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El fin natural de Bizkaia
Sopela (nombre oficial frente a Sopelana) no es un lugar de esos de los que te olvidas nada más perderlo de vista. Es uno pueblos que deja huella. Un reducto de Bizkaia donde la naturaleza es más de lo que aparenta a simple vista; ella es mucho más que increíbles playas donde el Cantábrico hace la delicia de los surfistas. La playa de Barinatxe, conocida como la Salvaje, hace todo el honor posible a su nombre. Con increíbles olas y abierta de par en par al mar esconde, entre tablas y parapentes, unos increíbles acantilados que la recorren. Estos últimos gigantes de piedra también resguardan con más mimo la playa nudista de Arrietara-Atzabiribil. No quiere para ellas ojos indiscretos. Además, la ruta que los recorre guarda aún más secretos; si alguien se decide a caminar sobre ellos se topará con un búnker del "cinturón de hierro", una maravilla de costillar de piedra pintado por el mar (flysch) y una de las mejores panorámicas de las preciosas playas. Aunque solo será posible pasear sobre su escarpada naturaleza, la escalada en Sopela está reservada para las Peñas de Santa Marina, una escuela en la que este deporte se inicia directamente en las paredes rocosas que parece que el entorno ha pensado especialmente para ello.
Sin embargo, la increíble naturaleza de Sopela no será lo único imposible de olvidar una vez se salga de la localidad. El patrimonio rural de sus caseríos, las bellas estatuas repartidas por la villa que parece que toman vida, o el renacimiento de la iglesia de San Pedro o el románico de San Román se quedará en la memoria de todo el que visite este recodo vizcaíno.
Aunque aquellos que sean noctámbulos preferirán el calor de sus fiestas. Un mes en verano en el que Sopela no se acuesta entre la Feria de San Pedro y la Fiesta del Carmen. Tiempos de disfrutar de la belleza de la villa entre música, txacolí, pasacalles, conciertos y, por supuesto, verbenas.