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La Vía Verde del Pas se asienta sobre las antiguas vías del tren, un camino de hierro que unía las localidades cántabras de Ontaneda y Astillero (en España hay 2.600 kilómetros de vías verdes que también se pueden recorrer andando o a caballo).
Este tramo de ferrocarril pretendía ser el primero del recorrido en tren entre Cantabria y la Meseta. Y acabó siendo también el último, pues solo se ejecutó el mismo. De sus 34 kilómetros podemos hacer el trayecto que más nos apetezca, aunque el más atractivo es el que discurre entre Puente Viesgo y Alceda, 12 kilómetros perfectos para recorrer en bici o a pie, prácticamente sin desnivel.
Iniciamos nuestra aventura en Puente Viesgo, famosa localidad cántabra por sus cuevas, su balneario y por ser el lugar escogido por la selección española de fútbol en muchas de sus concentraciones.
El recorrido comienza ante los dos edificios principales de las fuerzas vivas: la iglesia y el ayuntamiento. La primera fue restaurada en 1948 y presenta una bella portada con arquivoltas y tallas de madera. La casa consistorial ocupa la curiosa Casona de Fuentes-Pila que data de 1928 y es obra de Javier González de Riancho, uno de los arquitectos del Palacio de la Magdalena.
Ejemplo de la nueva arquitectura montañesa, mezcla elementos de los siglos XVII al XIX sin miedo ni restricción, logrando atrapar nuestra atención para descifrar detalles. Hay, incluso, un oso de piedra, que nos observa desde su pedestal en una esquina de la casona. Enfrente del ayuntamiento se encuentra la antigua estación de tren, que ahora es una sede muy coqueta de la oficina de turismo Naturea Cantabria y espléndido punto de información de los Valles Pasiegos.
Salimos de la estación y allí está, flamante, la locomotora de vapor Reyerta, una joya ferroviaria de 1913 que parece lista para rodar. Sin duda, una atracción fantástica para los más peques que estarán horas subidos en su cabina, echando piedras a su caldera –¡Más madera que es la guerra!– o jugando a indios y vaqueros.
Seguimos por la larga recta, antigua vía de tren, y nos paramos en el puente de madera que cruza el Pas. Desde aquí te puedes quedar un día entero viendo el agua batir en su cascada y, de hecho, es habitual ver gente asomada, pasando unos minutos desconectada de la realidad y enchufada a la ferocidad del agua y la belleza de este rincón del río. Ver una cascada, aunque sea pequeña, te atrapa tanto como el crepitar del fuego.
La vía verde también pasa por el Monte Castillo, que preside la escena. Alberga cuatro cuevas en sus entrañas –La Pasiega, El Castillo, Las Monedas y Las Chimeneas– que forman un intrincado laberinto Patrimonio de la Humanidad, con evidencias de presencia humana hace 150.000 años.
Aquí se ha encontrado el conjunto de manifestaciones artísticas paleolíticas más antiguo del mundo, con ejemplos de hace por lo menos 40.000 años. Hoy en día, podemos visitar dos: El Castillo y Las Monedas. Ambas fantásticas: no solo disfrutaremos del arte rupestre, sino que nos quedaremos alucinados con las formaciones geológicas y misterios de estas cavidades.
En la cueva Las Monedas, descubierta en 1952, se siguieron las misteriosas huellas de una suela con tres clavos. En una sima de 23 metros aparecieron 20 monedas de los Reyes Católicos, datadas en 1503.
La misma roca caliza que permite extraordinarias cuevas hace posible que manen las aguas termales del balneario. Estas aguas emergen de la llamada "mancha eocénica cantábrica" que convierte a Cantabria en el lugar con más balnearios por habitante de España. Declaradas de Utilidad Pública en 1869, sus aguas minero-medicinales fluyen a una temperatura constante de 33,8 ºC.
Por aquí han pasado ilustres personajes como el rey Alberto II de Mónaco, el futbolista Iker Casillas o la mezzosoprano Teresa Berganza, por mencionar algunos.
Nos quedaríamos todo el día aquí pero apenas llevamos 300 metros de ruta, así que seguimos la senda, siempre recta y con una elevación tan sostenida como inapreciable.
Es un tramo semiurbano que transcurre entre chalés hasta que pasamos por una mina y un antiguo acueducto que suministraba agua a Santander. La siguiente parada es en la artística plaza de Iruz de Santiurde de Toranzo, que cuenta con un convento del siglo XVI, el Museo Pobre del Pintor y una estatua que toca el piano y representa a Juan Carlos Calderón, figura histórica del pop español.
Todas las artes reunidas en este rincón de los Valles Pasiegos. La espléndida arquitectura del siglo XVI se plasma en la torre del convento, magnífica atalaya que ofrece vistas de todo el valle.
