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Iseo, que ha vivido en Pamplona, Barcelona y desde hace tres años reside en Madrid, tiene recomendaciones tan heterogéneas como deliciosas: las ensaladas del 'Katakrak' en Pamplona, la fusión hispano-marroquí de la 'Taberna Mahareta'en Sevilla y las tortillas del 'San Amaro' en Vigo. Y unas cuantas historietas y detalles de sus periplos por el país, con directos que logran cada vez una mayor respuesta por parte del público.
Sus propuestas gastronómicas son tan multiculturales como su música. Si en solitario hace gala de su cautivadora voz en coordenadas cercanas al pop, el soul y el rhythm & blues, junto a Alberto Iriarte, alias Dodosound, ha comenzado una carrera paralela por los terrenos del dub y el reggae. Tras ganar una docena de premios en distintos festivales, cruzarse la península de una punta a otra y dar cientos de conciertos en los últimos dos años, todo parece encajar en Roots in the Air, su último álbum, que presentaron el 22 de julio en el Lagata Reggae Festival de Zaragoza, el 29 en el Hatortxurock de Lakuntza y el 18 de agosto en ese fiestón llamado Rototom Sunsplash de Benicàssim, el festival más grande de Europa dedicado a los sonidos de origen jamaicano.
Estoy muy a gusto en Madrid, llevo aquí ya tres años y no tengo planes de cambiar a medio plazo. Pero si surge una oportunidad no tengo ningún problema en cambiar de aires. No me he movido de ciudad en ciudad motivada por la música, ella siempre viene en la maleta conmigo, pero no ha sido el motivo principal.
Donde más en casa me siento es en el pueblo de mis padres, un pueblo chiquitito de Navarra que se llama Lumbier. Ahí es donde me gusta ir para escaparme de todo, oír el río desde mi habitación y que no haya ninguna preocupación más que cuando tengo hambre o cuando tengo sueño. Tiene un punto de huida de la realidad. Pero me gusta mucho ir conociendo sitios, vivir en lugares distintos y hacer de cada ciudad en la que vivo un poco mi hogar. Puedes tener casa en cualquier sitio, pero hogar no. Y yo en este momento en Madrid lo tengo.
Uno de los sitios que más me gustan para comer en Pamplona es un bar-restaurante que se llama 'Katakrak', tiene una comida riquísima, muy cuidada, y el menú está estupendo. Es uno de los lugares 10 de Pamplona, tienen también repostería artesana y hacen exposiciones, presentaciones de libros... Para mí es una referencia ineludible en la ciudad.
Es una de las alegrías de viajar, conocer la gastronomía de otros sitios. En Sevilla, al lado de la sala 'Fun Club' y en plena Alameda de Hércules está la 'Taberna Mahareta', que fusiona la comida marroquí con la española. Es espectacular. También estuve hace poco en Galicia y descubrí en Vigo un restaurante muy casero, ni turístico ni nada, pero en el que hacen unas tortillas de caerse de espaldas. Se llama 'San Amaro' y está en una zona de bares con muchos garitos interesantes.
Creo que sí, porque cuando te viene mucho de uno el otro lo salva. Cuando estás agotado te viene la alegría de todo lo bonito que estás viviendo y eso es lo que te levanta el alma. El agotamiento es inevitable que te llegue cuando estás de gira, porque supone estar cada fin de semana de aquí para allá. Es imposible que no te canses físicamente y también psicológicamente. Salir tanto de casa, vivir con una maleta siempre a medio llenar, cuando acabas los conciertos no puedes pasarte porque en tres días tienes que volver a irte… Es algo mucho más duro de lo que puede parecer. Esto no está hecho para todo el mundo. También es verdad que luego te llega una recompensa que no encuentras en ningún otro sitio.
En los principios de gira se nota mucha más energía. No es que luego no haya, sino que poco a poco vas encontrando el espacio y el momento de la furgoneta, es distinto. Ahora en verano, con la gira que tenemos de Iseo & Dodosound, somos seis. A veces ponemos música, otras veces vamos hablando sobre cualquier historia que haya pasado en el concierto. Puede haber tranquilidad, con tres dormidos detrás, otro leyendo y otro hablando por teléfono… Hay momentos en que todo el espacio es común y todos estamos en la misma onda, y otros más relajados en los que cada uno está a su historia.
Nos han pasado mil historias. Por ejemplo, que no haya manera de encontrar la ubicación del lugar con el GPS y estar dando vueltas y al final aparecer por caminos que no sabes si te van a aparecer fantasmas u hombres lobo. Nos pasó una vez en Alicante y la verdad es que pasamos un poco de miedo. O salir de la gasolinera sin darnos cuenta de que nos habíamos dejado el maletero abierto… Hay bastantes historias, pero por ahora no nos ha pasado eso de olvidarnos a alguien en una gasolinera. Aunque eso no significa que no vaya a pasar, porque tantas horas en la carretera…
La verdad es que sí. Cuando ves toda tu inversión de tiempo y ya la puedes tocar, le ves la cara, la puedes escuchar, ves cómo suena… es una sensación de realización, de ver que todo lo que llevas haciendo durante más de seis meses ya tiene un nombre. Es un momento muy bonito.
Para mí es de los principales motores de un concierto, es un paso más que sacar un disco y que la gente lo pueda escuchar. Es ir a la plaza y que la gente te enseñe cómo lo vive. De hecho yo necesito hacerlo, porque como público también busco eso cuando voy a un concierto. Algunas de las canciones nuevas las llevábamos en el directo antes de publicar el álbum, pero ahora poco a poco iremos desgranando algunas más para ver cómo reacciona el público.
El primer concierto no lo recuerdo como tal, recuerdo la época en general. Empecé en el bar 'Mediterráneo' de Barcelona, y poco a poco me fui soltando frente al público y entendiendo lo que significaba aquello. Tenía que aprender a interactuar con la gente, y a verme a mí misma en el escenario. Es un sitio muy pequeño, muy casero, pero eso también te da una cercanía muy especial con el público. Recuerdo con mucho amor ese tiempo en Barcelona, tenía dos o tres conciertitos por semana y fue algo que me activó mucho. Ese fue el germen de todo lo que ha venido después.