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La famosa fachada plateresca de la Universidad de Salamanca -sí, la de la rana- da acceso al edificio de las Escuelas Mayores. Allí, en el Claustro Alto, se encuentra la Biblioteca General Histórica, cuyo origen se remonta a la época del rey Alfonso X 'El Sabio' (1254), lo que la convierte en -posiblemente- la biblioteca pública más antigua de España y de Europa. Para llegar a ella, hay que subir por la Escalera del Conocimiento. No hay mejor antesala: esta escalinata renacentista del siglo XVI es una alegoría en piedra sobre cómo la sabiduría es el camino para superar los vicios del hombre. Un ascenso hacia la virtud a la que tomamos rumbo.
Una portada gótica de piedra y una imponente verja de alta forja forman la entrada noble a este templo de las letras, al que es posible asomarse a través de una puerta acristalada. Esta ubicación no es la primera que tuvo la biblioteca, sino que hubo otra primitiva que, en el año 1470, se instaló sobre la capilla de San Jerónimo y bajo el 'Cielo de Salamanca', el misterioso mural al óleo del salmantino Fernando Gallego que hoy podemos observar -de manera parcial- en el patio de las Escuelas Menores.
Solo los bibliotecarios y las visitas privadas pueden entrar en el interior de la librería cuya sala actual, creada en 1749, encandiló al director Álex de la Iglesia para recrear la biblioteca vaticana en la serie de HBO '30 Monedas'. Allí, entre los enormes globos terráqueos y las esferas celestes de los cartógrafos Blaeu y Vaugondy, esperan Eduardo Hernández, bibliotecario en activo desde 1995; y Pepe Rincón que, jubilado en 2007, ha dedicado 46 años de su vida a salvaguardar los valiosos ejemplares que atesoran estos muros. "Estas esferas que véis aquí fueron adquiridas en París por el catedrático Diego de Torres Villarroel y son conocidas como libros 'redondos y gordos', cruciales para la docencia de la época", comienzan a explicar.
En el interior de la sala abovedada, los libros parecen murmurar. La vista es incapaz de centrarse en un solo ejemplar, la mente vuela entre las estanterías de pino natural que aún conservan las redes de gallinero; y juega entre los tomos de distintas encuadernaciones, tamaños y colores, clasificados minuciosamente por materias en el siglo XVIII y hoy en día ordenados siguiendo el sistema de números currens (o correlativos). También hay varias estatuas alegóricas en las esquinas y un retrato del Papa Clemente XII, gran mecenas en la reconstrucción de la Biblioteca.
"Aquí hay exactamente 38.937 libros", desvela Pepe. "El 38.938 empieza en la sala del depósito que comunica esta biblioteca con la sala de investigación y donde se encuentra el fondo moderno", apunta este salmantino de Carbajosa de la Sagrada que, siendo el mayor de 7 hermanos, comenzó con 21 años a trabajar aquí en 1961. Podría decirse que casi todos estos libros han pasado por sus pacientes manos. Entre ellos, 2.774 manuscritos de los siglos XI al XX, 487 incunables -libros impresos antes de 1501- y alrededor de 60.000 obras impresas desde el s. XVI hasta 1830. Ejemplares cuya limpieza es clave para su conservación. "El polvo es una de las grandes amenazas de los libros. De forma continua, se limpian página por página con una suave brocha", desvela.
Eduardo se pone los guantes blancos y con sumo cuidado coloca un pesado libro sobre un cojín. El silencio invade la sala en esos segundos en los que el bibliotecario hace el gesto de abrir su portada. La expectación es como la de abrir la tapa de un tesoro. Su dedos acarician las primeras páginas de Los Elementos, una copia de la obra del griego Euclides escrita en pergamino en el siglo XIII.
"Es tal su importancia que, después de la biblia, es el libro con más ediciones de la historia", resalta el salmantino, cuyas palabras van cargadas de fascinación. "Escrita en tiempos de la Biblioteca de Alejandría, es una de las obras más importantes de la historia por una razón fundamental: Euclides no escribe nada original, sino que compila y expone de forma habilidosa todo el saber matemático conocido hasta su época".
Sus páginas muestran textos escritos con letra gótica y unos amplios márgenes donde las figuras geométricas están justo a la altura de las explicaciones del texto. "La funcionalidad de estos márgenes es un detalle importante. Igual que la decoración de las letras capitulares, iluminadas con pigmentos de piedras preciosas: pan de oro para el amarillo, lapislázuli para el azul o malaquita para el verde, entre otros", cuenta Eduardo. La belleza de los trazos seduce al lector.