A la sombra del convento se encuentra el Museo Pobre del Pintor, una iniciativa del artista Pedro Díaz-Obregón que expone sus obras en cinco salas de su propia casa. Ni vende ni hace encargos. Su objetivo es mostrar la "ausencia de valores de la sociedad" a través de 50 obras que reflejan movimientos sociales como el 15-M.
Y en medio de la plaza una estatua de bronce toca el piano. Es un homenaje a Juan Carlos Calderón (1938-2012), compositor, arreglista y productor santanderino que amaba este lugar. Calderón compuso grandes éxitos para artistas como Mocedades, Serrat o Nino Bravo, por ejemplo. A lo largo de su carrera logró cinco Grammy, dos Billboard y varios discos de oro y de platino, entre otros reconocimientos.
Seguimos ruta y atravesamos un antiguo puente de hierro y madera por el que antaño cruzaba el tren. Ahora solo está permitido el paso de vehículos ligeros. Las maderas traquetean a nuestro paso y la experiencia es auténtica. Quizá por eso dicen que "si el Pas alberga recuerdos, estos son férreos y eternos como el puente de hierro de San Martín".
Durante todo el recorrido disfrutamos además de la biodiversidad propia de la ribera del Pas con especies como el salmón, la nutria o el desmán Ibérico, haituales del río, y esplendidos árboles como sauces, chopos, alisos, avellanos o madroños que crecen en sus orillas.
Al cruzar el puente de hierro hemos pasado a la otra orilla del Pas, que ya no abandonamos hasta el final del recorrido. Estamos en San Vicente de Toranzo y aprovechamos para salir de la Vía Verde y dar un paseo por sus calles. Aquí nos encontramos con su iglesia, flanqueada por dos palmeras y con un curioso reloj de sol con el año 1754 grabado. También en este pueblo se alzan la Casona de Calderón de la Barca o la Torre medieval de los Agüero. Ejemplos de arquitectura montañesa en una de las entradas a Cantabria que en su día fue Camino Real y principal de comunicación entre la meseta y el mar.
Retomamos la Vía Verde del Pas y en un santiamén llegamos al parque de Alceda, el KM 0 de la ruta. Diseñado en 1902 por el famoso floricultor Escalante, son siete hectáreas de jardín botánico, que cuenta con 1.000 árboles como chopos, fresnos, abetos o cedros. Entre ellos destacan una monumental Secuoya y un Ciprés Lawson.
El parque de Alceda es magnífico para reponer fuerzas y solazarse a orillas del río Pas. Tiene además un circuito multiaventura, perfecto para pasar un buen rato y sentirnos como Tarzán y Jane. Como no podía faltar, aquí también hay un balneario, otro respiradero de la "mancha eocénica cantábrica" por el que fluyen aguas a 26,8 grados ricas en minerales.
Cualquier rincón del parque invita a un pícnic pero tenemos otra pieza de caza mayor en mente: probar los famosos helados artesanos de queso de la 'Heladería López' en Ontaneda. Esta pequeña heladería al pie de la carretera lleva desde 1895 haciendo helados. Son casi 123 años de experiencia y sus recetas secretas de helados de queso, mora o yogur, entre otros, bien merecen una visita. También abundan los obradores de sobaos y quesadas, productos típicos de los Valles Pasiegos.
Aprovechamos también para caminar por las calles de Alceda, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1985 por sus magníficas casonas montañesas de los siglos XVI, XVII y XVII, todas con insignes blasones como la Casona Torre Ruiz Bustamante, el Molino de la Flor o el Palacio de Mercadal, donde si quieres te puedes casar.
Regresamos sobre nuestros pasos para volver al punto de salida, en Puente Viesgo. En total hemos recorrido 26 kilómetros en cuatro horas y la aplicación que nos rastrea a través del GPS del móvil nos sopla que hemos consumido 1.200 calorías; eso sí, no tiene en cuenta el pedazo de helado artesanal de queso que nos hemos tomado.
Si necesitamos apoyo logístico, hay varias empresas de alquiler de todo tipo de bicicletas, incluso eléctricas, con servicio de recogida y entrega ('Cantabrian Way', 'Turybike' o 'Ecantabriabike'). "El cicloturismo vive un boom en Europa", cuenta Fidel que montó 'Turybike', su empresa de alquiler de bicicletas, en 2010.
"Fíjate cómo han cambiado las tornas que cuando empezamos nos llamaban perroflautas y ahora somos innovadores", explica. Las bicicletas eléctricas han evolucionado mucho y hoy en día tienen "una autonomía media de 70 kilómetros". Son una opción perfecta para afrontar la ruta a prueba de "pájaras".
Siempre podemos contar con la asistencia del motor eléctrico cuando nuestras fuerzas flaquean. "Este año incorporamos también las bicis eléctricas para niños, a partir de los ocho años edad", nos explica Fidel, convencido de su potencial.