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Mauritania forma parte del veneno árabe que le corre por las venas al fotógrafo, habitual colaborador de Guía Repsol. “Es un país más bien desconocido, que para mí es muy interesante; es el paso del África negra al área del Magreb”. Cáliz, que desde sus primeros pasos profesionales se perdió por Marruecos y luego en los países negros, ha culminado ese periplo de décadas con estos cuatro años trabajando con la agencia de las Naciones Unidas -le Bureau Internacional de Trabajo, BIT- y Rovira, en el proyecto ‘Empleos que cambian vidas: Construir Mauritania’. “Es la única manera en la que entiendo un trabajo fotográfico a fondo, con tiempo”, reconoce, algo que ya no es habitual.
Tres libros espléndidos -uno, el cuaderno dedicado a la Mauritania que crea obreros, otro el que crea pescadores y queda el de los refugiados - dan testimonio de lo que es este país del Sahel, que hasta “hace prácticamente cuatro días eran nómadas y cada vez que regreso noto los cambios. Obtuvo la independencia en 1960 y entonces solo el 12% de la población era sedentaria, ahora es al revés, quedan ya pocos nómadas”, advierte el fotógrafo, un enamorado de Nouakchott -como lo escribe Alfredo- la capital en la que cada vez se pierde más días, más semanas, más meses. Las fotografías hacen entender lo fácil que es perderse en esas tierras, en ese país, en ese continente.
La obra de las escuelas taller de la BIT ahora se dirige hacia los refugiados. Unos 60.000 -la mayoría huyendo de los conflictos en Mali, de la guerra del 2012- sobreviven en Mber, la Mauritania oriental. Tras seguir la formación de obreros y pescadores, Cáliz y Bru, de la mano de la OIT y la BIT, ahora seguirán a los refugiados con escuelas agroalimentarias porque Mauritania -tal y como la ha entendido la agencia de las Naciones Unidas- se ha convertido en un país de esperanza para sus vecinos, incluidos los senegaleses, del otro lado del río Senegal.
Por eso, la exposición de estas fotografías -que solo estarán en la calle Serrano 2-10, hasta el 8 de octubre y su visita es gratis- son una puerta a mantener abierta la esperanza hacia el trabajo de las organizaciones internacionales, en unos tiempos líquidos en los que esos organismos se diluyen tanto como la pretensión de crear trabajos decentes. Aquí, en lo que muestran estas fotos, por ahora se logra.