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Hay que volver los ojos a esta localidad gaditana emplazada allí donde muere el río Guadalquivir y flanqueada por un puñado de playas infinitas en las que se baten las olas del Atlántico. Y hay que hacerlo precisamente en 2019 para recordarle al mundo que, aquí donde hoy se celebran las famosas carreras de caballos (esa fiesta declarada de interés turístico internacional), hace justo 500 años daba comienzo una de las grandes gestas de la historia universal.
Del puerto de Sanlúcar de Barrameda partieron, en 1519, los navíos comandados por el portugués Fernando de Magallanes y su sustituto en el mando, el español Juan Sebastián Elcano, dispuestos a completar la primera vuelta al globo. Un hito que supuso tres años de navegación (y más de 200 muertes) y con el que se demostraba, al fin, que la tierra era redonda. Por los festejos que conmemorarán este acontecimiento (teatro, conciertos, diálogos literarios y hasta una ruta turística por los puntos más significativos) y también porque esta villa goza de un hermoso patrimonio monumental, su visita ha de figurar en los planes viajeros del año próximo.
Quienes ya conozcan los encantos que la más oriental de las Islas Canarias despliega en la superficie, que esperen a descubrir los secretos que también oculta bajo el océano. Porque más allá de una sorprendente fauna que congrega a anguilas jardineras, peces araña, caballitos, esponjas y otras miles de especies multicolores, hay arte en el fondo del mar. Nada menos que unas 400 esculturas que conforman el Museo Atlántico, el único parque subacuático de Europa, sumergido a unos 12 metros de profundidad.
Abierto hace apenas un par de años en el sur de Lanzarote, cerca de la bahía de las Coloradas, su visita ha de realizarse buceando con botella de oxígeno y en posesión de la titulación homologada (o, en su defecto, a través de un bautismo con cualquiera de los centros autorizados). Lo que aguarda es un mundo fabuloso. Las figuras, ideadas por el artista británico Jason deCaires e inspiradas en los habitantes reales de la isla, exhiben bellísimas historias de corte social. La idea es que con el tiempo se forme un arrecife artificial a gran escala que incremente la masa marina y atraiga vida natural. Arte, aventura y preservación nunca fueron tan de la mano.
Empecemos por el tomate, que para eso esta tierra es una de las principales productoras. Sigamos con los frutos del mar, en especial con la gamba roja de Garrucha y con los deliciosos calamares, jibias, pulpos, salmonetes, sardinas…. que lucen en las lonjas, los mercados y los restaurantes. Vayamos después a los arroces, como buen exponente del Mediterráneo. Y prosigamos con otros platos típicos tan ricos como los gurullos, las migas o la olla de trigo. A todo esto, no olvidemos las conservas y los salazones, los quesos y los embutidos, los postres irresistibles como los mantecados o el soplillo…
A quien no le haya convencido semejante desfile de manjares, solo añadir que Almería compite con Granada en esa sana costumbre de aliñar las cañas y el vino con deliciosas tapas gratuitas. Por todo ello, y porque el merecido título de Capital Española de la Gastronomía dará lugar múltiples actividades con las que mostrar sus sabrosas bondades, la ciudad andaluza es el destino al que ir en 2019 para contentar al paladar.
Que el museo que está situado en la cima de la cultura española (y que se cuela a menudo en el ranking de los más valorados del planeta) cumpla 200 años, es un acontecimiento de lujo. Hablamos, claro, de El Prado, cuyo bicentenario marcará el latido artístico de la capital. Más de un centenar de eventos pondrá en marcha la gran pinacoteca, entre los que destaca la muestra Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria, en la que se desgrana la historia de la institución. Se podrá disfrutar, además, de exposiciones temporales que incluyen a Velázquez, Rembrandt o Goya, así como del proyecto De gira por España, con el que se prestarán algunas de sus obras al resto de las comunidades autónomas.
Por si fuera poco, Madrid también celebra en 2019 el 'Año Lorca', precisamente cuando se cumple un siglo de aquella primavera en la que el poeta llegó a la ciudad para ingresar en la Residencia de Estudiantes. Y con estatuas efímeras desperdigadas por el centro, las calles recordarán al ilustre Benito Pérez Galdós en el centenario de su muerte.
Aunque no se debería airear mucho, siempre es un placer absoluto acercarse a esta pequeña islita emplazada a media hora en barco del sur de Mallorca. Un lugar que tiene todos los mimbres del refugio perfecto, alejado como está de los recursos turísticos (no hay hoteles ni restaurantes más allá de una cantina) y con ciertas (y alabadas) restricciones que permiten conservarla salvaje: no se puede pescar, ni bucear sin permiso, ni echar el ancla en los alrededores.
