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La del Palacio Solecio es una historia de fortuna y desventura, de subidas y bajadas, como un juego de naipes o como la vida misma. Sin embargo, su presente, a pesar de la incertidumbre pandémica, ahora brilla como un as de oros o como los soles que aparecen en los blasones de las fachadas de esta nueva propuesta de alojamiento boutique en el corazón de Málaga.
La elegancia aristocrática y los elementos andaluces se intercalan en este edificio histórico del siglo XVIII reconvertido en un moderno “cuatro estrellas” que venera la tradición malagueña. De esto enseguida el huésped se da cuenta nada más atravesar el pórtico de la entrada o al probar la propuesta gastronómica de su restaurante, 'Balausta' (Recomendado por Guía Repsol). Aquí, producto y sencilla elaboración se unen para honrar el recetario regional y elevarlo al máximo en creaciones de vanguardia al amparo del chef con 2 Soles Guía Repsol y una estrella Michelin, José Carlos García. Una de las grandes bazas de este hotel de lujo. Que no la única.
“Hace 10 años nuestra ciudad era mucho más tranquila”, recuerda el chef. Hace una década desde que Málaga empezó a agitarse mirando al Mediterráneo y al turista con la receta clara del éxito. En ella lo cultural y museístico serían el ingrediente estrella tanto como el tirón de iconos como Pablo Picasso, que vivió sus primeros años justo aquí al lado, y de Antonio Banderas, que ahora vive justo aquí al lado también. “Bienvenidos al paraíso”, cuenta entre risas el chef García, a sabiendas de que pondrán en duda su palabra. “Se lo digo a todo el mundo cuando llega a esta ciudad”, añade el cocinero. Nuestra base de operaciones para comprobarlo: el Palacio Solecio.
La céntrica calle Granada descubre este icónico palacio andaluz construido a finales del siglo XVIII frente a la iglesia de Santiago Apóstol. Su artífice fue Félix Solecio, un noble genovés especialista en la fabricación de papel que se trasladaría a Málaga para elaborar los naipes con los que se jugaría en toda América. Lo hizo por encargo de otro noble, José de Gálvez y Gallardo, Marqués de la Sonora y ministro del rey Carlos III, empeñado en que el negocio de las cartas era una apuesta segura, especialmente si se establecía en este puerto privilegiado para sacar la mercancía hacia el nuevo continente. Al principio tenía razón.
Traspasamos las puertas de este alojamiento que atrae al paseante desde su fachada original, perfectamente conservada desde su construcción en 1789 por José Martín de Aldehuela, autor del Puente Nuevo de Ronda. En ella destacan los ventanales grandes y balcones protegidos por rejillas de hierro forjado, los colores suaves que reflejan los rayos del sol y la puerta monumental de madera que da acceso al hotel. “Durante más de diez años este edificio estuvo totalmente abandonado. Sólo quedaba la fachada original”, explica Patricia Fernández, directora general de Palacio Solecio, operado por el grupo Hoteles Marugal. “Cuando lo cogimos, una parte estaba edificada y la otra parte derruida”, añade la gerente.
Después de meses de obras, en diciembre de 2019 tuvo lugar la inauguración del hotel, pero no fue la única. “En dos años hemos hecho siete aperturas diferentes”, cuenta Paloma Rando, directora de ventas del establecimiento, en referencia a los obstáculos que la pandemia ha ido poniendo en el camino de la hostelería. Ahora el Palacio Solecio rebosa optimismo, arte y elegancia señorial, además de ese estilo de vida sureño que tanto seduce al foráneo.
En su interior las columnas originales se intercalan con las nuevas y los cantos rodados en el pavimento de la entrada con los suelos adamascados. Persianas de esparto para cubrir la luz que inunda cada rincón del palacio y ladrillo visto en las paredes donde aparecen pinturas de artistas malagueños y cuadros árabes del siglo XII. “Utilizamos colores hechos con pigmentos naturales como se hacía en aquella época para decorar las casas de las familias pudientes”, explica la directora.
El mobiliario muestra el cuero y la madera y la propuesta hotelera un profundo respeto por la historia local al conservar elementos arquitectónicos como la escalera de la entrada, las pilastras o el bebedero de animales convertido en un grandioso macetero para una palmera. “Los elementos originales del palacio se mantuvieron y se integraron en el proyecto”, explica Gema, del equipo del hotel.
Bajo la atenta mirada de Patrimonio se llevó a cabo una minuciosa reforma de la mansión para recuperar las piezas originales y mantener así su arquitectura y decoración en un alojamiento donde lo antiguo se encuentra con lo nuevo. El autor fue el arquitecto Antonio Obrador y el resultado: “un guiño a la cultura andalusí”. Así lo define el equipo de dirección del alojamiento.
