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Cada noche, cuando el sol se esconde en Córdoba, alrededor de las 22:15 h, se encienden las luces de los cinco cines de verano de la ciudad, cuatro de ellos ubicados en el casco antiguo (Coliseo San Andrés, Fuenseca, Olimpia y Delicias), y otro en la plaza de Toros.
Martín Cañuelo, cinéfilo allí donde los haya y gerente de Esplendor Cinemas, empresa que gestiona los cines históricos, nos explica que "Córdoba es la única ciudad de España que tiene cuatro salas de verano de la antigüedad que hayan funcionado ininterrumpidamente hasta nuestros días".
Las altas temperaturas que se registran en la ciudad en verano fueron el motivo por el cual los primeros cines ya se construyeron al aire libre. "En la década de los sesenta hubo hasta una treintena", apunta Cañuelo, quien añade que en verano son muchos los cordobeses y turistas que tienen una cita con la historia y el séptimo arte.
"Es fácil ver cualquiera de las salas llenas, son muchos los que prefieren venir a estos espacios al aire libre: están rodeados de naranjos y jazmines, disfrutan en un entorno singular, pagan precios populares (3,50 € de lunes a jueves y 4 € los fines de semana) y pueden cenar aquí". La cartelera, sin duda, es un reclamo. Está pensada para todos los gustos y, según el día y la sala, se pueden ver estrenos de la temporada, películas infantiles o cine de autor.
A las 21:30h se empiezan a ver las primeras colas para comprar las entradas. Fran Sepúlveda las vende a través de una diminuta taquilla y José Rafael Cuadrado, en la puerta, las recoge. "Hoy vienen muchas familias con niños porque la película que se proyecta es Los Pitufos", destaca Cuadrado.
José Lechuga es uno de los que ha venido acompañado de su mujer y su hijo. Nos comentan que viven cerca y vienen bastante: "Traemos nuestro bocadillo y compramos en el bar del cine un par de refrescos y mientras vemos la película cenamos en las mesas que hay habilitadas". En verano no pisan las salas de proyección de los centros comerciales: "Estos son más frescos, los niños pueden jugar tranquilamente y nosotros disfrutamos de la película y del lugar", matiza Lechuga.
Y es que el Coliseo de San Andrés no es un cine cualquiera. Inaugurado en 1935 es el más antiguo de la ciudad, incluso algunos expertos señalan que de España, y desde su apertura se ha mantenido en funcionamiento, a excepción del verano de 1937, en plena Guerra Civil, que permaneció cerrado.
El Coliseo tiene un escenario, situado en el ala occidental, que ha sido utilizado para representaciones teatrales y musicales. "Por aquí pasaron Pepe Marchena, Antonio Molina, Fosforito o Manolo Caracol", recuerda Cañuelo. Otra de sus peculiaridades "es que es un patio de vecinos, una plaza interior de planta pentagonal, rodeada de viviendas a doble altura, cuyas ventanas dan al patio de butacas".
Pepi Iglesias es una de sus vecinas. Lejos de molestarle el sonido de la reproducción cinematográfica o el murmullo de los asistentes, se muestra encantada de vivir en un enclave como este. "Vivo aquí desde el año 1969 y cada verano es estupendo, tengo cine gratis todos los días", señala Pepi, que ha bajado al patio de butacas acompañada de su sobrina y su hijo para ver Los Pitufos. "Aunque otros días veo la película desde el balcón, sin moverme de casa", bromea mientras come un sándwich.
Ubicado en el barrio de Santa Marina, en la pequeña plaza Fuenseca, lugar de inspiración del pintor Julio Romero de Torres que aparece como fondo en numerosos de sus cuadros, el Fuenseca ha abierto sus puertas este año con una imagen renovada.
"La fachada ha sido rehabilitada por nuestra empresa, mostrando ahora su puerta original, así como el torreón y la casa, que data del siglo XVI", puntualiza Cañuelo, quien nos muestra la exposición temporal de Manolete, El cine y los toros, que se exhibe con motivo del centenario de su nacimiento.
El Fuenseca, inaugurado en 1945, está incluido dentro del Catálogo de Bienes Inmuebles protegidos del Ayuntamiento de Córdoba. Su patio interior, con vistas al convento de San Marta y antiguo huerto de las Casas del Conde de Arenales y hoy patio de butacas, es una de sus singularidades. "A finales del siglo XIX las instalaciones las compró la empresa Carbonell y construyó aquí su primera nave comercial, hoy convertida en el fondo donde se proyectan los largometrajes".
A la ocho de la tarde, cuando el mercurio roza los 40 grados, en el Olimpia empiezan a refrescar el patio de butacas. Riegan el albero, colocan bien las 380 sillas y rellenan las neveras. Los refrescos, a 1,10 € y los bocadillos, a 2,5 €, vuelan, nos dicen en la barra.
Rafael Martín, el proyeccionista del Olimpia, comprueba que las películas están bien programadas. Subimos unas empinadas escaleras ubicadas al fondo del cine y llegamos a su despacho, un pequeña habitación de un par de metros cuadrados, muy fresquita. "Tenemos aire acondicionado para que el proyector digital no se caliente, muchos días superamos los 40 grados", señala Rafael.
Justo al lado del proyector digital está el de 35 mm, el cual dejaron de utilizan en 2015. José Rafael Cuadrado, proyeccionista del Coliseo, recuerda ese momento con tristeza. "Mi padre también era proyeccionista, él fue quien me enseñó a utilizar los proyectores antiguos, que hoy ya son pieza de museo", apunta Cuadrado, que mira con nostalgia una película de 35 mm. Tanto Martín como Cuadrado esperan poderlo utilizar algún día esta temporada para conmemorar el 70 aniversario del Olimpia, el cual abrió sus puertas con el nombre de cine Zarco en el verano de 1947 y conservó ese nombre hasta 1961.
En la plaza San Juan de Letrán, en el barrio de la Axerquía norte, empieza la tortuosa calle Frailes. Los viandantes caminan en fila, de uno en uno, por la estrecha acera. A pocos metros, en el número 10, vislumbramos el cartel del Delicias en una claqueta, la cartelera de la sesión de las 22:15h y las 00:15h y dos estrechas ventanas. ¡Son las taquillas!
Inaugurado en 1943 es el segundo cine de verano más antiguo de la ciudad, tras el Coliseo, que al igual que éste, el patio de butacas también fue un huerto. Pero lo que más sorprende a los asistentes es su pozo azul de la entrada. Eso sí, el acomodador nos advierte: "¡No hay agua!". Las luces se apagan y el proyector arranca. Empieza la sesión: Alien: Covenant.
Calle Frailes, 10