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Es octubre y el calor estival se resiste a abandonar la Alpujarra de Granada. José Antonio Alonso busca una sombra a la entrada de Soportújar para reunir al grupo que le acompañará en una visita guiada por el conocido pueblo de las brujas de Granada y que, en vísperas de Halloween, vive uno de sus mejores momentos.
José es uno de los jóvenes que ha regresado al pueblo hace un año gracias al Proyecto Embrujado que el Ayuntamiento puso en marcha en 2009. Con 24 años, creó 'Descubriendo Soportújar' y hoy se dedica en cuerpo y alma a presumir de la magia de su tierra. Su gracia al hablar, su elocuencia y las anécdotas personales de alguién criado en estas calles laberínticas embrujan a sus oyentes más pequeños desde el primer momento. Seguimos sus pasos por un recorrido que da escalofríos.
El primer personaje de la visita promete alguna que otra pesadilla. Es la cabeza de Baba Yagá, la temible bruja de la mitología eslava que devoraba sin piedad a los niños. La figura es de Ángel Vera, escultor de Órgiva, y muestra un rostro huesudo, arrugado, de ojos brillantes, nariz aguileña y semblante malhumorado. Ella es la que da la bienvenida al pueblo.
"Esta malvada bruja rusa, a la que aquí conocemos como la cabezona, habita en una choza sostenida sobre dos grandes patas de gallina que también se encuentra en el pueblo", anuncia José. "Dicen que los niños que más le gustan para merendar son los menores de 9 años", bromea el guía ante el sobresalto de varios chiquillos al oir sus palabras.
A pocos pasos de la cabezona, se encuentra el Centro de Interpretación de la Brujería. Abierto hace cuatro meses, sus salas son un buen lugar para que los niños descubran algunos datos curiosos sobre pócimas y hechizos, aquelarres y mantequeros, conocidos también como los “hombres del saco”. Dedican un espacio a las pinturas negras de Francisco Goya, y hay incluso quien se atreve a probarse alguna de las terroríficas máscaras que encontramos en su interior. Es también un buen lugar donde conseguir un mapa del pueblo con los puntos imprescindibles a visitar.
Llega uno de los iconos de Soportújar: la Fuente de las Brujas, una de las primeras figuras en instalarse en el pueblo cuando arráncó el proyecto hace 15 años. Se encuentra en la plaza principal, rodeada de terrazas que apuran el buen tiempo otoñal y anuncian décimos para la Lotería de Navidad. Varios peldaños conducen a un gran balcón-mirador asomado a las huertas y colinas que rodean esta localidad situada a 1.000 metros de altura.
Es aquí donde José aprovecha para contar la relación de Soportújar con la brujería. Un poco de historia nunca viene mal: "La comarca donde nos encontramos fue el último sitio de la Península Ibérica donde vivieron los musulmanes. Aquí aguantaron hasta 1571, hasta que Felipe II terminó por conquistar estas tierras", empieza a narrar.
"Tras la conquista y la expusión de los moriscos, los pueblos quedaron vacíos. Para el repoblamiento de las Alpujarras llegó gente del sur de la Corona de Castilla, excepto en Soportújar, que se llenó de gente del norte, de Galicia sobre todo. Ellos trajeron una cultura pagana, unas lenguas desconocidas y unas prácticas curanderas nunca vistas. Los pueblos de alrededor decían que no eran buenos cristianos, lo que llegó a oídos de la Santa Inquisición, que acabó condenando por brujería a una mujer llamada Cecilia Monsia. Desde entonces comenzó nuestra fama de brujas y brujos", termina de relatar. Un hecho histórico que se menciona en el libro Santos mártires de las Tahas y pueblos de la Alpujarra de Granada, de Antonio Álvarez Pérez (2015).
La fuente tiene una especie de poder hipnótico: todo el mundo quiere fotografiarse con ella. Los mayores se colocan sonrientes entre la anciana y la joven, que preparan nuevas pócimas en su olla entre conjuros y sortilegios. Mientras, los niños juguetean con el agua que brota de la fuente y tiran alguna que otra moneda.
El paseo continua entre las callejuelas y cuestas del pueblo, que no son pocas. José pone dirección a la Fuente del Dragón, entre tiendecitas de souvenirs decoradas con telas de araña, cofres sangrientos, murciélagos, brujas a tamaño real y otros muchos seres que dan yuyu. Las fachadas del pueblo, antes blancas, mantienen la huella marrón de la intensa calima del Sahara que tiñó los cielos de polvo el pasado mes de marzo. "Poco a poco volveremos a ser uno de los pueblos blancos de la Alpujarra", señala el joven esperanzado.
Cerca se encuentra un pequeño patio que alberga el Pozo de los Deseos. Nadie se resiste a asomarse al fondo. Cuidado, que aquí hay susto. A pocos pasos, otra de las figuras preferidas por los visitantes: la Fuente del Dragón, antes de San Roque. Los niños la miran con cautela, los más pequeños lloran cuando sus padres intentan colocarles justo debajo para la foto; otros se entretienen con los peces que hay en el agua, mirando de reojo su temible rostro de dientes afilados y garras puntiagudas.
José señala el cartel que hay encima de la fuente y que habla de las propiedades afrodisiacas del agua. "No os creáis nada, esto se puso para hacer un broma ya que el agua le sale del pitillo al dragón. No sería la primera vez que veo a la gente llenar sus botellas de agua pensando en sus poderes milagrosos", confiesa entre risas.
