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Se le dio bien desde el primer día. Paco Cabrillana se sentó al torno y fue encontrar al instante su pasión hecha profesión. Su padre trabajaba en una fábrica de material para la construcción, un escenario lleno de mecheros de fuel donde el pequeño Paco acudía todos los días a llevarle el bocadillo. "Paseaba por encima de los hornos, con unos zapatos especiales porque las zapatillas se nos quedaban pegadas". Pero no fue hasta su regreso de la mili cuando se empezó a interesar por la cerámica artesana de La Bisbal, un oficio que lleva moldeando sueños desde 1.511. "Resulta que teníamos a algunos de los mejores artesanos de España repartidos en los más de 40 talleres del pueblo".
Paco Cabrillana y su mujer, Dolors Cabello, llevan más de 40 años trabajando la tierra roja de La Bisbal. Lo hacen desde 'Cerámicas Yuma'. "Aquí tenemos unas arcillas excelentes, estamos en un país que puede presumir de esa credencial". La arcilla de aquí, del Empordanet, se trabaja a unos 1.040 grados de temperatura, tenemos una tierra muy dura que es muy apreciada por esto. "Aquí a la cerámica se le ha dado siempre un engobe blanco encima. Es la técnica de La Bisbal: tierra roja, engobe y esmalte", cuenta Paco con brillo en los ojos, mientras Dolors trabaja en una partida de tazas para un pedido especial.
En este pueblo lleno de juderías, cada taller artesano desarrolla sus propios colores y formas. El de Paco está lleno de odas al Baix Ampurdà, al arte de la cocina a través de vajillas y utensilios y a la casa de los sueños de todo el que ame lo only local."Me centro en la cerámica de La Bisbal, pero trabajo todo tipo de materiales. Gres, loza, jaspe…". Todos ellos acabarán luego en el torno para ser cincelados, pulidos, pincelados, engalbados… Hechos a mano, pieza por pieza. La cerámica de La Bisbal (que incluye las piezas de este pueblo y de los cercanos recogidas bajo este distintivo) está hecha sobre todo con sinceridad y humildad. Lo muestra el carácter de Paco. "Todo lo que hay que conocer es con qué tipo de tierra trabajas y a partir de ahí qué temperatura darle y qué esmaltes aplicarle".
Un sector que ha pasado por todo tipo de crisis. Un negocio imprevisible según Dolors y Paco. "Cuando llegó la cerámica de China no nos dimos cuenta y el mercado se hundió. Pero te reinventas. Llevamos así toda la vida". Pero Paco tiene claro que es un artesano al 100 %. "Trabajas desde esa premisa. La artesanía es una cosa y la industria es otra. Yo no hago grandes cantidades porque creo que dejas de ser quien eres. A mí me gusta hacer mis piezas, aunque sí que agradecemos cuando entran pedidos bonitos, que también nos permitan vivir".
Ahora Paco y Dolors están trabajando en un pedido de 500 tazas para unas cafeterías de Barcelona. Todas con sus marcas distintivas dentro de esa perfección de artesano: una gota, una muesca… Esos "defectos" son auténticas credenciales que "solo entienden los que conocen y aman la cerámica", dicen Paco y Dolors mirándose, admirándose. Es el sello de La Bisbal: autóctono, un homenaje a los abuelos, a la tierra, a una manera de trabajar llena de identidad. "Este es un trabajo absolutamente de autor. Cuidando al detalle cada pieza. Con tiradas cortas, escuchando la historia de la cerámica que moldeamos".
¿Y si se rompe? "Se arregla, quizá esa pieza te esté diciendo que tiene otra historia que contar. Esto lo hacen muy bien los japoneses y la gente paga por ello", ríe el matrimonio. Y es que como en la vida, a veces las piezas más interesantes son las que guardan golpes, las que recogen un poco de misticismo. "Tenemos piezas con cenefas llenas de muescas, jarras con marcas de dedos… Este es el mejor ejemplo de que una pieza artesana no se hace, nace".
Hoy esa artesanía se vende en auténticos santuarios como el Monasterio de Montserrat, tienditas propias y por supuesto en el propio taller de Paco. Un rincón donde el ayer es creativo, cuyas formas y acabados se extienden por todo el pueblo, también en restaurantes como 'La Cantonada' (Bisbe, 6). Aquí Susana y su marido Xavier Blasco muestran con pasión sus diferentes creaciones, marca Baix Ampurdà, en platos y recipientes hechos por los diferentes artesanos de este pueblo. "Desde hace cinco años trabajamos con diferentes ceramistas del pueblo. Muchos son vecinos, amigos personales… a los que solemos pedir diseños que nos apetecen".
Es la ventaja de un pueblo alfarero, poder entrar a (casi) cualquier hora al taller y decirle al maestro cómo quieres el diseño. "Con Paco hemos arreglado muchos diseños antiguos que hemos actualizado, pero también trabajamos con otros vecinos de este y otros pueblos cercanos. Es cerámica a la que nosotros le damos una función específica en la mesa".
Esto da lugar a un universo de formas y colores que acaban acogiendo creaciones culinarias diferentes para lo que estaban concebidas inicialmente: vasos de sangría convertidos en yogurteras, platos que se crearon como fruteros y hoy exhiben guiños a los fogones italianos, cazuelas que, en lugar de guisos, portan unos cremosos canelones rostit (al horno, en catalán) regados con un chorrito de ese brandy típico de la cocina catalana.
"Al final el color de cada pieza forma parte del emplatado", explica Susana en un restaurante con odas continuas al Empordanet, pero enmarcado en un paraguas Mediterráneo. En las cocinas de los restaurantes de esta tierra artesana hay dos tipos de cerámica: la hecha a baja temperatura (a 900 grados de cocción), muy ornamental, pero de durabilidad más corta y la cerámica hecha a alta temperatura (gres). Susana y Xavi trabajan con todos los formatos en un pueblo en el que a nadie le gusta encasillarse. A los chefs les pasa lo que a Paco en su taller: "tenemos una clientela muy fiel a la que nos gusta sorprender constantemente".
Un pueblo camino de esas playas de la Costa Brava, rodeado por viñedos antiguos de garnacha, con una cocina que define 100 % el paisaje. Donde entre torno y torno abren sus puertas los famosos anticuarios y tiendas de interiorismo de La Bisbal y pueblos cercanos como Corçà y Vulpellac. Añejas y nuevas, pero siempre tiendas sonrientes. Una tierra de antiguos oficios, donde cada pieza cerámica no se termina de pulir solo en el torno, sino también en la mesa.