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El viaje de los rayos de sol
En el pueblo canario de Tijarafe, cuando el sol se levanta por la mañana, lo primero que alumbra es la caldera de Jieque. En el escenario donde los sueños se hacen realidad, las sombras se intentan ocultar bajo las copas de los árboles y la umbría de las montañas. Estas parecen haber sido cortadas por cuchillos. Los rayos van iluminando de forma paulatina el barranco del Jurado, pero a la vez alumbrará a la villa. Harán especial incidencia en la iglesia de la Candelaria, que cuenta con un precioso retablo barroco, obra de Orbarán. Las horas pasan, el día avanza con fuerza y hay que aprovechar la luminosidad existente para visitar algunos miradores sobre la escarpada costa como el de El Time. Antes de que el sol se ponga, los últimos rayos serán para el Prois de Candelaria, lugar magnético donde los haya. Los destellos del sol, junto a las embravecidas aguas del océano, entran por una enorme oquedad y se extienden por toda la cueva. Esta ha sido engalanada con blancas y pequeñas casas que se incrustan en la pared de la roca. Allí, las vistas y las sensaciones son únicas. Incluso es posible que la belleza more en el interior de las montañas. Al caer la noche, el "ser de las tinieblas" recorrerá las calles de Tijarafe. Lo hará exclusivamente un día al año durante las fiestas de las Danzas del Diablo. Ahora, las sombras han vuelto, también la luna. Claroscuros que no logran apagar la brillante luz de Tijarafe.