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Raúl Arévalo se apunta sin dudarlo al slow travel, a esos viajes que se saborean sin prisa desde el momento en que te sientas ante el volante y arrancas el motor, sin importar la hora de llegada al destino. "Aunque suena tópico, creo que el concepto de disfrutar del camino es algo que cada vez valoro más en mi vida. También en mi trabajo. Por encima de todo, lo que siempre se recuerda son los lugares donde has estado y a las personas que has conocido, el valor humano", asegura el madrileño. Con el apabullante paisaje de las Hurdes como escenario natural, el madrileño comparte con la Guía alguna de sus mejores experiencias viajeras.
De todos los rodajes que he hecho he tenido la suerte de visitar muchos sitios de España, ciudades y pueblecitos a los que quizás nunca hubiera ido. De todos, tengo especial cariño a Málaga. Fue donde rodamos el Camino de los Ingleses, y desde entonces, vuelvo siempre que puedo. La ciudad forma parte de mi vida. Estuvimos a principios de verano, cuando aún no había mucha gente. Antonio Banderas nos enseñó rincones de Málaga que formaban parte de su infancia. Recuerdo la playa-balneario Baños del Carmen, el chiringuito de El Cabra, y la Bodega-Bar El Pimpi, en el centro, frente al teatro romano.
Hay muchos, desde las montañas de Galicia y Asturias, a las playas de Formentera. La primera vez que las vi aluciné. También el Coto de Doñana. Cuando rodamos la Isla Mínima, en la zona de Isla Mayor, todos los alrededores eran kilómetros y kilómetros de arrozales. Era muy impresionante verlo. Había una mezcla de flora y fauna que fue muy dura para el rodaje, pero también muy impactante visualmente. Las Hurdes también me han sorprendido. No las conocía antes de este rodaje con Guía Repsol. Son unos paisajes que lucen mucho a través de la cámara y de las fotos, pero en directo son aún más espectaculares.
Las carreteras más bonitas que he visto en España han sido en el norte, en Asturias, País Vasco y Galicia. Pero curiosamente cuando rodé mi película Tarde para la ira, estuvimos por la zona del pueblo de mis padres, en Martín Muñoz de las Posadas, en la provincia de Segovia. Es una zona muy árida, muy seca, no es nada bonita, por mucho que yo ame mi pueblo. Pero curiosamente ante la cámara, la carretera de la Sierra de San Rafael (por el kilómetro 70) fotografiaba muy bien, era espectacular. Me sorprendió mucho y nunca lo hubiera dicho.
Mis padres son segovianos y hay un restaurante en el que he estado un par de veces y al que quiero volver con mis amigos que se llama 'Mesón Riscal', en Carbonero El Mayor. Es el único sitio donde de verdad tienen carne de buey. Espectacular.
Soy de los que les gusta parar en esos bares con solera donde te puedes comer un torrezno, un pincho de tortilla o un café con leche y croissant. Siempre me acuerdo de 'La Alegría', un bar típico de camioneros (ya cerrado) que había en mi pueblo (Martín Muñoz de las Posadas), que tenía ese poso que cada vez encuentro menos en los nuevos bares de carretera, muchos con apariencia de prefabricados. Uno que es buenísimo es el Landa, en la carretera Madrid-Irún, entrando a Burgos.
La playlist de los viajes la organiza mi novia. Yo soy más de buscar algo concreto en Youtube o Spotify. Soy muy variado, aunque descarto la música electrónica. Si tengo que elegir, La chica de ayer, de Antonio Vega, siempre me inspira un viaje.
Me gusta mucho El Milano Real, un hotelito rutal de Ávila con vistas a la Sierra de Gredos.
En Comillas, estuvimos un mes y medio rodando Primo. Allí se come increíblemente bien. Me encantó 'Casa Cofiño', en Caviedes, a pocos kilómetros de Comillas; y el restaurante 'La Aldea'. La mejor carne, el mejor jamón, el mejor queso… era todo de tan buena calidad, que lo primero que hicimos todos los actores cuando llegamos a Madrid fue ir a comer una hamburguesa con patatas a un hamburguesería. Teníamos el cuerpo saturado de comer bien. "Que bien hemos comido, pero ahora nos apetece algo de guarreo", dijimos todos (ríe).