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Conviene llevar gasolina y agua, como siempre en el coche. La autovía del Cantábrico (la A-8 o AO-8), es nueva, hermosa en vistas al mar hasta que nos desviamos para ir a Oviedo y tomar el Camino Primitivo, pero no tiene muchas paradas para gasolina o comida. La mayoría de las estaciones están dentro de los núcleos urbanos. En el maletero, paraguas, chubasqueros o capas de peregrino y chucherías.
Lo mismo sucede con el resto de las carreteras que se van a utilizar en la ruta. Aunque a veces se regresa a la N-634, la mayoría de las tres jornadas de este Camino de Santiago transcurren por carreteras comarcales o locales –AS-13, As-14– y en caminos como el de Campiello a Grandas o el segundo día por el Puerto del Acevo –maravilloso– envueltos en niebla con bastante probabilidad. Las nubes mantienen al personal aislado, con varios kilómetros sin paradas a la vista para tomar gasolina o comer. Aunque no sean nunca largas distancias, el entorno impulsa a la parada, a la foto en el pueblecito, en la montaña con los valles abajo… pero no hay cafelito a la vista.
Sea agosto o enero, es importante llevar algo de abrigo en el coche, manta, saco-manta. E incluso, como aprendimos de la pareja de Colmenar Viejo (Madrid), un par de sillas y una mesa donde dar cuenta de las viandas de la zona, porque las vistas merecen parar y disfrutar de la belleza del paisaje, de la música de la naturaleza y de sus silencios.
Resulta útil comprar en lugares como los monasterios; en Valdedios y en Oviedo, pegando a la catedral, se encuentran dulces de monjas estupendos, en Sobrado también, y fruta en algunos colmados que vas a encontrar en los pueblos. Suelen ser frutas y verduras locales.
Y aunque tus pies no van a sufrir como los miles de jacobeos que hacen la peregrinación a pie, no conviene desdeñar un botiquín no solo con los ungüentos; conviene llevar algo de paracetamol, porque los cambios de temperatura en la cornisa cantábrica son un abono a resfriados para los más enclenques.
Hay albergues públicos en las paradas hechas con el coche, pero como en toda la red de los albergues del Camino de Santiago hay que reservar con previsión. En general están limpios y cuestan 6 euros. Luego están los albergues privados, como el de Herminia en Campiello, una precursora. U hoteles y casas rurales a buen precio.
La experiencia en el Hotel 'La Barra' de Grandas de Salime –limpio, sin ninguna pretensión, habitación grande y buen baño– cuesta 35 euros la noche, satisfactorio y útil si no buscas algo con charme. El desayuno está bien y son amables. Cumple el cometido entre los turis-peregrinos.
En Asturias y en Galicia es difícil comer mal. Puede que no encuentres variedad, pero sí cosas ricas, especialmente pescados y carnes. En esta ruta del Camino Primitivo, el pulpo de Fonsagrada y Meldie (un clásico), más que satisfactorio; la carne –ternera asturiana y gallega– es también estupenda, por no hablar de las patatas y la huerta. Si uno se atiene al producto local, seguramente salga satisfecho. Hay bares y restaurantes que ofrecen el menú del peregrino entre 9 y 12 euros. Lo lógico es 9 y 10, pero a medida que te acercas a la costa o al destino final, Santiago, aumenta el precio.
Además de toda la parafernalia para el turis-peregrino, en casi todas las localidades recorridas hay buen queso para llevar, especialmente el asturiano. Estamos cerca de los Picos de Europa y la Comarca de los Oscos, así los quesos son un valor seguro. Lo mismo sucede con el salchichón o el chorizo de jabalí. Los frutos secos son otro clásico de la zona, especialmente las avellanas y las nueces. El queso de tetilla gallego y la tarta de Santiago, son otro indispensable para volver a casa con algo que compartir.
Por cierto, de las chuches de todos los puestos que rodean a la plaza del Obradoiro, la concha del peregrino es la que más aceptación va a tener por sus múltiples usos, desde el consabido cenicero hasta graciosa sujetando aperitivos menudos, desde aceitunas a frutos secos.