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Toda natural, toda diferente
Puntallana forma parte de La Palma, una isla que es toda ella reserva de la biosfera. Con esa tarjeta de presentación uno ya intuye lo que va a encontrar cuando pone el pie en su suelo, que se despliega ascendiendo desde el mar hasta las cumbres montañosas. El plus en ese tapete de 35 kilómetros cuadrados lo ponen una serie de recursos naturales con nombre propio, que podemos ir señalando como hitos que nos marquen el camino para conocer Puntallana. Empezando por la costa, el primero de ellos debería ser la playa de Nogales. No puede haber mejor tarjeta de presentación que este rincón, uno de los más bellos lugares de baño de la isla y la más larga de las playas de arena negra. Tierra adentro, el cardonal de Martín Luis, con su reserva de cardones autóctonos, desplegados por la ladera con inequívoco acento canario, se encarga de mantener nivel ecológico del municipio. Y, camino de la montaña, el Cubo de La Galga nos muestra otra cara, más verde, de la misma moneda: un bosque de laurisilva magníficamente conservado gracias a la fuente que cobija. Es igual de autóctono que el paisaje que hemos dejado atrás, pero de trazas mucho más tropical. Así de mestizo es el cóctel de Puntallana.
Sólo nos falta conocer a los hombres y mujeres que la habitaron en tiempos pasados y, para eso, el pueblo nos reserva la sorpresa del Museo Casa Luján, una típica hacienda canaria del siglo XVII, cuyo centro etnográfico nos muestra de la forma más gráfica como era el tranquilo día a día de los puntallaneros de antaño.