Cueva de Bacinete

Los Barrios, Cádiz

Qué ver

"Soy bruma que apenas quiere levantarse del verdor húmedo de la tierra. No quiero despegarme de sus contornos. Apegada a la tierra soy y he sido siempre; en ella seguiré siendo. Lamo los contornos de las rocas agrestes que se levantan firmes, escarpadas, con formas caprichosas, y recorro esta galería natural hasta el “abrigo principal”. Los árboles son testigos mudos que me cortejan, me observan y dan sosiego, pero quienes hablan son las piedras.
El abrigo principal guarda un tesoro de tiempos remotos, cuando mi manto iba calzando los pies descalzos de los primeros hombres y las primeras mujeres que llegaron. Yo hubiera custodiado sus restos si los hubiera; este santuario es más lugar de ceremonia y de rito que de asentamiento. La cueva que abriga muestra paredes pintadas con un centenar de formas entre humanas y animales. Cabras, zorros, ciervos, alimentos primitivos de caza; también caballos. ¿Fueron éstos las primeras bestias de carga o de desplazamiento? Sin duda hubieran facilitado el recorrido y la llegada.
Tinturas rojizas y negras estampan las formas. Un gigante con las manos extendidas se presenta al observador; otras figuras antropomorfas de trazo simple parecen danzar enlazadas. Igual que otra de un hombre, con una hacha en la mano, y una mujer, que bailan y muestran una celebración de las primeras uniones hace más de 3000 o 5000 años, en el Calcolítico, la Edad del Cobre o del Bronce. La inexactitud no importa en los tiempos remotos porque su presencia actual es la clave. De entonces eran ya los humanos que las pintaron, y yo, su compañera, soy la bruma que estuvo. ¡Apegaos a mí y sentid las raíces que tenéis y cómo la naturaleza sagrada guarda sus huellas! También yo os acompaño ahora y guardaré vuestra presencia".