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La inmensidad se concreta en esta playa en contraste con la playa Lisa, que es de pequeñas dimensiones pero con una arena fina que masajea los pies al andar. Es posible que el viento agite las velas de los surfistas, pero más real es el fácil acceso para adentrarse en sus aguas. Ya en el siglo XIX se acondicionaban algunas barracas de esparto y junco para los primeros veraneantes. Con todos los servicios a nuestra disposición, el civismo de los visitantes impera en el lugar. La Gran Playa invita al nado y al deporte y el colorido de las puestas de sol solo es superado por las vistas que se divisan desde el faro del cabo de Santa Pola, en cuya zona agreste encontramos una cascada de calas a cada cual más imponente.
Así pues, recorramos de un extremo a otro, de sur a norte de Santa Pola, las salinas y las playas más urbanas como la Gran Playa, la de Tamarit de arena oscura, el Pinet de arena dorada e inicio de rutas de senderismo y con las dunas de paisaje, la de Gola donde podemos ver aún los búnker de la Guerra Civil española, las calas de Santiago Bernabeu con un paseo, escaleras y ramplas desde el que accedemos a ellas o la Veradero junto a los astilleros. Esto es una muestra de lo que hay, pero cuando tocamos costa la diversidad de la naturaleza se ilustra ante nuestros sentidos.