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Arrancamos exactamente en la frontera entre las provincias de Teruel y Castellón. Llegando desde el oeste, la carretera aragonesa viene estrecha y bacheada pasando por pedanías de nombres curiosos como Los Ramones, Los Lucas o Los Ibáñez, pero justo al entrar en la Comunidad Valenciana el asfalto pasa a ser impecable para dejarnos disfrutar de esta carretera divertida, llena de curvas, perfecta para un road trip veraniego y bucólico.
Aunque el paisaje es de media montaña, la piel nos indica que hemos entrado en una especie de barranco tropical. Hace calor, hay humedad y parece como si pudiéramos oler el Mediterráneo a lo lejos. Una sensación que acentúan los huertos y cultivos de frutales. Entramos en un vergel que vive al amparo del caudal limpio y abundante del río Mijares, nacido a más de 1.600 metros de altitud en la sierra de Gúdar.
No hay que conducir ni un kilómetro por la provincia de Castellón para que aparezca la primera poza que merece una parada. Justo antes de que la carretera CV-20 cruce el río Mijares por primera vez, a la altura de la Monzona, puedes aparcar el coche en un camino que sale a la derecha para bajar al Pozo de las Palomas. Tiene una zona de baño con una parte somera, perfecta para ir con niños pequeños, y otra más profunda a la que te puedes lanzar desde las rocas. Al lado hay un campo de fútbol abandonado donde puedes hacer pícnic y echar la siesta. No es raro que se llenen las escasas plazas de aparcamiento disponibles; si fuera el caso, no hay de qué preocuparse: más adelante hay mucho donde elegir.
Puebla de Arenoso es el primer pueblo que cruzamos, que da nombre a un embalse con una paleta de colores sorprendentemente variada a lo largo del año. Puebla presume de haber sido parada del Cid Campeador en su camino hacia Sagunto. También de una peculiar plaza Mayor, la única triangular de la Comunidad Valenciana. Aunque su mayor virtud puede que esté montaña arriba, en sus rutas por las trincheras de la Guerra Civil o el castillo de Arenoso, con unas vistas geniales al pantano.
El tramo más complicado para los ingenieros que diseñaron la carretera que nos lleva fue el que hay entre Puebla de Arenoso y Montanejos, en el Estrecho de Chillapájaros. Para los que no tuvimos que devanarnos los sesos ni picar piedra para construirlo, es el más apetecible.
Tanto que hay montones de peatones que deciden pasear por sus diminutos arcenes, así que conviene extremar las precauciones en las curvas ciegas y túneles sin iluminar. Vale la pena parar justo antes del primero de los tres túneles del tramo, en un camino que sale a la izquierda, junto al cartel que nos prohíbe continuar a la presa: desde ahí se puede bajar al espectacular salto de agua del aliviadero de la presa.
Al final del Estrecho, justo antes de llegar a Montanejos, aparece el acceso a la Fuente de los baños, clímax de la CV-20 y poza de todas las pozas. Aunque se encuentra en la parte más escabrosa del tramo, es la zona de baño más amable, amplia y accesible de todo el río Mijares: un profundo desfiladero colmado de agua cristalina de lado a lado, pero accesible desde una playa fluvial que se forma al final del Estrecho. Por si fuera poco, junto a la playa hay un manantial de aguas termales del que salen seis mil litros por minuto a 25 ºC, lo que abre las puertas a los más frioleros. En cualquier caso, el verano se presta mucho más a nadar río arriba, adentrándose en este cañón de película hasta que te encuentras rodeado de paredes verticales.
Un poco más abajo podemos ver las ruinas de los baños árabes que pudo haber construido el último gobernador almohade de Valencia, Zayd Abu Zayd, para mantener jóvenes y bellas "a sus favoritas", según cuenta la leyenda. Y es que las aguas de la fuente se consideran curativas ya se usen para bañarse o para beber, como recuerda el pintoresco cartel de azulejo cerámico de los caños.
La Fuente de los baños actúa como un campo gravitacional del que cuesta despegarse y que eclipsa todo alrededor. Pero los que consiguen deshacerse del embrujo encuentran premio en Montanejos. Por ejemplo en la Villa Purificación, un palacete modernista que se acaba de restaurar para uso cultural y que encarna el espíritu de los "agüistas", un movimiento higienista europeo nacido en el siglo XIX. Además, el pueblo es un punto de partida perfecto para hacer otras actividades. Lo más popular es caminar por el Estrecho de Chillapájaros hasta el aliviadero de la presa de Arenoso, un tramo por el que también se puede hacer rafting. También merece la pena recorrer el barranco de la Maimona o subir a la Cueva Negra, uno de los yacimientos neolíticos más importantes de la Comunidad Valenciana.
Seguimos rumbo al Mediterráneo y, al dejar Montanejos, el terreno se vuelve más benévolo por un instante al pasar por el histórico barrio islámico de La Alquería, donde sus agricultores son unos privilegiados que disfrutan del poco terreno llano de la zona. Sobre el barrio dominan las maltrechas ruinas de un castillo musulmán desde las que se consiguen muy buenas vistas de la cuenca del Mijares.
Pequeños esfuerzos para grandes recompensas
De vuelta al río y conduciéndolo aguas abajo, pronto vuelven las curvas y aparecen desplomes de roca que quitan el hipo. En Arañuel, la siguiente localidad, hay hasta cuatro zonas de baño a modo de playas fluviales. Lo mismo pasa en Cirat, un pueblo más allá. En este merece la pena ser infieles al Mijares por un momento para buscar alguna de las pozas del barranco de las Salinas, afluente, en cualquier caso, del río que nos lleva.
No hace falta caminar ni medio kilómetro para alcanzar la Poza de la Bañera. Y unos cientos de metros más arriba tenemos la espectacular Caldereta, aunque el camino ya no es para cualquiera. Sin embargo, la opción más buscada del barranco queda varios kilómetros río arriba, el Salto de la Novia, al que se puede llegar en coche por una pista forestal que sale junto al frontón, siempre y cuando el vehículo no sea demasiado bajo. Se trata de una cascada en un anfiteatro natural que ofrece uno de los baños más famosos de toda la comarca y que incluso justifica la caminata desde Cirat –de unos 5 kilómetros por la pista, o de 2,5 kilómetros por un sendero que ataja–.
En Torrechiva nos topamos con la última gran zona de baño junto a la CV-20. A partir de aquí la carretera continuará en paralelo al Mijares más o menos hasta la altura de Fanzara, unos 20 kilómetros más, aunque el río que la acompaña ya es menos exótico para el baño. Llega el momento de poner punto y final a este road trip, aunque bien hay una manera de culminarlo por todo lo alto: conducir montaña arriba hasta Fuentes de Ayódar para disfrutar de un último y espectacular baño en el Pozo Negro.
Su nombre no acaba de definir bien esta perla del Parque Natural de la Sierra de Espadán: tiene aguas impolutas pero, al ser tan profunda, parece que no tuviera fondo. Para alcanzarla, en Torrechiva hay que salir de la CV-20 hacia el sur para recorrer ocho kilómetros por una carretera rural hormigonada entre olivares y campos de frutales hasta Fuentes de Ayódar. Ahí, hay que aparcar y caminar un par de kilómetros por una pista forestal con algunas rampas. El esfuerzo da sobradas recompensas.