pertenecen a la monarquía, las nuestras son de todos los españoles”, señalan desde Patrimonio Nacional. Una parte representativa puede contemplarse ahora en el flamante museo que va a marcar una época. El éxito del nuevo museo ha sido instantáneo. Antes de la inauguración oficial se establecieron tres jornadas de puertas abiertas. El cupo de visitantes se llenó un par de horas después de abrirse. El primer fin de semana desde su apertura ha recibido más de 15.000 personas.
Han tenido que pasar 25 años desde el inicio de un proyecto que ha atravesado innumerables inconvenientes. Sin olvidar que el origen de este museo se remonta mucho más atrás, hasta 1935, cuando nació la idea durante la II República. El espacio expositivo está situado en un impresionante edificio, que es el último proyecto de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla, fallecido durante su construcción. Su presupuesto ha excedido los 150 millones de euros. Ubicado entre el Palacio Real y la catedral de la Almudena y en la llamada Cornisa de Madrid, sobre el Campo del Moro, sus líneas rompedoras despertaron no poco recelo entre los madrileños. El mote con el que ha sido bautizado, por la forma de su fachada, es buena muestra de ello: El radiador.
Con una superficie de más de 40.000 metros cuadrados, de los cuales más de 3.200 están destinados a la exposición permanente y 1.300 para las temporales. El museo de las Galerías Reales muestra una selección de más de 650 piezas de las más de 170.000 que componen las Colecciones Reales. Desde Patrimonio Nacional señalan que “las integradas en la exposición permanente irán rotando, tanto por motivos de conservación, como para mostrar la enorme riqueza de las Colecciones”.
Pinturas, esculturas, tapices, muebles, objetos arquitectónicos como fuentes, altares y columnas, muebles y un sinfín de objetos que incluyen desde relojes, carruajes y cerraduras a abanicos, bronces y porcelanas. Velázquez, El Greco, Goya, Caravaggio, Mengs y Bernini son algunos de los artistas más sobresalientes. Más de 400 de las piezas expuestas han sido restauradas en los últimos años.
El espacio expositivo se divide en cuatro plantas que se deben recorrer en sentido descendente. Desde la entrada principal, situada al final de la Armería, se accede al vestíbulo, tienda y otros servicios. En la parte inferior del edificio, se ha habilitado una segunda entrada por la Cuesta de la Vega y el Campo del Moro. Con la inauguración del museo se ha procedido a permitir el paso a la parte alta de estos jardines, hasta ahora cerrada al público.
La planta -1 está dedicada a la dinastía de los Austrias, la -2 a los Borbones, la planta -3 alberga las exposiciones temporales y El Cubo es un espacio inmersivo que permite conocer los Reales Sitios y su patrimonio. Una vez en el interior del edificio, la posible animadversión por su rompedora fachada se diluye como un azucarillo. Las plantas, próximas a los ocho metros de altura, imposible menos para poder instalar algunas piezas, y con una longitud de una centena de metros, anonadan. La exquisita disposición museística hace el resto.
Las monumentales columnas que reciben a los visitantes, al tiempo que dan la bienvenida, despiertan un vértigo que acompaña el resto del recorrido. Su conjunto estaba integrado en el retablo principal de la desaparecida iglesia del Hospital Virgen de Montserrat, que se situó en Antón Martín. Obra de José de Churriguera, según diseño de Francisco de Herrera El Mozo, con una altura de seis metros, están construidas con madera de pinos de los bosques de Valsaín y su fuste retorcido está decorado con racimos de uvas y hojas de pámpano.
Las obras maestras se suceden sin el menor respiro. Su valía es similar a la diversidad de su conjunto. El arnés de Mühlberg es una de ellas. Se trata de la más impresionante de todas las armaduras del emperador Carlos V. Utilizada en la batalla homóloga, fue retratada por Velázquez en una pintura que se conserva en el Museo del Prado.
El pintor sevillano se exhibe en estas Galerías Reales con su celebrado Caballo blanco y el retrato del Conde Duque de Olivares. No están lejos la Adoración del nombre de Jesús, de El Greco, ni Salomé con la cabeza del Bautista, una de las obras más notables de la colección y que, además, es una de las únicas cuatro obras que se conservan en España de Caravaggio, autor del que se conserva escaso número de pinturas en el mundo.
Destaca la suntuosa muestra de tapices, perfectamente conservados, de enorme monumentalidad como son los de El triunfo del Tiempo, El Jardín de las Delicias y Hércules sostiene la esfera celeste. Entre ellos, piezas tan curiosas como el reloj-candil utilizado por Felipe II en sus noches de insomnio o el políptico de Isabel la Católica, un conjunto de tablas de pequeño formato de la vida de Cristo, destinada al uso devocional de la reina castellana. Al final de la planta se aposenta la monumental fuente del Águila, de nueve toneladas de peso y cinco metros de altura, que se erigió en tiempos de Felipe II para adornar la entrada de la cercana Casa de Campo.
Por su significado y perfección de su ejecución, El arcángel San Miguel venciendo al demonio está considerada una de las obras maestras de las Galerías Reales. Se debe al talento de Luisa Ignacia Roldán Villavicencio, conocida como La Roldana, es una de las escasas escultoras de la Historia del Arte y fue la primera mujer española en obtener el título de escultora de Cámara, otorgado por Carlos II. La reciente restauración de la talla muestra su maestría en la ejecución anatómica y compensación de volúmenes.
Los monumentales retratos de Felipe V e Isabel de Farnesio, de Louis-Michel van Loo dan la entrada a la planta -2, dedicada a los Borbones. La austeridad de los Austrias da paso, a partir de este momento, al boato y ornamento que caracteriza a esta dinastía. Son nuevos modos en los que sedas, bordados y otras filigranas decorativas llenan el espacio. Francisco de Goya, Antonio Rafael Mengs y Luis Paret son los pintores más representativos del periodo.
Destaca en este espacio expositivo el singular -único, más bien- borne. Se trata de un mueble que es, a la vez, asiento, luminaria y jardinera. Fabricado en 1852 por Pierre-François Ladvocat en París para Isabel II, quien lo instaló en el Palacio Real de Madrid. Sus exóticas formas rococó llamaron la atención de Napoleón III, quien encargó uno similar para el palacio de Saint-Cloud, destruido en 1870.
La planta -3 es el espacio de las exposiciones temporales. Hasta el próximo junio de 2024 lo ocupa En movimiento. Vehículos y carruajes de Patrimonio Nacional, muestra absolutamente imprescindible que reúne medio centenar de los utilizados por los monarcas españoles desde Carlos V, con un singular epílogo de dos de los vehículos utilizados por Francisco Franco.
Verdaderos tronos rodantes y expresión perfecta del poder, la colección de estos carruajes es una de las mejores y más completas del mundo. La muestra incluye piezas únicas como la Berlina Dorada, carruaje de gala del siglo XVIII, el Coche de Concha y el trineo infantil, regalo del zar Alejandro III a Alfonso XII, son algunas de ellas.
Los dos Mercedes-Benz, construidos entre 1939 y 1942, utilizados por Franco son igualmente llamativos. En especial el todoterreno, único en el mundo, fue un regalo de Hitler al dictador. Tiene tres ejes, ocho cilindros y un consumo nada adecuado a estos tiempos: 38 litros cada 100 kilómetros. Franco solo lo utilizó en una ocasión. Fue para darse un paseo de caza por el Monte del Pardo, aunque el vehículo quedó embarrancado.
GALERÍA DE LAS COLECCIONES REALES - Bailén, s/n. Madrid.