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Una isla de bolsillo que a todos enamora
Gracias a su luz, color y ambiente hippy y bohemio, Formentera se ha convertido en uno de los rincones más visitados del Mediterráneo. Cubierta de playas de arena blanca y fina, frondosos bosques de pinos y sabinas, y esas aguas tan azules y transparentes que parecen piscinas, esta 'isla de bolsillo' en Baleares enamora a todo aquel que la pisa. Hay millones de motivos y rincones escondidos que visitar en Formentera. El primero de ellos son sus playas, que van desde la playa de Migjorn, que ocupa toda la costa sur de la isla, hasta Es Caló des Mort, uno de los rincones más desconocidos y difíciles de acceder, pero que esconde una belleza sin igual. Pasear por estas playas, embadurnarse de su lodo 'terapéutico' o sumergirse y bucear entre sus aguas alfombradas de Posidonia Oceánica (Patrimonio de la Humanidad), son algunos de los placeres de los que se debe disfrutar, como mínimo, una vez en la vida.
Tampoco se puede perder el gran espectáculo que ofrece el sol durante los atardeceres vistos desde los puntos más emblemáticos de la isla, sus faros. Alquilar una scooter y recorrer los caminos que llevan hasta el cinematográfico faro de Cabo de Barbaria, mientras el viento de Levante refresca el rostro, es una experiencia inolvidable. Otro lugar privilegiado para ver el atardecer es el faro de la Mola, punto más alto de la isla, escenario de una de las historias del escritor francés, Julio Verne. Como se puede comprobar, Formentera ha sido protagonista de historias en el cine y en los libros, pero también lo ha sido de la realidad, más concretamente de la de los años 60, cuando se convirtió en punto de encuentro de la cultura hippy.
Durante esta década, los hippies cantaban su lema de paz, amor y libertad por todo el mundo y en Formentera dejaron su huella. El Mercadillo de Pilar de Mola es solo uno de los vestigios que todavía hoy se conservan de esta tan natural manera de vivir. La Cova Foradada y sus estatuas de piedra son otras huellas hippies. A tres kilómetros del puerto de La Savina, Sant Francesc, la capital de la isla de Formentera, es un encantador caserío de sabor marinero compuesto por edificios encalados en torno a su iglesia del siglo XVIII, de nave de planta rectangular y bóveda de cañón sostenida por gruesos muros de mampostería.