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Vamos caminando con toda la tranquilidad del mundo hasta encontrarnos con esta playa, la opuesta a la de Gandarío en tamaño y frecuencia de visitantes. Es muy cortita, apenas tiene 100 metros. Un refugio tranquilo y silencioso para olvidar las preocupaciones y encontrarse con uno mismo. Su arena rompe con todo prejuicio que se tenga sobre las costas gallegas: es uniformemente arenosa, inmaculada como una planta de algodón recién abierta. Se diría que no hace falta toalla para tumbarse encima y descansar. Hasta las aguas quieren teñirse de la pureza del entorno. En principio se presentan serenas y transparentes. Sin embargo, sus mareas son caprichosas, suben o bajan dependiendo del momento del día ofreciendo sorpresas visuales por cada cambio. Si Gandarío es la turística, el Pedrido es la de las áreas recreativas y el Requeiro es la oscura; esta es la más virginal de las cuatro playas de Bergondo.