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El pueblo por el que “se pasa”, pero que merece una parada
En la preciosa comarca del Matarraña, Monroyo puede pasar desapercibido. Pero se recomienda al turista darle una oportunidad, pues no se arrepentirá. Calles empinadas, casonas de piedra y rincones para detenerse. Mandan los edificios de mampostería y sillería, con arcos de medio punto y aleros de madera o cerámica, la arquitectura típica de esta comarca. Destacan el ayuntamiento y su lonja, su plaza porticada con porches y sorportales, la placeta con el antiguo hostal, la iglesia o el portal de Santo Domingo. Tiene además unas vistas espectaculares de la comarca. Los expertos del pueblo dicen que bajando la calle de la iglesia, hay un semáforo, desde donde es imposible hacer una mala foto.
Si hay algo por lo que especialmente también merece hacer una parada en Monroyo es por su gastronomía: el jamón de la zona bien cortado, los crespells y los casquetes, la perdiz escabechada, los garbanzos de vigilia, la trufa con aceite y la cuajada. En ese orden, se podría disfrutar de los mejores platos de este municipio orgulloso de su historia. Porque según cuenta la tradición, en Monroyo (al ser tierra de frontera) descansó el Cid Campeador en varias ocasiones de sus fatigas guerreras.
Además, es punto de partida de bonitas rutas y paseos por el Matarraña: hasta Ráfales, Torre de Arcas, Fuente de la Mançana o una ruta por las cárceles de esta interesante comarca. En esta última es posible visitar un verdadero calabozo medieval.