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Antes de que la televisión llegara a su vida (participa como exitoso jurado en Maestros de la Costura, que estrena este 25 de enero una nueva edición), Lorenzo Caprile ya era un gran personaje: su sentido del humor, su naturalidad y su buen hacer lo habían consolidado como uno de los modistas más reputados, más singulares y con más salero de todo el panorama de la moda española. Caprile vive desde hace diez años en un hotel, es de gustos gastronómicos sencillos y le encanta viajar en coche.
En Arévalo (Ávila), el asador 'La Pinilla', un restaurante donde preparan un cochinillo asado que te mueres. Estuvimos en el puente de diciembre, de camino a Aguilar de Campoo, cuando fuimos a ver el proyecto de 'Las Edades del Hombre' que, por cierto, recomiendo. Y hace poco fui a León a dar una conferencia sobre moda y esoterismo. Al día siguiente salí de excursión y descubrí el paraje de Las Médulas, en las antiguas minas. Me pareció una de las cosas más impresionantes que he visto últimamente.
Aquí, a la cervecería 'Pittu'. Está al lado del ministerio de Trabajo, en el barrio de Salamanca, está todo riquísimo y me siento en casa. Me gusta todo de aquí: el arroz con leche, el chorizo, las fabes con almejas, el cachopo. Otro restaurante que me gusta mucho es 'El Landó', en Las Vistillas. Cuando vienen amigos extranjeros, que es muy a menudo, los llevo siempre allí. Comida española tradicional, muy rica. Es el cuñado de Lucio ('Casa Lucio'). Y luego está el 'Bogotá', en mi barrio, en la calle Belén, que para mí es como el 'Jockey' de los pobres, porque se come muy bien pero es muy barato.
Vivo en un hotel porque me da mucha libertad, me quita preocupaciones y, aunque parezca lo contrario, a la larga, al cabo del año me sale más barato que un alquiler y todo lo que supone. No echo de menos una casa normal. Aquí lo tengo todo. Además a mí no me gusta vivir en un piso.
Sí, pero sin pasarme. No pienso mi viaje en función de los restaurantes. Tengo algunos amigos que son así y se hace pesado viajar con ellos: "venga, vamos, corre que tenemos mesa reservada", pues mira, no. Porque si un día estás en un mercado o viendo una exposición y te apetece seguir y comerte un bocadillo de cualquier manera, pues ya está…
Noooo, para nada, me gusta comer bien, pero no, gourmet, no. A mí me gusta lo rico, lo de siempre, la comida comida.
Fue con mis padres y mi hermana mayor y fue espectacular. En el verano del 93. Un viaje inolvidable, inolvidable de verdad. Ahí se terminó un poco mi primera juventud y empezó mi otra vida. Arrancamos en el cañón del Colorado y nos fuimos en coche hasta Nuevo México, Alburquerque. Terminamos en Santa Fe. Fue un viaje definitivo. Ese verano yo había empezado a hacer mis trajecitos de novia. Mis padres me regalaron ese viaje, que fue el último que hice de hijo de…
Demasiados libros, que no me acostumbro a leer en otros soportes. Es lo primero que meto. Ropa, poquísima. Libros y mis cuadernos, mis agendas…
Sí. Pero no en una ciudad, ¿eh? Estoy barajando muchos sitios, tengo una hermana que vive en Écija. No lo descarto. Me veo en un ambiente rural, en algunas zonas de Zamora que me gustan, en Salamanca. Yo no voy a envejecer en Madrid, que es una ciudad muy dura. Madrid solo vale si eres muy joven o muy rico. Pero si estás ahí, en un término medio…
En la fiesta de fin de año de la embajada italiana me cepillé yo entero una bandeja de mortadela de esa finísima de allí. "¿Y que va a pensar el embajador?", me dijeron mis amigos finos. Y yo dije: "me da igual". Entera me la comí. Una delicia.
El monasterio de Yuste. No lo conozco y todos me dicen que es un paraje espectacular. Y tengo muchas ganas de hacerme la ruta de los Fiordos.
Sí, pero lo que me cuesta es arrancar: la maleta, el avión, el visado, el dinero… Me gusta cuando estoy allí, desplazarme, quedarme en el sitio al que voy… pero el antes no me gusta, me da pereza.
Muy divertidos. Dos veces al año, en familia. Mis padres son italianos y en Semana Santa nos íbamos a esquiar a los Alpes, en Piamonte, encima de Turín. Luego a finales de verano al pueblo de mi madre, a ver a mi abuela. Imperia, se llama el pueblo, cerca de San Remo. Íbamos en coche, en varias etapas, claro.
Otro destino era Laredo, a veranear tres meses. Se cerraba la casa en Madrid y nos íbamos allí en plan odisea, los siete hermanos y mis padres. Yo ya hice ese viaje en una sola jornada, pero antes de mí, mis padres, Mario y Paola, hacían noche en Burgos. Ahora se tarda cuatro horas, claro. Pero entonces eran viajes interminables.
Me encanta ir en coche. Si fuera multimillonario tendría un chófer 24 horas. No conduzco pero soy muy buen copiloto. Y el coche me gusta: ves el paisaje, oyes música, paras cuando quieres… Yo voy guiando, voy avisando, tengo muy buen sentido de la orientación.
En el dulce. Soy muy goloso. Me gusta acabar siempre con un postre. Otra cosa que busco cuando voy de viaje es la repostería de los conventos. La última ha sido la de Almagro. Una maravilla.
En Córdoba, para comer, en 'Bodegas Campos'. Y en Málaga, 'Los Mellizos'. Los dos de comida tradicional. Siempre que voy a ir los llamo antes para que me preparen el gazpachuelo, que lo hacen como nadie.
Me iría con mi madre, que come como una campeona.
Tienes muchos más compromisos y a veces no llegas a todo de lo que te gustaría llegar. ¿Para bien?… Uhmmm, hombre, pues que son muy reconfortantes las muestras de cariño y de admiración. El otro día una niña me dejó en el hotel una nota preciosa diciéndome lo importante que era mi ejemplo. Eso te gusta y a la vez te hace sentir una mayor responsabilidad.
Cuando los camareros están dando el coñazo todo el rato: "¿quiere más pan, le quito el plato?". Y cuando te explican la comida. Miren, que no quiero una conferencia gastronómica. "Esto es un pan de cristal amasado a la luz de la luna"… anda, déjeme comer en paz. Y no me gusta la música alta…
No se me da bien cocinar, no me gusta. Pero te prepararía una pasta riquísima, que me sale muy bien, y una ensalada fantasiosa. Luego compraría un postre buenísimo en 'Viena Capellanes'.
Mucho, mucho. Cuando viajas siempre estás recibiendo imágenes, vas a exposiciones, a mercadillos… Yo no hago fotos, compro tarjetas postales, libros… siempre vuelves con algo interesante. Y pregunto siempre también por tiendas de tejidos, que quedan pocas. Voy a menudo y a veces he encontrado auténticas joyas.
Cuando era más irresponsable compraba Doritos, que es mi gran vicio. Ahora ya no…
A Canarias, al hotel que te decía, el 'Axel', para no hacer nada, para no ir a ver nada, que todo está visto ya. Si me tocara la lotería lo primero que haría sería ir a Canarias a que se me pasara el susto, ahí en el hotel, al solecito…