Uno de sus elementos más destacados son los patios interiores, un espacio luminoso y fresco, rodeado por columnas y vegetación. Uno de ellos da acceso al pequeño gimnasio del hotel y a la sala de convenciones. El otro alberga el restaurante 'Balausta', a cargo del chef Marcos Granados y asesorado por José Carlos García, que cuenta con un restaurante homónimo en la ciudad galardonado con 2 Soles Guía Repsol y 1 estrella Michelin.
La propuesta gastronómica de 'Balausta' es un viaje a través de los sabores y maneras de hacer de Málaga en el que nos embarcamos mientras escuchamos la historia del hotel. Una historia de cartas, de esplendor y de ruina que pasaría por diferentes manos.
Félix Solesio (o Solecio) mandó construir el palacio como su residencia privada, pero también como almacén de papel para la elaboración de los naipes que se producían en Macharaviaya y se comercializaban en las colonias americanas. El inicio del recorrido del Palacio Solecio coincide con el de nuestro viaje gastronómico con sabores y elaboraciones de la tierra como el jamón ibérico de bellota del valle de Genil, las conchas (ostras) finas, cigalitas en fritura, croquetas de centollo o ensaladilla rusa. Como lo define el equipo del restaurante, “Málaga para compartir”.
En los entrantes traídos de la costa andaluza tampoco falta la porra antequerana, las navajas a la brasa o los boquerones ahumados. Desde 1776, Félix Solesio contó con el monopolio en el mercado de los naipes en las Américas. Sin embargo, la libre competencia, la acumulación de excedentes y la entrada en escena de las cartas de Fournier harían que los triunfos de Solesio derivaran en una complicada situación económica que terminaría en ruina.
De vuelta a la mesa y al plato, entran en escena elaboraciones como el tartar de atún rojo, las vieiras, el lomo de bacalao con caldo de pintarraja o la lubina a la brasa; mientras que desde la dehesa y los pastos llega el rabo de toro a la malagueña, la presa de cerdo ibérico, el turnedó de solomillo de vaca o el arroz escabechado de perdiz. Las técnicas ancestrales de Andalucía se unen aquí con toques contemporáneos para cocinar con mimo un producto local y regional.
A comienzos del siglo XIX el rey de la baraja ya no era el rey y estaba en bancarrota. Es entonces cuando le embargan el palacio y pasa por diferentes propietarios hasta que la familia Larios se hace con este céntrico edificio que fue residencia de un noble, almacén, bloque de edificios y prácticamente un solar en ruinas en la calle Granada. Así hasta 2019, cuando asume la propiedad el hotel y se reabre con 68 habitaciones y el deseo de volver a brillar en el corazón de Málaga. Un final, o un nuevo comienzo, dulce, como el cierre del menú de Balausta, con el bienmesabe antequerano o el chocolate surprise. El restaurante cuenta a su vez con un menú degustación de 65 euros. Las sobremesas aquí, sea comida o cena, se suelen alargar cuando llegan los cócteles de autor en una extensa carta con y sin alcohol.
El descanso en Palacio Solecio tiene 68 maneras diferentes de vivirse. “Es muy difícil encontrar una habitación igual al tratarse de un edificio histórico”, explica Paloma Rando. “Tenemos cinco categorías diferentes”. En las estancias se busca la sofisticación y la tranquilidad con espacios rústicos y modernos con colores neutros y toques de estampados atrevidos además de obras de arte andaluzas y suelos de parqué. Desde la Doble Solecio y la Doble Deluxe; pasando por la Deluxe Palacio, Junior Suite o Suite, con dos estancias. La Torre es la estrella del lugar, ubicada en su parte alta “con terraza particular y 360 grados de panorámica del centro de Málaga y la catedral”, añade la directora de ventas.
Por la mañana, lo primero que hace uno al despertarse en un palacio andaluz es bajar al patio a desayunar. El comensal se encuentra aquí con un extenso buffet con variedad de panes, cruasanes, frutas, cereales, pasteles regionales y embutidos ibéricos. A la carta se puede escoger una gran variedad de elaboraciones calientes como la tortilla o los huevos en todas sus variedades, desde fritos a Benedict. También pasan revista las tortitas de chocolate, de fresas o caramelo, los crepes o las tostadas con aguacate y aceite. El zumo es natural y el café, mejor pedirlo muy caliente, porque entre tanto despliegue se suele enfriar cuando se prueba.
Después del desayuno tendremos energía para explorar la ciudad desde su epicentro o desde el conocido como “barrio Picasso”. En la iglesia de Santiago Apóstol, justo delante del hotel, los padres del artista se casaron y él fue bautizado en la pila que hoy visitan los turistas. En la Plaza de la Merced era donde jugaba el pequeño Picasso, y una estatua suya lo prueba. Al lado se encuentra el colegio donde estudiaba hasta los cuatro años y su casa natal, hoy convertida en museo en honor al gran pintor malagueño, uno de los 39 espacios museísticos que elevan la oferta cultural de la ciudad.