El segundo bestseller que muestra sobre el atril es una copia del Códice Calixtino del siglo XIV, con una gran riqueza iconográfica que difiere del original custodiado en la Catedral de Santiago de Compostela. De este códice medieval destacan escenas como la del apóstol Santiago a caballo -único en este ejemplar-; la miniatura del arzobispo Turpin sobre los héroes de Roncesvalles; o el Sueño de Carlomagno con sus soldados a caballo. "Podríamos decir que es el primer cómic de la historia", comenta Eduardo con tono bromista, mientras cierra el libro que posa con delicadeza sobre la mesa de caoba heredada del Colegio de San Bartolomé.
Pepe está considerado una eminencia en la Biblioteca Histórica y la complicidad con Eduardo es total, fruto de 12 años compartiendo juntos su amor por las letras. A Pepe aún le siguen llamando cariñosamente el Estacionario Mayor, en honor a esa persona que se encargaba de copiar los manuscritos a través del sistema de pecias por orden de la Universidad y que dió origen a la biblioteca. "Una figura que ya aparece reflejada en la Carta Magna de 1254", puntualiza Eduardo, que celebra otro mérito de Pepe como fue la entrega en 2008 de la Medalla de Oro al Mérito del trabajo.
En las manos de este magnífico embajador se encuentra otra obra maestra de encuadernación renacentista española hecha con piel sobre madera. "Se trata de un libro por encargo de un noble [probablemente de Pedro de Acuña, conde de Buendía] que buscaba mostrar lo importante que era a través de los libros que posee". Es un espectáculo, un ejemplar de las Obras de Séneca traducido del latín al castellano -siglo XV- por Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, a petición del monarca Juan II.
"Lo especial de esta obra es el encabezamiento, dibujado con oro diluido; y el juego de metalenguaje que observamos en sus páginas", expone Eduardo mientras busca la imagen de la virgen con el niño en mandorla. "Aquí vemos detalles como la sensación de profundidad y la búsqueda de perspectivas vistas incluso antes que en las pinturas de la época", detalla. "En este caso -prosigue- el margen no es funcional y marca una proporción áurea. Es un ejemplar de lujo que está demostrando poder con esos márgenes vacíos que invitan a una mejor legibilidad y airean la lectura. El estilo gráfico es muy delicado para la época, hay mucha minuciosidad".
La copia de Séneca es uno de los ejemplares que llegó a la Biblioteca Histórica de Salamanca tras la expulsión de los jesuitas en 1767, uno de los tres acontecimientos de los que se alimentó el fondo de esta librería entre los siglos XVIII y XIX, junto a la clausura de los colegios mayores -cuyas bibliotecas eran especialmente ricas- y la Desamortización de Mendizábal en 1836, además de múltiples donaciones personales.
Para terminar, Eduardo muestra un cuarto libro producido ya tras la invención de la imprenta en 1440: Historia de la composición del cuerpo humano, de Juan Valverde de Amusco (siglo XVI), "creada al calor de la obra del gran anatomista Vesalius con calcografías y grabados hechos en planchas de cobre con imágenes bellísimas". El salmantino lee en alto una nota al lector escrita por el autor que alega que toma las imágenes de Vesalius porque sería "invidia o malignidad no aprovecharme dellas".
Son también destacables obras como el manuscrito de la Fazienda de Ultramar, una biblia romanceada del siglo XIII traducida al español; la edición incunable de Dioscórides, de Aldo Manuzio; o los tres ejemplares de las Virtuosas de Clara Mujeres, de Álvaro de Luna y del que solo existen 5 en el mundo (siglo XV). Aunque si Pepe tuviera que destacar una obra, no lo dudaría. El Libro de Buen Amor, de Arcipreste de Hita, es su favorito, su niña bonita. "La biblioteca custodia uno de los tres ejemplares que existen, siendo el nuestro el más tardío y el más completo".
Es hora de que las joyas literarias regresen a la cámara acorazada, situada tras la fachada plateresca, una pequeña sala que en sí misma es una maravilla con sus muebles del siglo XVII y las pinturas de Martín de Cervera inspiradas en la vida universitaria, como la que decora la puerta de un armario con la imagen de una clase de derecho canónico de la época. Pequeños estantes numerados protegen los preciados manuscritos e incunables, lo mismo que una antigua arca medieval de cinco llaves cuyo contenido interior guardan con sigilo los bibliotecarios, cuya adoración por la escritura y su historia es absoluta. Como la nuestra.