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Estamos en el norte de Soria, en el Parque Natural de la Laguna Negra y los Circos Glaciares de Urbión, una reserva natural situada en el corazón de la provincia menos poblada de toda España que abarca casi 5.000 hectáreas de un terreno en el que lo que más llama la atención son los pinares -nos encontramos en la zona de mayor extensión de coníferas de toda la Península Ibérica. Por suerte, en estos pinos silvestres no suele abundar la oruga procesionaria. Una preocupación menos para nuestra mascota.
El acceso a los Picos de Urbión se suele hacer desde dos localidades sorianas: Duruelo de la Sierra o Vinuesa. Nosotros elegimos esta segunda opción para poder disfrutar de la Laguna Negra. Dependiendo de la época del año en la que vayamos, habrá que dejar el coche en un aparcamiento situado a dos kilómetros del inicio de la senda de la ruta o, si estamos fuera de temporada y no hay nieve, podremos dejarlo junto al comienzo de la pista.
Lo primero que hay que recordar es que en el parque hay que llevar atada a nuestra mascota. Mari va con una correa de cinco metros que le da bastante libertad. Los carteles están presentes desde que arrancamos. Mari, que es miedosa, va feliz porque no hay gente por el camino, y eso que la ruta normalmente suele estar muy transitada.
En apenas cinco minutos nos topamos con la Laguna Negra. Si es la primera vez que estamos aquí, comprenderemos rápido el porqué de lo de negra. La tentación en verano o días de calor puede ser grande, pero está totalmente prohibido bañarse. Tampoco podemos dejar entrar nadar a nuestras mascotas. No pasa nada por acercarnos a la orilla y refrescarnos, pero el baño no está permitido.
Bordeamos la laguna por su zona izquierda y lo hacemos por la plataforma de madera que rodea el agua. Es una de las zonas más transitadas de toda la provincia y eso lo vamos a notar en el camino. Según comenzamos a remontar la morrena, podemos ver en el suelo raíces desnudas de muchos de los árboles, que han quedado descubiertas por el continuo trasiego de gente que sube al circo de Urbión. El camino es sencillo de seguir. Seguimos la senda del Portillo, que rápidamente comienza a ganar metros entre grandes bloques de piedra.
La perrita Mari igual fue cabra en una anterior vida. Se desenvuelve muy bien en estos terrenos, salta de piedra a piedra como si nada y hay que frenarla para que no nos tire al suelo. En poco menos de veinte minutos estamos en la zona alta de la morrena. Aquí la parada es obligada, toca mirar atrás y ver el camino que ya hemos recorrido. La Laguna Negra, vista desde un poco más arriba, impresiona todavía más.
Ya podemos tomar algo de aire pues, desde este punto hasta el último tramo de ascensión a Urbión, apenas hay ya desnivel. Llegamos a una planicie con muchas charcas y pastos de montaña. Al comienzo de la primavera todavía no hay ganado, así que Mari se queda con pena de no ver a los caballos que tanto le gustan, pero los blandos pastos hacen que vaya revolcándose en el suelo cada dos por tres.
El cielo está precioso y en apenas un kilómetro y medio cruzaremos por la Laguna Larga, ya a más de 2.000 metros de altitud. Esta laguna es la puerta de salida del río Revinuesa al valle que lleva su mismo nombre. Es una zona muy rica en agua, incluso en verano. Los pequeños arroyos que escoltan al Duero en su nacimiento suelen ir siempre cargados, lo que es todo un lujazo para poder hidratar a nuestros perros.
No obstante, nunca nos tenemos que olvidar de llevar agua de sobra, no conviene jugársela. Mari va de arroyo en arroyo, juguetea con un agua que baja a los valles, a veces visible en superficie y otras bajo tierra. En las pequeñas charcas se puede refrescar, pero recordad que no está permitido que entren en ninguna de las lagunas.
Iniciamos ya el último tramo de subida y Mari se encuentra con los últimos neveros que sobreviven a las temperaturas de mitad de primavera -¡a la vuelta te dejo jugar en la nieve!- y seguimos en busca de la cima. El camino vuelve a ser evidente, nos movemos por una senda muy rojiza que nos va guiando,primero por un sendero y, en el tramo final, tras una trepadita, por unas grandes moles de roca caliza que nos dejan a 2.228 metros sobre el nivel del mar. Estamos en la cima de los Picos de Urbión.
El día está algo nublado, pero se aprecia perfectamente toda la zona de la Ibérica Riojana, con el San Lorenzo capitaneando el horizonte. Queda cerquita también otra de las cumbres más icónicas de la Ibérica: el Moncayo. Las nubes no nos dejan ver esta vez el Sistema Central o los Pirineos.
Tras las fotos con la perrita Mari en la cima vamos en busca del nacimiento del río Duero, nuestro segundo objetivo de la ruta. Tenemos que descender apenas medio kilómetro, pero, ojo, hacia el lado contrario por el que hemos subido. Tomamos la senda que llega desde Duruelo de la Sierra y rápidamente vemos el cartel: estamos a 100 metros del lugar en el que el Duero comienza a brotar.
El descenso lo haremos por los miradores de Urbión, la zona alta que en la subida hemos visto continuamente a nuestra izquierda. Es la Sierra del Mojón Alto, una gran planicie con varias lomas que nos permiten contemplar las localidades de Vinuesa, Covaleda o Duruelo. El camino está marcado por hitos y en la parte de abajo vamos viendo continuamente el camino por el que hemos subido. No hay riesgo de pérdida. En esta bajada nos toparemos con la Laguna Helada, otra de las hermanas de la Laguna Negra. Si metemos la mano en el agua o nos refrescamos la cara, notaremos el origen de su apellido. ¡Heladísima!
Bordeamos la laguna por su parte izquierda y llegamos a un cruce: a la derecha, el GR que nos lleva hasta la localidad de Covaleda; el de la izquierda nos vuelve a colocar junto al camino por el que antes hemos ido ascendiendo. En apenas un kilómetro estamos de nuevo en la Laguna Negra. Es mediodía y la soledad del inicio de la ruta se pierde con la llegada de personas que quieren contemplar uno de los paisajes más espectaculares del norte de España. Tras poco más de cuatro horas a ritmo tranquilo estamos de nuevo en el aparcamiento.