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Carta desconsolada de Napoleón a Josefina
Los ríos Esla, Tera y Órbigo riegan el municipio de Benavente y la unión de sus respectivos cauces nos dice mucho sobre la importancia estratégica que tuvo en siglos pasados esta villa zamorana. Benavente ha sido un cruce de caminos desde tiempos remotos y tal vez hoy, contemplando su verde, extensa y fértil vega en un día soleado, pocos crean que estos campos fueron un infierno a finales de 1808, durante uno de los episodios clave de la Guerra de la Independencia. En Benavente durmió el mismísimo Napelón Bonaparte durante los últimos días de diciembre 1808 y desde aquí escribió a Josefina llorando amargamente la captura del general Lefevbre a manos del ejército inglés. Pero aquello fue mucho después de otros dos acontecimientos históricos que también albergó la localidad que visitamos. En Benavente se reunieron Cortes durante el reinado de Alfonso IX en 1202 y también aquí, en 1230, se firmó el Convenio de Benavente, que puso en manos de Fernando III las coronas de los reinos de León y de Castilla. Ambos acontecimientos tuvieron una misma sede: el Castillo de la Mota, conocido también como la Torre del Caracol, convertida hoy en Parador Nacional. Entre las edificaciones religiosas sobresalen el Hospital de la Piedad, la Iglesia de San Juan del Mercado, la Iglesia de Santa María del Azogue, la Ermita de la Soledad y la Espadaña de la Ermita de San Lázaro. En el tranquilo discurrir de su vida diaria, la Plaza Mayor de Benavente es el centro neurálgico del municipio, en el que sobresalen edificaciones civiles como el Arco del Puente del Jardín, el Palacio de los Condes de Patilla, la Casa de Soledad González, el actual Ayuntamiento, la Casa de la Encomienda y el puente medieval sobre el Esla.