El paseo por Soportújar promete más sorpresas, como la calle Zanjilla, famosa en el pueblo por ser la calle más estrecha de Andalucía ("y de España, aunque esto no está probado"). Mide 48 centímetros en el punto más estrecho y 20 metros de largo, y lo recomendable es cruzarla en fila india. A la salida, nos topamos con los calderos de las brujas, olvidados en el suelo, para después llegar a la gran escoba, con su gato negro vigía en uno de los extremos de su gran palo de madera.
Situada en unas escaleras, dicen que se la dejó abandonada una bruja despistada y que puede llevarte a lugares mágicos. Los poses para fotografiarse con ella son de lo más variopinto, hay quien se sienta en su palo, simplemente la rodea o quien se tumba agarrándose a ella como si en cualquier momento echara a volar.
Seguimos callejeando entre las casas encaladas hasta llegar al soportal Cobertizo de cuyas paredes sobresale una gigantesca serpiente. Los padres colocan a los chiquillos bajo sus amenazantes colmillos para hacerles la foto de recuerdo con el móvil. Aunque algunos se resistan... José aprovecha la sombra del soportal para contar el origen del nombre de Soportújar, que hace referencia a esos mismos tinaos de cañizo que abundan en la arquitectura de este pueblo ubicado en la cara sur de Sierra Nevada. "Nada que ver con soportar a las brujas, como me sugirió una vez una niña", dice como anécdota este joven de 25 años.
Otro animal, esta vez un temible arácnido de grandes dimensiones. Es la Viuda Negra, encaramada sobre un muro de piedra, sus largas patas parecen alcanzarte cuando pasas a su lado. Cuidado, no vaya a ser que teja una tela de araña gigante y no puedas escapar de sus espeluznantes garras.
Es sin duda una de las esculturas más llamativas de la ruta: la casa de Baba Yagá. Fiel a la mitología eslava y a los cuentos rusos que la describían, esta casa de madera se levanta sobre dos enormes patas de gallina. Creada por Ángel Vera, mide 5 metros de alto y puede verse desde dos perspectivas: a pie de pata, o desde lo alto, camino a la Casa de Chocolate de Hansel y Gretel. La obra fue terminada a principios del 2020.
Pero antes de subir, llama la atención la Fuente del Vino que hay a su lado. Aunque poco tiene que ver con las brujas, sí es importante dentro de la cultura popular del pueblo, ya que de sus cuatro chorros brotaba vino -hace 20 años- cuando celebraban las fiestas. Lánzate a adivinar el acertijo que propone, un bonito homenaje al mundo de la uva.
A todo niño le fascina el cuento de Hansel y Gretel, esa idea de encontrar una fastuosa casa fabricada completamente de chocolate, chuches, galletas y gominolas; de lanzarse a ella y llenarse los carrillos de dulces hasta que duela la panza, y sin padres... Si bien la parte de la bruja no gusta tanto, es un cuento siempre atrayente para los más pequeños. Y por ello, no podía faltar en Soportújar, aunque mejor no pegarle un bocado, no es comestible.
"Lleva año y medio y es lo último que se ha sumado al proyecto Embrujo. La idea es convertirla en una tienda de souvenirs", confiesa José, que anima a sus oyentes a descubrir un intruso entre las golosinas de la casa, y que no desvelaremos aquí para no quitar emoción a la visita.
Durante el paseo levanta bien la vista, porque las fachadas y balcones de Soportújar aguardan muchas otras sorpresas. Desde las piernas de la bruja Filomena que tras salir de fiesta con su escoba se estampó contra una pared, a grandes libélulas de colores, o siluetas de brujas volando. Los vecinos exhiben en sus balcones espantosos personajes, largas escobas de paja seca, espantapájaros e incluso esqueletos de pequeños animales que por la noche parecen cobrar vida. Y eso sin hablar de la gran cantidad de gatos que merodean por las calles... ¿serán de las brujas?
La brujería también está presente en los escaparates de las tiendas, en el interior de los restaurantes o en los patios de vecinos, donde las macetas y hasta los números de las casas se mimetizan con la magia. Atento a las puertas de los callejones, puede que te lleves algún que otro susto inesperado.
Aunque el budismo no tiene nada que ver con las brujas, hay que destacar que en Soportújar se encuentra O Sel Ling, el primer templo budista abierto en España. Y eso ya es motivo de visita. Situado a 1.600 metros de altura -a 3 horas caminando o unos 25 minutos en coche desde el pueblo-, este centro de retiro se inauguró en 1980 y significa "Lugar de la Luz Clara". Sus vistas sobre la Alpujarra son de postal.
Fue en este templo donde el lama Zopa identificó con tan sólo 14 meses a Osel Hita Torres como reencarnación del lama Yeshe. "El niño granadino nacido en Bubión se crió hasta los 18 años en el Tibet", cuenta José. A esa edad renegó de su educación tibetana y hoy es director de cine.
Si hay que pasar miedo, mejor con el estómago lleno. Para ello proponemos probar recetas de la tierra como el famoso plato alpujarreño. Hecho con patatas a lo pobre, lomo de orza, longaniza, morcilla, jamón serrano y dos huevos, su origen nos lleva hasta Capileira. Se trata de un plato contundente que sienta fenomenal tras las subidas y bajadas por las cuestas del pueblo.
Lo mismo que la sopa de ajo y almendras, también típica de las Alpujarras y muy reconfortante en días fríos. Dos buenos sitios para degustarlos son la 'Taberna Romero', cerca de la plaza y la Fuente de las Brujas; o 'El Correíllo', junto a la Escoba mágica. Una parada necesaria entre ricos platos locales para reponerse de todos los sustos vividos.
¡Este año visita el famoso pueblo de brujas de Granada en Halloween para disfrutar de una auténtica noche de terror!
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