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Cerezo en flor. Imagen cedida por Ángel Vicente Simón Tejeiro. Oficina de Turismo del Valle del Jerte.

Extremadura

El Jerte en flor

Actualizado: 12/11/2015

El Valle del Jerte es cada año escenario de dos peregrinaciones bien distintas, que nada tienen que ver con la religión sino con el culto a la naturaleza. La primera de ellas se produce entre finales de marzo y principios de abril, cuando la floración de los cerezos tiñe de blanco el valle. La segunda ocurre entre los meses de junio y julio, cuando este paisaje nevado se transforma en un manto rojo intenso gracias al nacimiento de las cerezas. Un espectáculo natural que se convierte en una auténtica delicia para la vista, el olfato y el paladar.
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Naturaleza y gastronomía se aúnan en este viaje por uno de nuestros valles más famosos, el Jerte. La fecha de floración varía cada año en función de la climatología del invierno así que debemos estar atentos si no queremos faltar a la cita. Cuando la fecha se acerca, la Oficina de Turismo del Valle del Jerte informa a diario del estado de los cerezos, por lo que es recomendable consultar su página web para conocer el mejor momento para visitar la zona.

La floración de los cerca de dos millones de cerezos del valle suele durar unas dos semanas. Como no todos los árboles florecen a la vez, lo mejor que podemos hacer es pasar en la comarca unos días y así poder ir recorriendo las zonas en las que va produciéndose este increíble estallido de pétalos blancos. Entrados ya en el verano, las flores dejan paso a la sabrosa cereza, convirtiendo el valle en un auténtico manto rojo. Si preferimos disfrutar del valle en esta época podremos ser testigos de la temporada de recolección, un trabajo manual y cuidado que explica en parte el secreto de las cerezas.

Cerezas únicas

Este exquisito fruto, con un sabor intenso y único, tiene propiedades depurativas, ayuda a eliminar toxinas y líquidos y limpia el organismo e incluso se le considera beneficioso para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. ¿Se puede pedir más?

En el valle existen cerca de 200 variedades diferentes de cerezas, algunas de ellas, como las Picotas del Jerte, con Denominación de Origen Protegida, están consideradas unas de las mejores del mundo. Esta picota es algo más pequeña que el resto, destaca por su frescura y se caracteriza por no tener rabito, ya que las cerezas caen por su propio peso cuando están en su punto.

Mientras que cualquier otra variedad de cereza se recoge treinta días después de la floración, la picota no cae hasta más de un mes después, con lo que recibe más horas de sol y aire fresco y una mayor cantidad de nutrientes, lo que se imprime en su textura y su sabor. Si bien se ha intentado exportar el fruto rojo fuera del valle, no ha dado buen resultado. Y es que la naturaleza es sabia y por algo esta industria de la cereza se lleva ejerciendo a orillas del Jerte al menos desde 1.352.

Cerezas picotas Denominación de Origen Protegida del Valle del Jerte.
Cerezas picotas Denominación de Origen Protegida del Valle del Jerte.

En busca del fruto divino

El Valle del Jerte aglutina once municipios enclavados en un tesoro natural. En todo el territorio podemos encontrar una gran oferta de turismo rural, en parte gracias a los viejos caserones que han sido reconvertidos en alojamientos, como El padre de la calle o El Regajo, unos remansos de paz únicos para disfrutar de la zona.

Lo ideal para ver la floración es hacer un recorrido por todos los pueblos que componen el valle. Uno de los más recomendados es el que parte desde Valdestillas y pasa en este orden por Piornal, Barrado, Cabrero, Casas del Castañar y El Torno para culminar en Rebollar. Existe otra alternativa que es seguir la N-110 paralela al río desde Navaconcejo, al Puerto de Tornavacas. De esta forma podremos ver cómo evoluciona el espectáculo por las diferentes y fértiles tierras. Durante nuestro recorrido, debemos aprovechar para disfrutar de las muchas actividades que cada año se programan en la zona alrededor de la cereza y que incluyen rutas de turismo activo, jornadas gastronómicas, rutas de senderismo, fiestas patronales, degustaciones e incluso jornadas de puertas abiertas en las cooperativas agrícolas.