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En blanco y verde
Blancanieves, Caperucita Roja, Hansel y Gretel... Ellos tienen la culpa: tanto advertirnos sobre los peligros de adentrarse en el bosque cuando, en este caso, es lo mejor que te podría pasar. No perderse en uno cualquiera sino en El Bosque, con mayúsculas, que así se llama este municipio de la sierra de Cádiz, en plena ruta de los Pueblos Blancos. Pegado a la Sierra de Grazalema, con el río Majaceite atravesando su extremo norte antes de ocultarse entre las arboledas, no cabe imaginar un entorno más bucólico. Tanto, que el atractivo de sus casitas encaladas casi queda eclipsado por la presencia de ese bosque pegado al pueblo. Allí comienza un sendero que sigue el margen del cauce del Majaceite hasta la pedanía de Benamahoma y que es una de las rutas más mágicas y frecuentadas de todo el parque natural de Grazalema, con las aguas del río serpenteando con fuerza entre una vegetación que lo envuelve casi enteramente. Y, salpicando el camino, rústicos puentes de madera y molinos tradicionales.
Casi al comienzo de esta senda, pegado al pueblo, el Jardín Botánico El Castillejo ofrece una forma más ordenada de acercarse a ese entorno vegetal, con las diferentes especies de árboles y plantas etiquetadas científicamente. También ha sido clasificado y cuenta con su propia exposición otro fruto del pueblo: el queso bosqueño, en un museo donde se acerca al visitante todo el proceso para elaborarlo. Tras la visita, y ya metido a fondo en las tradiciones locales, el recorrido por El Bosque aún reserva otros agradables hallazgos, como la coqueta iglesia de Santa María de Guadalupe, la ermita del Calvario, el Palacio Ducal y su singular plaza de toros, de fachada sorprendentemente moderna. Y blanca, claro está.