El resultado es un paisaje de apabullante pureza, en el que habitan intactas más de 500 especies de plantas y casi mil de animales marinos. Todo un privilegio para ser recorrido a pie de arriba abajo al hilo de diversas rutas, y rematar la visita con un baño en aguas cristalinas, tan plagadas de peces que uno se siente dentro de un acuario.
Claro, porque se cumplen 30 años del estreno de Amanece que no es poco y la ocasión requiere revisitar los escenarios de la que fue concebida como una obra maestra de la comedia delirante y una inimitable referencia de la carcajada absurda. La película más surrealista de José Luis Cuerda fue rodada en la Sierra del Segura, donde hoy existe una ruta turística con paneles informativos, conjuntos escultóricos e incluso un centro de interpretación emplazado dentro de una ermita.
Todo para revivir aquellas escenas memorables que discurren en las localidades de Ayna, Liétor y Molinicos que, juntas, conformaron aquel pueblo extravagante donde todos los vecinos veneran a Faulkner, las clases escolares se imparten cantando góspel y, en la huerta, los propios hombres brotan a modo de lechugas. Una cinta que aglutinó a lo mejorcito de la escena española de entonces (Antonio Resines, Luis Ciges, Manuel Alexandre, María Isbert, José Sazatornil…) y que, como dirían sus personajes con un humor muy albaceteño, sigue siendo, tres décadas después, contingente y necesaria.
Muchos no lo saben, pero bajo este evocador nombre se esconde un paraje de extrema belleza en pleno Valle de Arán. Para darlo a conocer, precisamente, se inauguró hace apenas seis meses el centro de interpretación donde, mediante un recorrido interactivo, se da buena cuenta de sus curiosidades: desde las glaciaciones que lo moldearon hasta la fauna y flora autóctona, pasando por historias de pastores, refugiados y traficantes de este enclave utilizado para escapar de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Quienes se aventuren a descubrirlo en 2019 hallarán varias rutas preciosas entre bosques de hayas, abetos, avellanos y abedules, que son el hogar de por corzos, jabalíes y, aunque muy esquivo, también algún oso pardo. Pero sobre todo, hallarán agua en una auténtica maravilla geológica: la que se funde del glacial Aneto, se filtra bajo la tierra y reaparece de pronto en este idílico entorno.
Sí, ya lleva unos años haciéndolo. Especialmente en el terreno gastronómico, donde no dejan de brotar como setas nuevas propuestas de vanguardia, sin descuidar los establecimientos clásicos adscritos a la cocina de siempre. Pero también en el terreno del arte tiene mucho que decir este nuevo año la capital del Turia.
A la prevista apertura de nuevas salas en el Museo de Bellas Artes (que acogerá, en 2019, exposiciones emblemáticas con obras inéditas) se suma la tendencia a reconvertir antiguos conventos en interesantes centros de cultura. El Monasterio de San Miguel de los Reyes, el Real Monasterio de la Santísima Trinidad o el Patriarca son algunos ejemplos. Aunque el más aplaudido es Convent Carmen, emplazado en lo que fuera el convento de San José y Santa Teresa, que data de 1609. Un centro para la creatividad en el que la iglesia y el jardín sirven de escenario para debates, exposiciones y conciertos, y donde hay también un mercado gastronómico dirigido por el chef Miguel Ángel Mayor.
Curiosa es, para quienes no la conozcan, la llamada Vía Verde de Plazaola, una ruta que discurre por el trazado del antiguo ferrocarril a vapor que enlazaba Pamplona con San Sebastián. Hoy esta senda hace las delicias de caminantes y ciclistas, que se aventuran por los valles de Larraun y Leizarán, en el noroeste de Navarra, justo por donde antaño se oía un monótono traqueteo.
El camino, plagado de bancos y barandillas de madera, de estaciones convertidas en oficinas de turismo, de túneles interminables y de casi un mirador en cada curva, atraviesa bosques, prados y aldeas exquisitas con bellas casonas de hechura tradicional. Además permite bifurcaciones para adentrarse por nueva y gloriosa naturaleza. Y todo, siempre, con las majestuosas vistas al fondo de la Sierra de Aralar.
También habrá hueco, como cada año, para los amantes del arte sacro, que tienen su cita de siempre en la ya legendaria muestra de Las Edades del Hombre. La edición de 2019 tendrá lugar en esta bella localidad burgalesa y su temática versará sobre los ángeles, su espiritualidad, su estética y su iconografía. Angeli es, de hecho, el título de la exposición, que estará repartida en tres sedes: la colegiata de San Pedro, la ermita de la Piedad y el monasterio de la Ascensión de Lerma.
Una ocasión ideal para conocer los encantos de Lerma, que goza de la distinción entre Los Pueblos más Bonitos de España. Asomado al río Arlanza, y con un maravilloso patrimonio arquitectónico esculpido por los maestros herrerianos, esta villa atrapa por su historia, su mágico perfil de piedra y, por supuesto, su gastronomía.