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Inicio sin final
Todo es cambio, incluso en Láujar de Andarax. La villa alpujarreña atravesó un fin de ciclo para, más adelante, volver a comenzar. Esta localidad fue la última del Reino de Almería y de Granada y, por tanto, lleva en su alma la esencia misma del fin de Al-Andalus. Allí, se escucharon los últimos lamentos de Boabdil. De ese final, aún conserva el recuerdo en el trazado morisco de su entramado urbano. Repleto de estrellas calles blancas, su tonalidad remite a la nieve más pura de la sierra. Después del ocaso siempre llega el comienzo. En la localidad, se inicia uno de los principales ríos de la provincia: el Andarax. Este caudal, que se despliega en cascadas, brota en las proximidades de un denso bosque del área recreativa de El Nacimiento. Además, el agua es inicio de la vida. Quizás por ello haya tantas fuentes en la localidad. Más tarde, el conjunto urbano se decoró con bellas casas nobiliarias e incluso un monumental Ayuntamiento. Con sus 19 arcos mira a una Plaza Mayor coqueta que se extiende, en uno de sus extremos, hacia un mirador en busca de la Naturaleza más pura. Con el paso de los siglos, la villa se vio engrandecida en el XVII con la iglesia de la Encarnación. El gran templo perdura hasta la actualidad como la catedral o el faro vigía que proyecta el futuro. No hay final en la villa de Láujar de Andarax porque allí, siempre existe un nuevo comienzo.